Por: César Camilo Hernández Hernández/ Una de las grandes herencias que me inculcaron mi abuelo y mi padre, es el verdadero valor de la palabra. Con ellos he aprendido que una palabra es tan poderosa, que genera compromisos, trasmite apoyo, conecta emociones, expresa sentimientos, pero a la vez, destruye confianza, termina amistades, lastima vidas, convirtiéndose en un elemento de descripción o identificación de las personas.
En la cotidianidad, se ha convertido un pleonasmo al describir un ser humano, por medio de la utilización de frases como: “es un hombre de palabra” o “tiene don de gente”, en relación a que el uso de la palabra en sus diferentes formas, ha sido devaluada en todo tipo de relaciones, siendo ultrajada en su esencia.
En estos tiempos de necesidad de cambio y transformación, la palabra debe retomar su honra, la construcción de nuevos seres humanos, enfocados más en el ser que el hacer, como lo consideró el alemán, Heidegger, uno de los pensadores más representativos del siglo XX. La palabra es la herramienta oportuna para volver a acercar las personas, lograr lazos más fuertes y rescatar la credibilidad.
La autoconciencia del valor en el uso de este instrumento, deberá inculcarse desde casa, hacer entender a las nuevas generaciones la importancia de la palabra como carta de presentación e imagen ante la sociedad. La formación de esta ciudadanía futura debe ser basada en el honor de utilizar la palabra para construir positivo, establecer confianza, respeto y tolerancia. Mientras más respetes lo establecido por tu palabra, tu ser interior y tu entorno, enaltecerá tu comportamiento íntegro de un ciudadano de bien.
Por eso la sociedad juega un papel primordial en rescatar la grandeza de los hombres de palabra, la cual se ha perdido mucho, con la mayoría de líderes de las regiones. Estamos sumergidos o envueltos en gobernantes populistas, mentirosos y faltos a la palabra. Se volvió del día a día, prometer y no cumplir, olvidar al que le dio la mano, evadir a los electores, expresarse mal del otro y otra serie de acciones reprochables en los actuares.
El verdadero líder es aquel que le da un uso digno a la palabra. Quien cumple a lo prometido, quien dice no o no se puede, quien critica constructivamente, quien antes de tildar; piensa en la persona y su familia. Nos estamos acostumbrando a personas que, por lograr su beneficio, sabotean el legado de los hombres de palabra, que pisotean la dignidad humana, juegan con el pan de los hogares y rompen ilusiones de progreso.
Se quiere construir un futuro esperanzador para nuestros hijos y los territorios, donde prevalezcan quienes cumplen a la palabra en materia personal y regional. Se requiere post pandemia, hechos cumplidos, promesas saldadas y seres humanos que le dan valor a la palabra. Se pide a gritos una sociedad más respetuosa, más sensible y más responsable. El resarcir el peso de palabra catapultará un cambio estructural en los ciudadanos y el desarrollo de la región.
Las victorias tempranas en cumplimiento y respeto en el uso de la palabra, obtendrá seres humanos más transparentes, lazos humanos más sólidos y regiones más estables. Es necesario entender que el desarrollo del ser humano va ligado a una coherencia y simetría, en su crecimiento íntegro dentro y en beneficio de la sociedad.
Este alto en el camino, que nos ha generado estos tiempos de recapacitación, debe llevarnos a todos interiorizar el valor de la palabra como constructores de una nueva sociedad. No dejemos que se lleve el viento lo que significa poder. Necesitamos gente de palabra, ejemplos de liderazgo y trasformadores de sociedad. Un hombre vale, lo que vale su palabra.
*Ingeniero Industrial, Especialista en Gerencia de Proyectos y Magister en Administración.
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