Por: Dilmar Ortiz Joya/ Nos ha inquietado desde hace muchos años la problemática mundial frente al fenómeno de la corrupción. Se busca frenar su avance en las instituciones tanto públicas como privadas. Se exige que las leyes sean más drásticas y las sanciones más ejemplarizantes, pero pareciera que “el monstruo de mil cabezas” cada día se vuelve inmune y se resiste a dar cabida a la honestidad, pulcritud y diafanidad.
Son muchos los mecanismos utilizados infructuosamente para acabarla por parte del pueblo, quienes observan cómo se atenta gravemente la vida, salud, trabajo, bienestar, educación, progreso, con su práctica, pues son ellos quienes de manera directa y utilizando el “VAR” (para estar a tono con el mundial) ven como una y otra vez estalla un escándalo de corrupción en algún lugar del mundo, en nuestra Colombia, en los departamentos y municipios, en las entidades públicas y las empresas privadas robándose aproximadamente 50 billones de pesos al año. (¿Han pensado en cuántas necesidades insatisfechas se cubrirían?)
Ante tales situaciones, aparecen en nuestra patria los que se consideran los adalides de la anti corrupción a través de venderle al pueblo la necesidad apremiante de “firmar” para que se convocara – la consulta – lo que sería la panacea para erradicar el anómalo y la cólera que ha producido en Colombia todos los hechos noticiosos aberrantes de corruptela, utilizando la gran polarización que se ha mantenido en éste año en el país, lograron la aprobación de una consulta popular que como mecanismo democrático permite que el pueblo a través de su voto afirme lo que todo el mundo quiere, acabar con la nociva putrefacción en Colombia.
Pero veamos qué tanta fortaleza puede tener la mencionada consulta programada para ser votada el próximo 26 de agosto; si las preguntas que contendrá la puesta en escena en las urnas fueron bien elaboradas.
Primero debo decir que no se ve que se haya utilizado la historia del arte para su elaboración, pues creo sin lugar a equivocarme que no leyeron los estudios realizados por la academia, entidades de prestigio, expertos sobre el tema que podría haber sido unas buenas bases para conocer cuáles son los canales propios de donde el “monstruo” se alimenta, el por qué no son eficaces los órganos de control del Estado, cuáles son las razones por las que se patrocina y se es indiferente ante la pérdida de los valores y principios fundantes de una sociedad que debe mirar hacia el desarrollo sostenible; sino que se tomaron las distintas actividades fracasadas en el legislativo para auto regularse y así comenzar por elaborar el cuestionario que se utilizará en el ejercicio consultivo sin haber tenido en cuenta que muchas de las preguntas ya tienen regulación normativa, es decir, existen leyes que las consagran, amén de las limitaciones que existen para modificar la Constitución Nacional o normas especiales, las cuales ya se encuentran definidas en nuestro ordenamiento jurídico.
Ahora bien, dicha consulta (sin ser ave de mal agüero) esta llamada al fracaso y no por cuestiones políticas, que en el ahora de ahora se mantienen no obstante haber terminado la contienda electoral del año, sino porque simple y llanamente no sirve, no pasa un análisis lógico siquiera del común de la gente (es como si en nuestra casa colocáramos un letrero en el baño que diga: “se prohíbe orinar en el lavamanos”).
De igual forma es difícil que alcance la nada despreciable votación de aproximadamente 12 millones de votos para aprobarla. (Ha existido mucho desgaste electoral y de recursos económicos éste año para mantener la democracia, pues el valor de ésta consulta vale entre 309 mil millones de pesos y han costado todas las elecciones hasta ahora la no despreciable suma de 1.7 billones de pesos. Me pregunto: ¿Cuántas necesidades básicas insatisfechas se podrían haber cubierto? Pero diría alguien: Es el precio de la democracia).
Así las cosas debemos tener en cuenta que sólo se declararán aprobadas aquellas preguntas que votadas con el anhelado “SI” obtengan la mitad más uno de los votos válidos y si llegasen a conseguirlo, tales respuestas no tendrán la fuerza para reformar las leyes ya existentes, y no faltaba más, ni para pretender reformar la Constitución Nacional por ésta vía.
Siguiendo con éste análisis, las preguntas aprobadas que constituyen las propuestas de la consulta, deberán someterse al estudio del congreso (Senado y Cámara de Representantes) quienes deben tramitarlas, pero no se les obliga a aprobarlas (allí comienza el canto de la sirena).
Luego, como quiera que dicho “canto de sirenas – consulta popular” ha venido siendo utilizado como trampolín político y no me voy a equivocar se los aseguro, se utilizará para aspirar a la alcaldía de Bogotá, fue el que entró por los oídos del propio congreso y en los oídos de los demás servidores públicos también; dejándose seducir pese a tener semejantes enflaquecimientos de continente y contenido tal iniciativa, la cual estará llamada al fiasco.
Pretender acabar la corrupción disminuyéndoles el sueldo a los altos dignatarios del país considerando que quien los ostenta es un corrupto pues así se infiere de la naturaleza de la consulta (considero con profundo respeto que se hace más bien por envidia al no ostentar en el momento uno de ellos, porque si lo tuviésemos estaríamos en contra de su modificación, la cual también tendría sus complejidades jurídicas, pero éste sería tema de otro artículo), aumentándoles más las penas y conminando a la cárcel a los corruptos (cómo si el derecho penal fuera la panacea para solucionar todos los problemas de un pueblo) entre otras, es otro canto de sirena que entra por nuestros oídos y nos convence que la consulta popular es el camino para exterminarla.
Creo enormemente en que la principal manera de comenzar por atacar ese “monstruo de mil cabezas” llamado corrupción es a través de la educación. Una educación en donde se vuelva a tener como base del núcleo familiar los principios, la ética, la moral; en donde los profesores sean multiplicadores de ellos en sus salones de clase y se conviertan en forjadores de mejores personas y seres humanos más que en técnicos de las asignaturas del currículo; que las universidades públicas y privadas con su autonomía y el libre pensamiento los en rute por el camino de ser hacedores de la verdad y que el Estado premie no al más preparado (que también se necesita) sino a aquel que tenga una hoja de vida social prístina, sin manchas, con competencias e idoneidad para que conduzca los destinos del país.
Si ello lo conseguimos a corto plazo (necesitamos comenzar y ser pacientes para destruir desde las bases a ese monstruo protervo de la corrupción) y lo vamos abordando hasta llegar a su “cabeza” créanme que tendremos a la vuelta de unas cuantas generaciones un nuevo país, un nuevo mundo, una nueva nación en donde utilizaremos menos las leyes para regularnos (hoy tenemos más leyes que personas) menos cárceles para restringir el don más preciado del ser humano, la libertad, en donde la dignidad humana y su vida sean inviolables y desaparezca de una vez por toda esa absurda norma constitucional que así la consagra (art 11) y tendremos unos tapones en nuestros oídos en donde ningún canto de sirena volverá a ingresar a nosotros, porque ya lo hemos obtenido todo.
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