Por: Carlos A. Gómez/ La mayoría de nosotros hacemos parte de una generación que no vivió las consecuencias de un desastre natural sin precedentes o lo que significa ser parte de una guerra mundial. Los impactos que generaron en su momento esos acontecimientos apocalípticos hicieron pensar que se acercaba el fin del mundo.
Ya sea que usted sea creyente en Jesucristo o sus creencias se orienten a cualquier otro ser, energía, o no crea que existan, pueda que sí esté enterado de eventos bíblicos proféticos que anuncian la destrucción del mundo. En otros años, recuerdo que a inicios de los dos mil, muchos pensaban que las predicciones de los Mayas y Aztecas se iban a cumplir y llegaría el final. Sin embargo, llevamos veinte años y «no pasó nada».
Lo que sí siento es que están ocurriendo eventos en todo el planeta que permiten pensamientos sobre el fin del mundo. Personalmente me gusta más llamarlos «eventos apocalípticos»; ¡asusta! Pero llama la atención y eso es lo que quiero hacer.
Datos: Ya son más de cuarenta y cinco millones de personas contagiadas con el Covid-19 (casi la toda la población de Colombia). Países como Francia, Alemania, Grecia, España e Inglaterra, por mencionar algunos, volvieron a decretar cuarentenas «suaves», como el caso de Alemania, y otras restricciones parciales con el fin de detener el aumento de los contagios que se volvieron a presentar luego de la apertura social y económica en esos países. Se presentó un caso de difteria (una enfermedad que presenta síntomas de fiebre, dolor de garganta y dificultad para respirar) después de veinte años en Perú en una niña menor de ocho años. Esta enfermedad, que ya tiene vacuna, presenta una tasa de mortalidad del 10 %. En el 2019, murieron un millón cuatrocientas mil personas por tuberculosis y se estima que este año mueran otras más de cuatrocientas mil personas. ¿Se enteraron del terremoto de siete puntos entre Grecia y Turquía? También hubo incendios incontrolables y otros desastres naturales. Los huracanes también hicieron de las suyas este año en el Caribe.
Existen unos efectos ocultos que ha generado la pandemia actual. Por ejemplo, muchos pacientes que se encontraban en etapa de diagnóstico de sus enfermedades no volvieron a los hospitales para continuar con sus procesos. Posiblemente esas enfermedades, como el cáncer, aumentan y se desarrollan en muchos pacientes que por miedo a contagiarse en los hospitales no volvieron a realizar el control. A principios de este año, el sarampión comenzó a tener un crecimiento en América Latina. Para los expertos y la OMS, es preocupante.
Como todo se centró en la pandemia, se creó una especie de «cortina de humo» que ocultó las dificultades que el mundo presentaba. Ahora la culpa es del Covid-19; pareciera que nadie más en el mundo se muere de otra cosa sino de este virus.
Como todo lo que pasa en los países potencia tiene un efecto de coletazo en nuestro continente, especialmente en el centro y sur, debemos estar preparados para la segunda ola del virus. Ya nos pasó una vez y no podemos darnos el lujo de que pase dos veces. Ya fue evidente que muchos negocios son bastante sensibles frente a una pandemia. Hasta ahora los restaurantes y el turismo están abriendo sus puertas. Con la apertura económica y con el desespero de muchos empresarios pequeños, requieren de volver a tener clientes para no tener que cerrar sus puertas de manera definitiva.
No por nada, el gobierno nacional, con apoyo de algunos sectores empresariales, la semana pasada propuso que la prima de diciembre se pague lo más pronto posible, pensando en que las compras o gastos de los que tienen el privilegio de recibir una prima se hagan antes de que la segunda ola llegue a Colombia y otra vez entremos en una cuarentena.
Piense muy bien qué hará con ese dinero extra que le va a llegar. Si usted es un comerciante, adelántese en el tiempo y piense que haría en una segunda cuarentena estricta. Cualquiera que sea su actividad profesional, ya sea independiente o empleado, no se ‘relaje’ porque tiene un salario fijo: su empresa puede quebrar o está a punto de hacerlo y posiblemente usted no lo sepa.
Muchas empresas, principalmente las pequeñas y medianas, no tuvieron el flujo de caja suficiente para mantenerse con cinco meses de cierre total. No solo en Bucaramanga muchos restaurantes y otros negocios emblemáticos cerraron, eso pasó en todo el país.
Me encanta el título de un libro sobre administración de principios de los dos mil: No es el grande quien se come al chico, es el rápido el que se come al lento, de Jennings y Haughton. Ojalá solo el título del libro nos sirva a todos de consejo.
¿Tiene alimentos no perecederos almacenados que ojalá duren por 3 o 6 meses?, ¿tiene enlatados?, ¿tiene agua almacenada que sea potable?, ¿tiene ahorros en efectivo?, ¿ya conversó con el arrendatario o arrendador, según sea el caso, para estar de acuerdo en caso de una emergencia económica?, ¿hizo ajustes a sus contratos?, ¿está al día con sus deudas?, ¿tiene un seguro funerario? Estas preguntas son pocas para las que realmente hay que hacerse para enfrentar cualquier emergencia que suceda.
No quiero sonar alarmista, pero sí quiero dejarles esas inquietudes. Los cambios continuarán, algunos empleos se seguirán perdiendo; si su oficio se vio afectado, cambie inmediatamente y busque otras alternativas. En estos tiempos, ser autosuficiente no es suficiente. Lo invito a replantearse y a seguir otros consejos, el de su esposa, novia, madre, hijos, Dios, pastor, obispo, sacerdote, guía o las personas en las que usted confíe.
Recuerde el himno: ¡Santandereanos, siempre adelante! ¡Santandereanos, ni un paso atrás!
*Ingeniero Industrial y Magister en Responsabilidad Social y Sostenibilidad.
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