Por: Yaneth Mojica Arango/ Parece ser que en Colombia el morado es tendencia, está muy a la orden del día, pero no cualquier morado, sino el tipo de morado que es definido como Hematoma por la ampliamente consultada enciclopedia libre virtual Wikipedia, cuya definición transcribo a continuación: “Un hematoma (del griego haimato-, «sangre» + -ōma, «tumor») es la acumulación de sangre causada por una hemorragia interna (rotura de vasos capilares, sin que la sangre llegue a la superficie corporal) que aparece generalmente como respuesta corporal resultante de un golpe, una contusión o una magulladura.
Con lo anterior, quiero explicar claramente, que el uso del color morado al que hago referencia como título de mi columna, es el del color de los golpes, los cuales no solo se dan en el cuerpo y en el rostro, sino también el alma.
Por eso, aunque muchas personas no lo saben, cuando se habla de Violencia contra la Mujer debe hacerse en plural, es decir “violencias”, porque infortunadamente no hay una sola clase, sino que existe una gran variedad, lo que realmente preocupa, como la violencia sexual, física, verbal, psicológica, financiera, emocional, el acoso sexual, entre otras.
Noviembre ha sido declarado internacionalmente como el mes para dar énfasis a la lucha contra este flagelo de Violencias, sin embargo poco o nada se ha hecho sobre el tema, algo que sea notorio, contundente, una verdadera intervención al problema, o al menos algo que de ser posible trascienda en medios, en redes sociales, en la calle, en las entidades, instituciones, en el barrio, en las plazas, en la casa, en todas parte o en alguna parte.
Lo digo porque las cifras son alarmantes, los casos son tan aberrantes que la realidad supera la ficción, porque dentro del ranking de cifras en las que no desearíamos estar como país nos encontramos en un deshonroso segundo lugar.
Comparto las cifras entregadas en el Informe “Violencias contra las mujeres en América Latina y el Caribe: Análisis comparativo de datos poblacionales de 12 países, cuya fuente es Encuestas Nacionales de Demografía y salud y encuestas de salud reproductiva publicado por OPS/, según el cual, la proporción de mujeres que informan haber sufrido alguna vez violencia física o sexual a manos de su pareja es: Bolivia 53,3%, Colombia 39,7%, Perú 39,5%, Ecuador 32,4%, Nicaragua 29,3%, Guatemala 27,6%, El Salvador 26,3%, Paraguay 20,4%, Jamaica 19,6%, Haití 19,3%, República Dominicana 17%
El informe también habla sobre cómo la violencia no se detiene ni aun cuando las mujeres están embarazadas por parte de sus parejas, caso en el que Colombia vuelve a aparecer en segundo lugar con un 9,7% por debajo de Perú quien tiene la proporción más alta con un 11,3%.
Hay que dejar en claro y de ser posible con negrillas, que los mayores generadores de violencias son los compañeros sentimentales de las víctimas, los cuales pueden llegar a hacer tan bien su horrendo trabajo de vulneración a una mujer, hasta hacerla creer con el tiempo y la humillación constante, que lo que están viviendo es normal, es amor y son celos propios del que está enamorado, nada más falso que esto pero que se convierte en el soporte para que una mujer víctima, por esta razón en ocasiones, se resigne a una vida de infelicidad.
Y como si todo lo anterior no fuera suficiente, es para no creer, el hecho que Colombia ha sido un país históricamente incapaz de proteger a sus mujeres de esta epidemia que definitivamente ha de considerarse un problema de salud mental sobre el que deberían invertirse mayores recursos y esfuerzos.
Esta afirmación se soporta en el mismo hecho de que sólo hasta el 2015, es decir muy recientemente, se expidiera la Ley contra el Feminicidio, que permite darle un trato más fuerte a este delito como crimen autónomo al homicidio y un trámite más ágil y expedito.
Justamente en torno al tema de la ley, me llamó la atención una campaña impulsada por la Fiscalía Colombia @fiscaliacol denominada #DenunciarSalvaVidas, en la que se invita a denunciar como estrategia para prevenir el feminicidio y manifiestan que en Colombia en los últimos dos años de vigencia de la ley se han cometido 1.437; esta es una cifra impactante que nos hace replantear el sistema de prevención y atención de violencias contra la mujer y su capacidad para salvar vidas aun cuando las mujeres denuncien.
No más a la “naturalización de la violencia contra la mujer”, maltratar a una mujer no es normal, no es natural, no es propio de la naturaleza humana, no es una forma de manifestar el amor, no está bien desde ninguna óptica y recuerden que una mujer maltratada debe sentirse como una sobreviviente y jamás vergüenza por dicha situación, pues la pena y el reproche corresponden al victimario para quien el rigor de la ley y el reproche social debieran ser contundentes.
No más morados en el cuerpo, ni en el rostro, ni en el alma. El único morado que debiera portarse es aquel que por moda queramos lucir.
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