El partido fundado en 2013 y que inicialmente se conoció como el movimiento anti euro, ha encontrado un apoyo significativo en la base sindical de Alemania, y es que como lo expresó Hermann Tertsch “los trabajadores comienzan a ver que la derecha defiende mucho mejor sus intereses que académicos, periodistas y pijos neomarxistas que no quieren fronteras ni ley ni educación competitiva y digna”.
Como se dio a conocer Süddeutsche Zeitung este apoyo a la AFD “contradice los valores fundamentalmente aspectos de solidaridad, codeterminación y democracia, la AFD es elegida democráticamente, pero con sus posiciones y demandas fuera del espectro democrático”, como dice la vicepresidenta de la DGB, Annelie Buntenbach.
Sin embargo, aunque el apoyo parece alto, varios expertos se han pronunciado al afirmar que es un movimiento débil, que en realidad en unos años tendrá un lapsus. Werner Schroeder, politólogo y profesor de la Universidad de Kassel, por ejemplo manifestó que “la afinidad de una parte considerable de los miembros del sindicato con la AFD parece sorprendente, pero el partido fundado una vez como reservorio para los neoliberales y los opositores del euro todavía no tiene prácticamente nada que ofrecer en términos de contenido. Aquellos que leen los últimos programas electorales de la AfD, encuentran solo unas pocas, llamativas demandas sin apoyo, como el salario mínimo más alto y una limitación del trabajo temporal”.
Dentro de las bases quebrantables los analistas expresan, en el medio alemán, que respecto a la política social la imagen es vaga, no tiene especificaciones para los planes media de jubilación del empleado y se hacen exigencias que podrían costar al Estado aproximadamente US$1.000 millones al año, según manifestaron.
Según las proyecciones “el próximo año, la AFD quiere tratar de encontrar un consenso”, pero deberá esperarse a las diferentes opciones que se dan a los trabajadores alemanes.
