Por: Juan Camilo Revelo/ “Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección”: Antoine de Saint-Exupéry.
De acuerdo con la Harvard Business Review, publicación que desde 1922 recoge consideraciones académicas en relación con habilidades gerenciales que permiten a todo ejecutivo proceder de la manera más eficiente posible, existe la llamada “triada de la empatía” desde la que se relacionan 3 tipos de empatía, descritas con excelencia por su autor, el maestro Daniel Goleman:
En primer lugar, tenemos la empatía cognitiva, la cual se describe como la capacidad de entender la perspectiva de otra persona.
Tenemos también la empatía emocional, que obedece a la capacidad de sentir lo que el otro está sintiendo.
Y, con igual importancia, se habla del interés empático relacionado con la capacidad de entender lo que otra persona necesita de nosotros.
Diferentes escenarios podrían servirnos de ejemplo para entender, en la práctica, de qué se trata cada uno de estos modos de poner en acción esta palabra cada vez más elocuente dentro de las narrativas interpersonales y sociales.
Así entonces, tendríamos que para el caso de la empatía cognitiva se requiere de cierta determinación por ir más allá de lo evidente, de lo obvio: un interés legítimo por acompañar las percepciones preliminares con una actitud de investigar y profundizar.
La empatía emocional, por su parte, nos lleva al escenario reflexivo de la sintonía, que lleva a sentir literalmente el dolor del otro en la medida que comprendo a partir de escuchar con atención -e intención- las historias de los demás.
Y, desde el punto de vista del interés empático, es este el que nos lleva a saber qué necesitan de nosotros los demás, en virtud de haber entendido lo que sienten y piensan, considerando los respectivos contextos dentro de los que se desarrollan las biografías individuales y colectivas.
Valga decir que en ninguno de estos casos es posible hacer algo por alguien si antes no se ha puesto en práctica consigo mismo esta capacidad de darle nombre a lo que se piensa, a lo que se siente y a lo que se necesita.
Sin embargo, hace énfasis la publicación en dos hechos fundamentales que sugieren las investigaciones de los expertos: 1. La empatía no siempre viene incluida como una capacidad innata -luego, hay que aprenderla y educarla-, y 2. A medida que la gente asciende de nivel esta capacidad va menguando, al punto de llegar a titular uno de sus capítulos con esta sentencia: “convertirte en poderoso te hace menos empático”.
Mis abuelos, en sus palabras, lo dirían a modo de refrán con este clásico: “al cura se le olvida cuando fue sacristán”.
Es en este punto en el que aparece la segunda palabra que da nombre a esta columna: Inmarcesible significa “que no se puede marchitar”, es decir, algo que no enflaquece ni se debilita; algo a lo que no puede quitársele el vigor ni la robustez.
Resulta ser así entonces la empatía, para determinados cargos, un imperativo ético de carácter inmarcesible, es decir un deber o exigencia inexcusable que más allá de formar quizás parte de un artilugio de la mentalidad, es un componente integrador y determinante dentro de la visión esperable de todo aquel que tenga el honor de fungir como líder, y mucho más en todo campo de la actividad humana donde se encuentren en juego el bienestar, el consenso y el Estado Social de Derecho.
En esta medida, la empatía cognitiva, para el caso por ejemplo de un paro nacional, le permitiría a cualquier político con un mínimo de disposición -y autonomía-, entender por qué la gente piensa lo que está pensando respecto a su liderazgo y decisiones.
La empatía emocional a su vez y en las mismas circunstancias, le daría la oportunidad de mostrarse solidario con aquello que la gente expresa y siente.
Y el interés empático, desde luego, le ayudaría a relacionarse con decisiones, actitudes –y hasta comentarios- (suyos y de su equipo) que den cuenta de legítimos gestos de su conexión con las realidades de quienes verdaderamente son su razón de ser y de estar donde está.
El júbilo inmortal de un Estado como el nuestro es una utopía mientras gobernantes y gobernados sean incapaces de mirar juntos hacia una misma dirección.
*Abogado conciliador en Cámara de Comercio de Bucaramanga. Especialista en Marketing Político & estrategias de campaña (U. Externado). Experiencia +10 años en Resolución de Conflictos. Mentor en Comunicación estratégica Verbal – No Verbal e Inteligencia Emocional Empresarial.
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