Por: John Anderson Bello Ayala/ Después de la polémica decisión tomada por un gobierno circunstancial, oportunista e inexperto de 1990 -1994, quien eliminó la cátedra de la historia en los colegios, para fusionarla con las ciencias sociales, cierto es que los jóvenes colombianos pasarían la página en blanco de las grandes hazañas de quienes ofrendaron sus vidas para construir la patria; ahora sería mezclada para la también importante geografía, democracia, Constitución Política e historia del mundo, a una asignatura que dejó de ser autónoma e independiente desde 1984.
El pasado 30 de diciembre de 2017, el expresidente Juan Manuel Santos, firmó un decreto que modificó la Ley General de Educación de 1994, implementando la cátedra de historia en los mapas curriculares de los colegios.
Es así que durante 25 años duró la medida criticada por muchos educadores e historiadores, gracias a la iniciativa de la exsenadora Viviane Morales, quien aseguró que «los niños y jóvenes deben comenzar a estudiar a través de la historia hechos que hacen parte de la democracia y de cada una de las etapas que le han permitido a Colombia, llegar a ser considerada una de las democracias más antiguas de América Latina».
Este debate dejó muchos interrogantes y que hoy seguimos cuestionándonos sobre qué tipo de historia de Colombia se estaba contando en la academia y qué tanto sus libros e investigaciones les están llegando a los jóvenes colombianos de a pie, que no tienen conocimientos especializados ni pertenecen a un nicho científico.
Pero lo cierto es que hoy los jóvenes colombianos revivirán nuestro proceso de independencia que tuvo antecedentes en los Comuneros, en la traducción de los Derechos del Hombre que realizó el precursor Antonio Nariño; en la Expedición Botánica rosarista, liderada por Mutis y en el Memorial de Agravios de Camilo Torres, escrito en el contexto de la inestabilidad política española, esa gesta que condujo al grito de independencia del 20 de julio de 1810, cuando estudiantes egresados del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y del San Bartolomé ejecutaron el plan de convocar al pueblo para lograr la emancipación e implantar un nuevo orden político.
Además les permitirá contextualizar cada escenario de gloria, entre los más recordadas la batalla de Pienta, la batalla del Pantano de Vargas, la batalla del Puente de Boyacá, entre otras.
A su vez, reconocerán que la independencia definitiva de nuestra patria se construyó hace aproximadamente 200 años por nuestros próceres, sobre sólidos cimientos de sacrificio y heroísmo indescriptibles, cuyos méritos suelen soslayarse y desconocerse con supina ingratitud y desvergüenza en tiempos en que las nuevas generaciones muestran estar más interesadas en conocer las fantásticas hazañas del surtido inventario de superhéroes gringos, esos invictos policías universales, guardianes y salvadores ad honorem de la libertad y la democracia del mundo entero, dejando a un lado aquellos de carne y hueso que derramaron su sangre para liderar esa inclemente campaña de reconquista.
Pero no sólo nuestra historia se encamina en un proceso independentista, es necesario revisar otros escenarios, que generaron tantos cambios y vicisitudes en la vida colombiana, entre los más recordados las guerras nefastas entre partidos por el poder político “La Patria Boba”, la muerte de caudillos por un silencio reconstructivo de sociedad y lo más reciente, un siglo XX contradictorio de la violencia hacia la construcción de un paz duradera, entre promesas y bienaventuranzas pactadas, se abordó a un minucioso término de la oleada de violencia, generada por la caótica mezcla de subversión, paramilitarismo y narcotráfico.
Son tantos los escenarios que marcaron el verdadero sentido de lo que hoy es nuestra historia, recordarla nos da un panorama completo de por qué Colombia es como es, no solo nuestra realidad sino en el contexto global. Nuestra obligación es mantener en el tiempo ese legado invaluable a las generaciones futuras. Así ellas, entenderán las causas y los efectos de ciertas acciones, aprenderán de los errores de nuestros ancestros y de nosotros mismos, con la finalidad de transformarla para un mejor vivir en sociedad.
“El único deber que tenemos con la historia es rescribirla”: Oscar Wilde.
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