Por: Luis Eduardo Jaimes Bautista/ Los ídolos en el fútbol se hacen, permanecen y se marchan al más allá de la gloria. Rendir un grato de homenaje a Hernán el “Cuca” Aceros, es imaginar cómo viven los mortales. Para unos en vida y para otros después de la muerte, escribir su recordatorio ¡Oh la vida! Dejar en los comentaristas deportivos el estilo de narrar las bellas jugadas con un balón de fútbol en los estadios; que muy pocas generaciones recuerdan de ese inolvidable mundial del David y el Goliat. Producto del arte de dominar el balón y reprochado por la vagancia (como le decía su padre) que siendo niño su maravillosa pelota de trapo amarrada con alambres, caminaba por una cancha llena de tierra, despertando una destreza en los partidos del barrio modelo.
Regreso mis cavilaciones el año 1962, cuando era un niño, que igualmente pateaba las pelotas de trapo, y escuchaba las hazañas del equipo colombiano en el mundial de fútbol de Arica en el austral Chile. Ya un nombre tomaba resonancia en todos los rincones del país, con el “Caimán Sánchez”, Marcos Coll, Delio Maravilla Gamboa, Marino Klinger y Herman Aceros. Era la pasión y el seguimiento a unos jugadores que fueron ejemplo de un equipo que defendían la camiseta del sentimiento patrio, con el pundonor.
Bucaramanga, debe sentirse orgullosa de haber contado con un hombre sencillo, conversador, que llevó el nombre de esta tierra bravía, en la época que el fútbol era magia, encantamiento y artilugio del dominio de un balón de cuero, en una cancha, que llevaba un solo grito bravío del gol.
Hoy nuestro fútbol se dirige hacia una sociedad cada vez más superficial, se ha perdido el calor humano de sus semejantes, es difícil encontrar un espacio, como ese rectangular donde Herman Aceros, jugaba con sus amigos y departía sus cucas que fabricaba la familia para salir adelante. Gracias a ellas, obtuvo su popular, nombre: “Cuca Aceros”.
El flaco de 17 años, dejó sus sueños, se posaron y están en el olimpo de los grandes, cuando llegó a esa Selección Colombia, y enfrentó a la Araña Negra, el arquero ruso, con ese majestuoso gol de los 134 que quedan en la enciclopedia del fútbol y que nadie olvida el empate 4-4
Qué agradable sería, que como memoria, a este jugador coterráneo, que deja su nombre, quede escrito, bautizando un Estadio: la Cancha marte: “Estadio Cuca Aceros”, para que la memoria de la persona y el ciudadano bumangués que compartía con la clase política, el hombre de la calle, quede en la grandeza y la sencillez, de ese carisma, ejemplo para el fútbol santandereano.
Retomo, sus palabras de una entrevista que recordaba a su entrenador “El Gordo”, quien era un amigo que la hablaba a los pelaos como un padre: “El fútbol no es correr como locos, no desobedecer a los papás, ni volarse de clase, ni mucho menos aguantar hambre si se podía comer. El fútbol es una cuestión mental y una forma de comprender la vida”.
Se ha marchado en los momentos que aguantaba, de su neumonía, para ver en ese primer lugar al Bucaramanga: “Los Leopardos” (equipo del alma como gritaba, Juan Manuel González) del cual hizo parte y que como premio, los jugadores le pueden regalar este año ser campeones, de la Liga Águila, con un primer lugar, que en muchos años ha buscado su estrella, para entregársela al delantero, que está jugando en el cielo, esperando la estrella Búcara.
El fútbol, es una palabra que llena espacios de comunicación, como se llenan los estadios cuando están dos equipos prestos para jugar 90 minutos, y ver quien vence la malla de los tres palos con un espectacular gol, y gritan los espectadores o aficionados que con la pasión de un colectivo saltan los corazones. Ellos seguirán apoyando lo ídolos en la tierra y en el recuerdo, al inmemorial “Cuca Aceros”.
Twitter: @LuisEduardoJB1