Por: Argemiro Castro Granados/ El desastre viene siendo mayor de lo que podíamos imaginar o de los mismos cálculos del gobierno, las cifras nos muestran 240.000 contagios y más de 8.000 muertos y ni señas del ansiado “pico” de la curva de contagio; pero las otras cifras también preocupan y mucho, en cuatro meses de cuarentena se han perdido cinco millones de empleos, una reducción del 5.5% en la economía colombiana (una cifra negativa del 7% según los gremios), un desempleo del 21,4% en el mes de mayo, un incremento de la pobreza del 10%, miles de empresas cerradas, la destrucción de la economía…
El desastre es por todos lados, Victoria Secret se declaró en quiebra, lo mismo el Circo del Sol, las tiendas Zara cerraron 1.200 tiendas, Chanel y Rolex interrumpieron su producción; Nike siguió con los despidos de personal, Starbucks anuncio el cierre definitivo de 400 locales; mucho más cerca de nosotros, en una caminata por el CC Cabecera, el Cacique o Cañaveral podrá usted constatar la cantidad de locales que han desocupado ante la quiebra y aparecen ahora los avisos de “se arrienda”.
En estas 12 semanas que llevamos de cuarentena se generaron muchas pérdidas y decenas y miles de empresas se fueron a la quiebra, los esfuerzos de muchos años destruidos en 4 meses de cuarentena; estamos frente a una pandemia que no ha podido ser controlada, que todavía no sabemos cuándo pasará esto, pues a pesar de los anuncios del descubrimiento de las vacunas para el virus, todavía no se han empezado a producir y en las cantidades que se necesitan, tampoco sabemos cómo se van a distribuir y a aplicar a la población; por eso ya decimos que “el 2020 es el año de la supervivencia”, pues podemos darnos por bien servidos si llegamos con vida al final de esta horrible noche.
Las medidas tomadas para frenar la caída de la economía, mantener un nivel de consumo y sobre todo para evitar la pérdida de los empleos no han sido muy efectivas; el programa “Ingreso Solidario” para aliviar las necesidades alimentarias de 3 millones de familias, ha sido muy criticado porque a pesar de su costo fiscal, una suma de $160.000 a cada familia por individual, no le soluciona el problema para evitar que salga a la calle a guerrear lo del diario, igual sucede con las cifras que se entregan por familias en acción, jóvenes en acción y Colombia Mayor; pero tampoco es viable como lo proponen partidos de oposición que se otorgue una “renta básica” equivalente a un salario mínimo para 9 millones de familias, algo fiscalmente inviable para una economía como la nuestra.
Igual ha sucedido con las medidas para evitar la pérdida de los empleos formales (el programa Paef) consistente en una ayuda monetaria a las empresas para cubrir parte del salario de los trabajadores, tiene dos condiciones: primero que los ingresos totales de la empresa se hayan reducido más del 20% respecto al año anterior y segundo que no se despidan ni suspendan los contratos con los trabajadores; programa que fracasó, primero porque llegó demasiado tarde (dos meses después de iniciada la emergencia) cuando ya las empresas habían despedido y suspendido contratos y segundo porque el monto es muy bajo (40% del salario mínimo) cuando en algunos países europeos era del 100% del salario base.
¿Qué nos espera ahora? No solo que lleguemos al pico de la pandemia y los índices de contagios y muertes diarias comiencen a descender y/o aparezca y se aplique la vacuna. Más que eso se necesita volver rápidamente a una vida económica y social; se necesita recuperar rápido la destruida economía, necesitamos un plan de reactivación económica más poderoso que el famoso plan de Franklin Roosevelt, para reactivar la economía de estados Unidos tras la gran depresión de los años 30, o el plan Marshall para reconstruir Europa tras la segunda guerra mundial.
El presidente Duque en su discurso de posesión del congreso propuso un plan para reactivar la economía basado en tres motores o ejes fundamentales: Primero infraestructura, reviviendo e iniciando nuevas mega obras públicas, construyendo vías terciarias y fomentando las iniciativas publico privadas; segundo, vivienda otorgando 200,000 nuevos subsidios en vivienda VIS y no Vis y tercero tecnología y grandes proyectos ambientales; ello acompañado con compromisos con el empleo, el crecimiento limpio, con los pobres y vulnerables y con el campo y la paz.
Pero una cosa es soñar en Dinamarca y otra ejecutar en Cundinamarca, cuando se tenga que enfrentar mínimo a los 3 primeros problemas: 1. La financiación, cuando se vienen reduciendo drásticamente los ingresos fiscales y el aparato productivo no soporta una nueva reforma tributaria, por el otro lado porque los recursos provenientes de la deuda externa están siendo limitados pues todos los países del mundo tienen la misma necesidad de financiamiento. 2. El tiempo y la tramitología, pues para cumplir el plan se debe acudir al congreso con su consecuente inconveniente de tiempos y el riesgo de los micos que siempre están prestos a colgarse. 3. Generar en tan corto tiempo mínimo 5 millones de empleos, cuando se tienen problemas no solo de financiamiento, tanto en lo público, como en lo privado, sino con graves “problemas de confianza” de los hogares para incrementar el consumo y de las empresas para hacer inversiones.
Definitivamente no solo nos vamos a tener que enfrentar a graves problemas económicos y sociales, de salud física y mental, sino que nos encontraremos ante un mundo diferente y una nueva manera de pensar y actuar de los conglomerados; de hecho ya se están viendo grandes cambios en los hábitos de consumo, donde todas las compras se hacen por internet y entonces desaparecerán las grandes superficies y centros comerciales y serán sustituidos por los Amazons (“call center” donde se toman los pedidos y grandes bodegas de despacho a domicilio); cambios en los sistemas educativos donde la educación presencial será sustituida por la educación virtual y máximo la mixta o “alternada”; cambios en la atención en salud, donde el médico general lo atiende de manera virtual; cambios en las oficinas y empresas donde imperara el teletrabajo y el trabajo en casa y las oficinas (públicas y privadas) se sustituyen por la “oficina” en casa.
Las generaciones de los millennials y los centennials y como se autodenominen las nuevas generaciones, ya no tendrán que salir de casa para trabajar (de hecho ya no lo hacen), las reuniones e interacción social será por Internet (ya se veían las parejas en los restaurantes chateándose por sus celulares a pesar de estar frente a frente); no necesitaran ir a la oficina o al banco o al médico; entonces desaparecerá el automóvil y el consumo de hidrocarburos; los restaurantes, cines y discotecas seguirán cerrados, no por orden del gobierno, ahora por falta de clientes pues la comida la piden a domicilio, mientras ven Neflix o terminan la “bailo – terapia” por YouTube y hasta aquí amigos, porque me tengo que conectar a “Zoom” para celebrar el cumpleaños de mi hijo.
*Economista, Abogado, Especialista en Evaluación de Proyectos de Desarrollo y Especialista en Derecho Público y Penal.
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