Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ Unos días atrás caminando en la ciudad de Bogotá me encontré con un lugar nuevo. Nuevo para mí, pero con más de treinta años para otros, una librería de nombre “Quevedo”. Supongo que en homenaje al gran poeta español nacido a finales del siglo XVI a quien le debemos una gran Definición de amor: “Es hielo abrasador, es fuego helado, / es herida que duele y no se siente (…)”.
“Se ha perdido la relación entre el librero y quien viene a la tienda” me dijo Diego, el librero que me atendió. Tuvimos una conversación afable sobre libros, desde aquel a quien denominamos “el Vargas Lleras de la literatura” hasta el declive de los cómics tradicionales tras dedicarse a responder al consumo en el cine. Criticamos seriamente la idea de los “antihéroes” y de la apuesta por volver todo best seller en novela gráfica.
Por otro lado, en esta semana Colombia se estremeció con la muerte de Darío Gómez. El llamado “rey del despecho” dejó este mundo el pasado 26 de julio de 2022 dejando un gran dolor no solo a su entorno cercano sino también en aquellos seguidores que consolidó a lo largo de toda su carrera artística de más de cuarenta años. Una carrera llena de éxitos como Nadie es eterno en el mundo, Daniela, Corazonada y muchas otras canciones.
En medio de todo este acontecimiento la venta de licor aumentó, así lo reportó El Tiempo, un incremento directamente relacionado con el fenecimiento de Darío Gómez. Es una relación lógica que fue criticada en Twitter por algunos que se atrevieron a decir que “cuando murió Gabo no aumentó la venta de libros”.
En realidad, cuando murió García Márquez sí aumentó la venta de libros, lo que quizá no significa que esos libros se hayan leído y menos con la misma velocidad en que seguramente si fue consumido el licor vendido por la muerte de Gómez. En este punto es necesario aclarar que, no intento hacer una reflexión moralista en la que condene a quienes se toman un trago o exalte a quien compre un libro, lo que intento es mostrar una realidad que de fondo si afecta a todo el país: Somos mejores consumidores de licor que de literatura.
Es una verdad de a puño que seguramente no afecta solo a Colombia sino a buena parte del planeta y quizá por eso es más fácil encontrar quien conozca a una estrella de reguetón que al poeta mencionado anteriormente en este texto. Insisto en que el problema no es que se dé consumo de licor, el lío es que cada vez pareciera que se lee menos.
Las plataformas digitales, el bombardeo de opciones de consumo y de “entretenimiento” de las redes sociales, y muchas otras realidades hacen que cada vez parezca menos atractiva la idea de leer. Cuanto se han perdido aquellos que nunca han acercado su nariz a un libro nuevo o pasado horas en una librería de usados hablando con un librero.
Claro que también me tomo un trago de vez en cuando, incluso se puede mezclar un buen vino con un buen verso. Sin embargo, que problema aquellos que se exceden con el licor y más si a eso se le suma la ausencia de sentido crítico que puede reforzarse con la buena lectura. En cambio, qué lindo cuando alguien se excede en poesía o en buena ficción.
Ojalá el nuevo gobierno abra los ojos a este problema y tome cartas en el asunto, es necesario que aumentemos el acceso a los libros y lo promovamos a lo largo y ancho del país. Leer no es cuestión de élites, leer es un acto humano que nos permitirá crecer como nación, leer es la única opción para que se den verdaderos cambios sociales, esos que tanto se prometieron en campaña.
Apuntaciones:
– Hablando de literatura, quiero felicitar a los organizadores de “Échele mano al libro” el primer festival literario de Barichara, ojalá sea el primero de muchos.
– Justo en el festival mencionado la querida Beatriz Vanegas Athías realizó el estreno de su primera novela Dónde estará la vida que no recuerdo. A ella solo queda felicitarla y agradecerle por sus versos y ahora, por su prosa.
– En su poema Poderoso caballero es don Dinero, Quevedo escribía frente a la procedencia del oro en su época: “Nace en las Indias honrado, / donde el mundo le acompaña; / viene a morir en España / y es en Génova enterrado. / Y pues quien le trae al lado / es hermoso, aunque sea fiero, / poderoso caballero / es don Dinero. Esta estrofa debe seguir suscitando reflexiones de nuestra constante fuga de recursos en favor del primer mundo.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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