Por: Édgar Mauricio Ferez Santander/ Este territorio, denominado así por el río Catatumbo que lo atraviesa, abarca municipios como Ocaña, Convención, San Calixto, Teorama, Hacarí y Tibú, además de otras áreas bañadas por sus afluentes, como El Tarra y Sardinata. El río Catatumbo nace en el cerro de Jurisdicciones, en Ábrego, y fluye hacia Venezuela, desembocando en el lago de Maracaibo.
El Catatumbo fue hogar del pueblo indígena Motilón Barí, que habitó desde las alturas de la Serranía del Perijá hasta las tierras bajas cercanas al lago de Maracaibo. Su territorio se extendía hasta los ríos Sardinata, Zulia y Tarra, donde desarrollaban su vida y cultura. Sin embargo, con la llegada del Estado y la posterior explotación petrolera, los Motilón Barí fueron desplazados, perdiendo gran parte de sus tierras ancestrales. Hoy, solo conservan una pequeña fracción de lo que una vez fue su vasto territorio.
La presencia estatal en el Catatumbo comenzó con la Fuerza Pública, cuyo principal objetivo era garantizar la seguridad de las actividades petroleras, lo que resultó en la vulneración de los derechos de los indígenas y campesinos. Posteriormente, en 1973, llegó el Ejército Popular de Liberación (EPL), estableciendo el frente Libardo Mora Toro en San Calixto. Seis años después, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) realizó una toma guerrillera en Convención, consolidándose en la región durante la década de los ochenta.
Por otro lado, el auge del paramilitarismo transformó aún más la dinámica del conflicto. En 1992, el Frente Héctor Julio Peinado Becerra, parte de las Autodefensas del Sur del Cesar, se estableció en el área, evolucionando hacia el Bloque Norte. En 1999, llegó el Bloque Catatumbo y, en 2003, el Frente Resistencia Motilona, bajo el mando del jefe paramilitar Jorge 40. Estas estructuras paramilitares se disputaron el control del territorio con los grupos guerrilleros, exacerbando la violencia.
Además de los conflictos armados, el Catatumbo ha sido una región de paso para diversas organizaciones itinerantes, como las Kumpañy romaníes de Cúcuta, Envigado, Girón, Pasto y otras localidades. Estas rutas itinerantes se cruzaban con el corredor del Catatumbo, mostrando cómo este territorio también ha sido punto de encuentro para comunidades diversas.
El Catatumbo es, sin duda, una región marcada por su riqueza natural, su diversidad cultural y su posición estratégica, pero también por la violencia y el despojo que han afectado a sus habitantes. Desde la llegada del Estado para asegurar la explotación petrolera hasta el ingreso de grupos armados ilegales y paramilitares, este territorio ha sido un epicentro de tensiones. A pesar de ello, los pueblos originarios, los campesinos y otras comunidades continúan luchando por la defensa de sus derechos, sus territorios y su identidad.
Hoy, más que nunca, el Catatumbo necesita soluciones integrales que incluyan la paz, la justicia y el reconocimiento de las comunidades que han habitado y trabajado en esta tierra durante siglos.
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*Historiador, Magíster de la Universidad de Murcia y Candidato a doctor en estudios migratorios Universidad de Granada-España.