Por: Holger Horacio Díaz Hernández/ Con el Covid-19, nada está claro, después de casi 7 meses del inicio de la pandemia, realmente es muy poco lo que sabemos con certeza absoluta sobre este coronavirus, el SARS-CoV-2, causante de la enfermedad llamada Covid-19. En Colombia cada día superamos al anterior en el número de casos positivos y de muertes, sin tener claro cuándo vamos a alcanzar el “pico del contagio”, cada vez hay mayor escepticismo y preocupación en la población que ve extenderse la emergencia sanitaria cada 15 días y las autoridades nacionales y regionales han empezado a perder parte de su credibilidad. Casi que la única certeza que tenemos es que este virus llegó para quedarse por mucho tiempo, la gran preocupación es que no sabemos por cuánto; quizás varios años.
La “famosa inmunidad del rebaño”, es la inmunidad que logra que la propagación del virus disminuya y se detenga aún después de levantar todas las medidas de control. Si esta inmunidad no ocurre es posible que aparezcan otras oleadas de contagios que podrían incluso ser más graves.
La ecuación matemática de esta inmunidad se define como: hc= 1 – 1/Ro, donde Ro son las nuevas infecciones causadas por una persona positiva en una población susceptible de infectarse, que para el caso del Covid-19 está entre 2 y 2,5. Se necesita por lo tanto que entre el 40 y el 50% de la población sea inmune, para que el virus disminuya su velocidad de propagación y deje de ser un problema de salud pública.
Pero les tengo una mala noticia, al parecer esta famosa inmunidad del rebaño no existe, el estudio nacional de Seroprevalencia ENE-Covid realizado en España con 61.000 personas y que acaba de ser publicado en la prestigiosa revista médica “The Lancet”, evidencia que solo el 5,2% de los habitantes de ese país tenían anticuerpos contra la enfermedad, lo cual descarta a corto plazo que pueda haber inmunidad de grupo. Sumado a esto se encontró que personas que previamente tenían anticuerpos IgG contra el virus hoy son seronegativas, siendo esto más frecuente entre los pacientes que fueron asintomáticos durante la infección, que son la mayoría. Todo esto significa que las personas que tuvieron la enfermedad podrían padecerla de nuevo, algo que todavía no es muy claro.
Además, ha quedado en evidencia el manejo errático que le han dado las autoridades de salud en el mundo a la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) entidad dependiente de la ONU, de la cual son miembros 195 países, ha perdido gran parte de la imagen que había logrado consolidar desde su creación en 1948. Desde el primer día de la pandemia se ha cuestionado su papel en la crisis, ha sido acusada de encubrir a China, de no reaccionar a tiempo (los primeros funcionarios de la OMS llegaron a China el 10 de febrero, 40 días después de haber sido advertidos por Taiwán de la presencia de una epidemia de neumonía atípica en Wuhan), de dejar escalar la pandemia y de ser corresponsable de la tragedia que hoy tiene más de 12 millones de infectados y más de medio millón de muertos en el mundo.
Entre otros errores cometidos por esta organización, otrora referente mundial en salud, está la incapacidad para recomendar desde el principio el uso de los tapabocas no solo para los pacientes positivos y sus cuidadores sino para toda la población, medida que se modificó hace solo un par de meses, también le dio un papel exagerado a la posibilidad de adquirir la infección a través de las superficies físicas, algo que hoy está revaluado. Además no tenido el papel protagónico que le correspondía ni ha realizado apoyo necesario a los países miembros o no de la misma durante esta crisis, que empezó en Asia pasó a Europa, luego a Estados Unidos y hoy arremete de manera inmisericorde en América Latina, la última controversia es con un grupo significativo de científicos, por las evidencias de transmisión aérea del virus que se ha probado puede alcanzar varios metros en espacios cerrados y permanecer algunos minutos suspendido en el aire.
Todo esto nos ha permitido ver a la OMS como una entidad politizada y paquidérmica, que debe reinventarse o desaparecer para crear una nueva institución que vele de verdad por generar unas políticas públicas en salud que respondan a las necesidades del mundo actual, donde las naciones entiendan la importancia de invertir en la salud de sus pueblos. Los países gastan miles de millones de dólares en sus sistemas de defensa y solo unos pocos centavos en el combate de las infecciones, las cuales han producido más muertes a lo largo de la historia que todas las guerras juntas.
Algo qué tal vez si está un poco más claro hoy, es la forma como afecta el virus SARS-CoV2, al organismo humano, produce: depresión del sistema inmune, daños a nivel tisular, trastornos generalizados de la coagulación que llevan con frecuencia a falla multisistémica, respuesta inflamatoria exagerada, lesiones graves a nivel pulmonar y daños en el sistema nervioso central.
En cuanto al manejo de la enfermedad la polémica no se ha detenido, múltiples tratamientos inundan las redes sociales y algunos médicos o pseudo médicos se han hecho famosos con supuestos tratamientos que evitan o curan la enfermedad mágicamente, otros advierten que están dejando morir a los pacientes en los hospitales o en las UCI, generando pánico a asistir a estas instituciones y llevando además a que muchas personas estén falleciendo en sus casas de patologías o complicaciones que con un buen control médico se hubiesen podido evitar.
Se ha discutido largamente del manejo con medicamentos como la hidroxicloroquina, usado desde hace siglos en el tratamiento de la malaria y en algunas enfermedades autoinmunes, del remdesivir, de la dexametasona, de las heparinas, de los AINES, tratamientos con plasma de pacientes curados del virus, de terapias avanzadas con células madre que muestra prometedores resultados, estas tienen propiedades regenerativas, antiinflamatorias e inmunoreguladoras, son células mesenquimales que en los estudios realizados reducen la mortalidad de los pacientes del 85 al 15%.
En los últimos días se ha puesto en boga el uso de la Ivermectina, medicamento usado como antiparasitario en animales y humanos, que es mostrado hoy por algunos como la panacea y la cura del Covid-19. La realidad es que no existe un tratamiento que le sirva a todos los pacientes, así como no sabemos quién va ser asintomático o quien va a agravarse y morir, tampoco es claro porque unos pacientes responden a un tratamiento específico y otros no.
Finalmente y a pesar de que al menos hay 100 grupos de investigación trabajando en el mundo para lograr una vacuna efectiva contra el virus y del optimismo de muchos, lo que sabemos es que esto no va a ser tan rápido, nunca se ha hecho una vacuna en tan poco tiempo y aun teniéndola no hay claridad en cuanto a su capacidad de contener al virus, la historia nos muestra que las vacunas contra las infecciones respiratorias son modestamente efectivas, esto significa que la vacuna probablemente reducirá la incidencia de la enfermedad y su mortalidad pero no la erradicará y se convertirá en otra patología epidémica estacional.
Hasta que no tengamos un tratamiento que mejore o cure a la mayoría de los pacientes contagiados, o una vacuna, las únicas medidas efectivas serán: el distanciamiento social voluntario, el lavado de las manos, el uso de pruebas masivas a la población, el rastreo de los contactos y el uso de tapabocas; pero no cualquier tapabocas, los estudios muestran que el N95 evita el pasó del 95% de las pequeñas partículas del virus, los quirúrgicos entre el 50-80% y los de tela (los más usados) solo entre el 10-30%, o sea que la protección real a la población por el tapabocas, tampoco es tan cierta.
Mientras tanto, en Corea del Sur apareció una nueva cepa del Covid-19, seis veces más infecciosa que la actual, hay un rebrote de peste bubónica o “peste negra” en la Mongolia Interior y China denuncia la aparición de un nuevo tipo de neumonía en Kazajistán, que tiene una tasa de mortalidad mucho más alta que el SARS-CoV2.
“Se pueden cambiar las políticas para reducir las amenazas de terrorismo, pero no se puede negociar con los virus o bacterias”: Michael Ryan, Director de Emergencias de la OMS.
*Médico y Cirujano (U. Libre), Postgrado en Gerencia y Auditoría (UCC), Postgrado en Sexualidad (UIS) y Maestría en Administración (UNAM).
