Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ En nuestra amada Colombia, hemos vivido tiempos aciagos donde la violencia ha campeado por nuestras ciudades, pueblos y campos, como olvidar las bombas de Escobar, las famosas pescas milagrosas, las masacres en diferentes zonas del país, o la violencia que a diario vivimos en nuestras ciudades, desafortunadamente esta espiral de violencia ha estado presente desde el colonialismo; es así como generaciones enteras nos hemos acostumbrado a vivir en un contexto en el que prevalece cualquier tipo violencia, basta encender la televisión, la radio, leer cualquier periódico, para darnos cuenta que la violencia va desde la intrafamiliar, la intolerancia, la falta de respeto por el pensamiento diferente, hasta las relacionadas con el conflicto armado interno, el narcotráfico etc.
Esta radiografía puede verse como algo aterrador y a su vez desesperanzador, pero también es cierto que, para lograr superar este comportamiento, debemos reconocerlo para poder cambiarlo, además se hace necesario analizar el contexto sociocultural que permite que estos fenómenos transcurran desde hace tanto tiempo en el país.
En estos momentos estamos en elecciones presidenciales, las cuales están llenas de ofensas, de intrigas por parte de todas las campañas, lo más relevante es quien acusa más, quien ataca más y lo paradójico es que quien gane será el guie los destinos del país en los próximos cuatro años, es decir en gran parte gano por que fue el más astuto y no quien presentaba el mejor programa de gobierno.
Por ello la construcción de paz ha sido y será muy difícil, es más votamos en contra de unos acuerdos de paz, que, aunque tenían y tienen defectos servían como la Genesis de la paz, una paz que nos ha sido esquiva, somos el país con el conflicto armado interno más viejo del mundo.
Tenemos otros generadores de violencia como son las inequidades, la falta de oportunidades, el poco respeto por los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario, la corrupción, si solo respetáramos estos aspectos los cuales proporcionan bienestar y equilibro a las sociedades, seriamos un mejor país.
Es muy complejo y difícil pretender resolver las dificultades que en materia de paz tenemos, más aún cuando vemos que vienen desde la colonia, por eso este debe ser un proceso continuo partiendo de los hogares, las empresas, las iglesias, los gremios, la dirigencia política y la sociedad en general; si todos comprendiéramos que la paz va más allá de reducir la belicosidad, las agresiones, que la construcción de paz debe partir desde la convivencia tolerante en comunidad, la justicia, la equidad, y un Estado que garantice la satisfacción de necesidades básicas, que a su vez brinde igualdad de oportunidades a sus ciudadanos.
Para soñar con la paz, se deben articular esfuerzos para que no se dé lugar a la repetición de los hechos de violencia, para lograrlo se requieren políticas públicas serias, se debe contar con el apoyo y el compromiso de la población civil, contar con políticos ejemplares, que desempeñen sus funciones de forma transparente, en materia de implementación y aplicación de justicia se deben tomar medidas serias, firmes y severas, de manera que desde todos esos frentes se desestimule la violencia y la delincuencia.
Ahora bien, debemos entender que sociedades sin conflictos no existen, es obvio no hay sociedades homogenizadas, todos somos distintos por naturaleza, es claro que lo que no sabemos es manejar esas diferencias, toda vez que queremos imponer nuestros pensamientos y resolver los conflictos violentando a quienes piensan diferente, recordemos que la manera más eficiente de abordar un conflicto es promoviendo el diálogo como estrategia pacífica ante una situación determinada; sin embargo, en incontables ocasiones esto no ocurre, pasando a hechos de violencia, los cuales conllevan y generan otros modos de ésta.
Es así como la construcción de paz se ve empañado por un clima social adverso que incita a la delincuencia, a la violencia, en nuestra bella Colombia, vemos como la justicia se convierte en cómplice de actuaciones indecorosas, con fallos que van desde justificar acciones como “fueron engañados actuaron de buena fe”, o penas irrisorias con casa por cárcel, o en casas fiscales y así la sociedad colombiana contemporánea ha venido legitimando estos fenómenos delincuenciales, a los cuales les súmanos el narcotráfico, la llamada guerrilla, el sicariato, la delincuencia común, la corrupción, y frases como la del expresidente Turbay: “reducir la corrupción a sus justas medidas” que hizo carrera ya de por si es algo lejano, y lo es porque ya la corrupción paso todos los límites, y así muchos otros modos de violencia que son aceptados por un sector poblacional, quienes los consideran algo normal o natural.
Si bien es cierto para buscar la paz debimos tragarnos muchos sapos con la llamada guerrilla y pasar a verlos en cargos privilegiados, no se entiende como no han cumplido con lo pactado, en temas de pago de penas, o reparación a las víctimas y así mismo los otros actores de violencia en el país, es decir la falta de una justicia firme, severa, que se aplique a quienes han violentado la sociedad es fundamental para poder terminar con este flagelo.
En nuestro país ya es normal y cotidiano ver muertos en un estadio, asesinar por ser hincha de un equipo de futbol, agredir y matar a alguien por sus preferencias sexuales, o por su color, o por sus pensamientos políticos, es común ver políticos agredirse entre si, o figuras públicas generando violencia por diferencias de pensamientos o profesionales reconocidos usando sus redes para tratar de “ratas asquerosas” a quienes apoyan un proyecto político diferente al de él, todo esto entorpece la prevención y la sensibilización en torno a estos temas de paz, de no agresión, de Derechos Humanos, y se constituyen en un aspecto negativo hacia la cultura de actuar y trabajar con legalidad.
Otro tema que contribuye en gran medida a la escalada de violencia en el país es la condición de pobreza y en especial la de pobreza extrema, la del desplazamiento de gente del campo a las ciudades, lo cual ha impulsado a muchos colombianos a delinquir para sobrevivir, a esto le debemos sumar la llegada de venezolanos a nuestras ciudades.
Hemos planteado el problema la pregunta es; ¿cómo solucionar este fenómeno? ¿Cómo abordarlo? ¿Cómo dejar de ser espectadores y pasar a ser actores para cambiar esta realidad? ¿Qué hacer para que estas actividades tan perjudiciales que causan daño a una sociedad ávida de vivir en paz dejen de ser incentivadas, y sean no solo reprochadas sino corregidas? Estas son preguntas para resolver en sociedad dado que resulta muy complejo, pues obedece a aspectos de cultura o idiosincrasia.
Algo básico y fundamental es la educación en casa, esta es fundamental para comprender las prioridades de la vida; partiendo desde generar una conciencia de adquirir honestamente el dinero y hacer ver que aunque la delincuencia, la corrupción, los procederes deshonestos pueden aportar ganancias económicas, estas no son una buena opción, ni el camino a seguir, pero esto debe estar acompañado de ejemplos de castigos severos, pero si el joven ve como roban y roban y por el contrario la justicia los premia es muy difícil, recordemos la frase “la palabra enseña, pero el ejemplo arrastra”.
Debemos desde el hogar, inculcarle a nuestros niños los valores que permitan construir un individuo que respete el sistema de normas y al que el dinero no pueda comprar, así mismo, las escuelas y universidades pueden y deben aportar a sus alumnos enseñanzas de comportamiento y actuar honesto, respetuoso y solidario, y en equipo con los padres y personal profesional brindar asesoramiento en prevención y en casos de alto riesgo brindar acompañamiento psicológico o espiritual a los alumnos que por diversos motivos manifiesten agresividad o se encuentren propensos o vinculados a actividades delincuenciales.
Es hora de abordar la resolución pacífica de controversias, la prevención y control de la agresividad, apoyar física y psicológicamente a las víctimas de todo tipo de violencia y brindarle acceso a educación, especialmente a habitantes de zonas vulnerables, con presencia de ilegalidad, a hogares arropados por conflictos y violencia intrafamiliar, además prevenir la xenofobia, la homofobia, el racismo, el llamado Bullyng, entre otros aspectos, es hora de cambiar y de estar acostumbrados a la violencia.
Nuestro amado país necesita que los dirigentes políticos actúen bajo la legalidad, trabajando por el bien común, por un país más próspero, con una economía creciente, donde existan oportunidades laborales, de educación, contar con un amplio cubrimiento en servicios de salud, y que las nuevas y actuales generaciones se comprometan con el desuso de la violencia y apoyen la legalidad.
El Estado debe promover las soluciones pertinentes para que quienes debido a condiciones socioeconómicas adversas no se vean obligados a vincularse a las actividades delincuenciales, ya sea por su decisión o porque son llevados a la fuerza, recordemos que para la construcción de paz es indispensable propiciar una cultura que fomente el pacifismo y que permita escenarios de reconciliación que no den cabida a nuevos hechos de victimización.
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