Por: Irving Herney Pinzón/ Los mercaderes de la Fe
El hombre por naturaleza es religioso, independiente de la fe que profese o al “Dios” que adore, en todas partes Dios se presenta de una u otra manera, bien lo decía San Justino con su expresión latina: “Semina verbi” que traduce las semillas de la palabra, para referirse a que en todas las religiones, y me atrevería a decir en los no creyentes también, Dios está presente y actúa de una u otra forma, y nosotros como seres humanos no podemos limitar el actuar de Dios y encerrarlo o encasillarlo de acuerdo a nuestra creencia, fe, religión, manera de pensar u actuar.
Un elemento relevante en el sistema feudalista es la fe, la cual fue utilizada para favorecer a las clases dominantes bajo la premisa del matrimonio entre la iglesia y el estado; la religión era manipulada para hacer creer a los súbditos o creyentes que Dios aprobaba lo que el rey y el señor feudal decían, incluso el hecho de ir en contra de sus mismos derechos fundamentales al dejarse explotar y maltratar, de ahí que no solo la explotación laboral primó en este periodo histórico sino que aún en la actualidad se vivencia por parte de algunos sectores que utilizan la fe para lograr lo que pretenden; la situación de los siervos en el feudalismo ni siquiera estaba sujeta a jornadas laborales, ni festivos, ni mucho menos dominicales, privilegios que con el tiempo se fueron consiguiendo gracias a la lucha laboral y sindical; y que determinadas personas en su mandatos o periodos gubernamentales nos han querido expropiar.
No hago mención de la religión en sentido general, sino de algunos mercaderes de la fe, que a ejemplo de la época feudal han utilizado la figura de Dios para enriquecerse, y para conseguir privilegios, creando partidos y movimientos políticos amañados donde el pastor utiliza a sus fieles no sólo para conseguir grandes cantidades de dinero a las que llama diezmo, sino para inducir y manipular a sus creyentes en que deben votar por determinado príncipe que le conviene a su iglesia o más aún, se atreven a hablar en nombre de Dios, queriendo demostrar que es bueno y que no lo es, quienes son los enemigos de la fe y quienes no, dibujando y creando dioses a su imagen y semejanza (a los interés del pastor y de su movimiento político). A estos mercaderes al estilo medieval se les ha olvidado que la religión debe mantener su autonomía, los curas y pastores no pueden querer ostentar puestos políticos o tomar posiciones tajantes y extremistas frente a la politiquería. Claro que deben ser esa voz que anuncia y denuncia, pero para ello deben mantener su independencia, su libertad, no estar ligados a ningún partido político que les impida ver la podredumbre que hay al interior de algunos de éstos.
La transposición de la religión en el feudalismo a la Colombia actual ha venido alimentado el fanatismo que es especialmente un vicio de las religiones. El afán de imponer su verdad y el sentido de autodefensa de sus creencias o de su iglesia, llevan a los peores excesos inhumanos, anatemizando o rechazando a todo aquel que piensa y “peca de forma diferente”. La guerra santa no es un invento del fundamentalismo islámico, lo es de todos los fundamentalismos que se creen únicos poseedores de la verdad y quieren imponerla caiga quien caiga. Olvidamos fácilmente los seres humanos que somos limitados y, por tanto, que ninguno es poseedor exclusivo de la verdad; y con tristeza observamos que en nombre de Dios creemos que rechazar a determinadas poblaciones: desde el punto de vista sexual, racial, político, social, ideológico, nos hace merecedores del cielo. Es lamentable ver como algunas posiciones, partidos o ideologías políticas se adueñaron de Dios y lo utilizan y manipulan a su imagen y semejanza, a sus intereses y realidades al estilo medieval.
El cristiano demasiado obediente debe recordar que el antiguo Derecho Canónico, resumido durante la edad media en el Decreto de Graciano, decía que los creyentes no debemos ser más sumisos de lo debido, no sea que lleguemos a adorar las faltas y errores de los que nos mandan en las Iglesias. Las grandes organizaciones religiosas se convirtieron en espacios para el clientelismo y la negociación política: algunos de los líderes religiosos de las iglesias adoptaron prácticas propias de los caciques políticos, con la ventaja de que sus feudos electorales funcionan en las ciudades o pueblos y mueven en sus discursos bajo la premisa de la fe y de la moral a cada uno de sus adeptos, fortalecidos con aparentes milagros y otras prácticas generan grandes capitales económicos y voluntades personales que garantizan en algunos espacios los triunfos de sus candidatos, o el potencial electoral para negociar con otros grandes jefes políticos.
En el feudalismo el siervo debía cumplir con todos los impuestos que sobre el caían tanto de parte de los señores feudales, como de la misma iglesia, que en su afán de mantener la suntuosidad y pomposidad de su estilo de vida negociaba hasta con las indulgencias, es decir “si quiero que Dios me perdone debo pagar por ello”. Adicional a ello la fe movía voluntades, los creyentes actuaban más por el miedo infundado al infierno que a la sana convicción de amar y servir al hermano. Los cruzados en su yelmo y escudo llevaban el signo de la cruz y en su mano la espada para acabar con los infieles; hoy al igual que ayer en una mano llevan la cruz o la biblia y en la otra las armas para acabar con quienes amenacen sus intereses o el dedo inquisidor para señalar a aquellos que no creen de la misma forma como el cree. La política se ha adueñado de la religión y los creyentes se han prestado como cómplices de ello, consideran que todos los problemas se solucionan a sangre y fuego; creen en Dios y van a culto y no son capaces de perdonar al estilo de su maestro Jesús, como diría Gandhi “Me gusta tu Cristo… No me gustan tus cristianos. Tus cristianos son tan diferentes a tu Cristo, no hay nada malo en el cristianismo, el problema es con ustedes cristianos, que no comienzan a vivir con base en lo que ustedes mismos enseñan», en otras palabras, eso se llama coherencia de vida.
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Magister en Educación, Docente Investigador Filosofía y Ciencias Sociales y Candidato a Doctor en Educación.
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