Por: Édgar Mauricio Ferez Santander/ La falta de espacios seguros y el estigma que persiste en torno a la sexualidad y las identidades de género siguen siendo obstáculos importantes para abordar estas problemáticas de manera efectiva. A menudo, los jóvenes enfrentan estos temas en solitario, sin el apoyo adecuado ni en el entorno escolar ni en el hogar, donde los padres pueden ser incapaces o reacios a brindar el acompañamiento necesario.
En primer lugar, es crucial reconocer que la salud mental en las escuelas públicas está directamente relacionada con la manera en que los jóvenes experimentan y entienden su identidad de género y su sexualidad. Según estudios recientes, los adolescentes que se sienten incomprendidos o estigmatizados debido a su orientación sexual o identidad de género son más propensos a experimentar problemas de salud mental, como depresión, ansiedad o incluso pensamientos suicidas.
Sin embargo, las escuelas públicas a menudo carecen de programas estructurados que aborden estos aspectos de manera inclusiva y respetuosa. A pesar de que algunas instituciones han comenzado a implementar políticas de inclusión y antidiscriminación, muchas otras siguen sin ofrecer un espacio adecuado para discutir temas de género y sexualidad, lo que deja a los estudiantes en una situación de vulnerabilidad.
Uno de los problemas más relevantes es la falta de educación integral sobre sexualidad y género en las aulas. En lugar de promover un ambiente de aprendizaje que fomente la comprensión y el respeto, en muchos contextos se opta por el silencio o la evasión de estos temas.
Esto no solo limita el desarrollo emocional e intelectual de los estudiantes, sino que también crea un espacio en el que las personas que no se ajustan a los estereotipos tradicionales de género se sienten aisladas y sin voz. Los programas educativos que abordan la diversidad sexual y de género son aún vistos con reticencia en muchas comunidades, donde prevalecen normas conservadoras y prejuicios arraigados.
La consecuencia de esta falta de apertura y acompañamiento es que muchos jóvenes prefieren no hablar de sus preocupaciones relacionadas con su identidad de género o su sexualidad, ni en la escuela ni en el hogar. En este sentido, la situación se agrava cuando los estudiantes no cuentan con un ambiente seguro en casa para compartir sus inquietudes.
En muchos casos, los padres, debido a su propia falta de comprensión o a la influencia de normas sociales conservadoras, no son receptivos a hablar sobre temas de sexualidad o género. Esto se convierte en una barrera significativa para los adolescentes que necesitan apoyo emocional, validación y consejos sobre cómo navegar su identidad en un mundo que, a menudo, les resulta hostil o incomprendido.
El concepto de «espacio seguro» es fundamental en este contexto. Este término se refiere a aquellos entornos, ya sean en el hogar o en la escuela, donde los jóvenes pueden expresarse sin temor a ser juzgados, rechazados o castigados por su identidad o sus sentimientos. Sin embargo, la falta de estos espacios está llevando a que muchos adolescentes se enfrenten a su identidad de manera solitaria, afectando su bienestar emocional y mental.
Es común que los jóvenes que no cuentan con un espacio seguro en su hogar recurran a sus amigos o a internet para obtener información o apoyo. Pero, estos recursos no siempre son suficientes o adecuados, lo que pone en riesgo su salud mental.
La salud mental de los adolescentes es, por lo tanto, un reflejo de la falta de apoyo institucional y familiar que experimentan cuando se trata de temas de género y sexualidad. Las escuelas deben jugar un papel crucial en la creación de espacios inclusivos y seguros, donde los estudiantes puedan explorar su identidad sin temor al rechazo. Asimismo, es urgente que las familias se eduquen y abran canales de comunicación con sus hijos, creando ambientes en los que se sientan cómodos compartiendo sus experiencias y preocupaciones.
Abordar la salud mental de los estudiantes y los temas de género no es solo una cuestión de sensibilización, sino de crear políticas que promuevan la inclusión, el respeto y la empatía. Solo así podremos garantizar que las nuevas generaciones crezcan con una mayor comprensión de sí mismas y del mundo que las rodea, con la posibilidad de superar los obstáculos que aún existen en torno a la sexualidad y el género, y, lo más importante, con la posibilidad de vivir una vida plena, sana y sin miedo al rechazo.
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*Historiador, Magíster de la Universidad de Murcia y Candidato a doctor en estudios migratorios Universidad de Granada-España.