Le pido excusas a todo aquel que esperará que esta columna tratase algún tema de actualidad nacional. Sin embargo, a veces es necesario tratar temas existenciales que quizá no le importen más que a uno mismo, en este caso, estas letras son un homenaje a la mujer a la que le debo todo.
Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ La conocí hace 29 años, seguramente fue “amor a primera lactancia”. Se trata de una mujer común de carne y hueso, una de esas que sufre, que llora, que ríe y canta. Le encanta el vallenato y otras músicas colombianas, tiene el cabello rizado y una mirada profunda.
Mi mamá se llama Ana, como la mamá de María, como su propia abuela. También se llama Isabel, como la difunta reina, como la madre del bautista. Ana Isabel es su nombre de pila, aunque los cercanos la llamen Tata, los cercanos menos mi hermana y yo, nosotros aún la llamamos mamá, mami, ma o cualquier otra forma común de llamar a la propia madre, cualquier forma que no sea su nombre ni su sobrenombre.
Unas semanas atrás escribí algunas Líneas para la memoria. Allí planteé varios recuerdos y dejé entrever la relación estrecha que tengo con mi madre y cómo esta relación se ha fortalecido desde que no vivo con ella. Parece ser que la distancia, además de probar el amor, permite que este se fortalezca y crezca.
“Cuando duerme una madre junto al niño / duerme el niño dos veces” dice Unamuno. Hace mucho no duermo con mi madre, empero, cuando voy de visita a su casa, que es suya y mía, me encanta dormir en el sofá y saber que ella está allí cerca; no se acuesta a mi lado, tampoco cabríamos juntos, pero de alguna forma me deja dormir y luego, entrada la noche, me dice que vaya a la cama y en medio de la intimidad de quien lo ha visto a uno dormir, me siento querido en el silencio de la noche.
Mi mamá cumplió sus primeros cincuenta años el 29 de marzo, justo cuando escribo estas líneas, aunque serán publicadas el 30. Medio siglo parece muchísimo, pero, para una mujer que ha trabajado, estudiado y amado como mi mamá esos años son pocos y por eso ruego al Dios de la vida que me permita compartir con ella muchos más.
La profe Anita, como le dicen algunos de sus compañeros y estudiantes en la universidad donde imparte algunas clases, dan fe de una faceta de mi mamá de la que me siento orgulloso, de su calidad profesional y compromiso con la educación. Recuerdo que cuando inició su labor docente aún vivíamos juntos y le ayudé a hacer algunas diapositivas para sus clases. También recuerdo ayudarle a calificar algunas evaluaciones y reírnos a carcajadas con algunas ocurrencias de sus estudiantes.
Iniciaba diciendo que mi madre es una mujer de carne y hueso, eso la hace común, la hace una más. Pero cuidado, no debe malinterpretarse, es común porque como a muchas madres tuvo el reto de sacar sus hijos adelante con un padre que por diversas circunstancias no pudo estar siempre; ella es una más de muchas, pero la única de la que puedo dar testimonio continuo de más de 29 años de entrega abnegada.
Mi mamá es una santandereana conservadora, es hija de una familia goda que amo así me distancie a veces de algunas posturas políticas. Uno de los mayores logros de la crianza impartida por mi mamá (también por mi papá) fue la libertad de pensamiento que nos dieron. Hoy mi hermana y yo no somos perfectos, pero estoy seguro de que somos y asumimos lo que queremos ser desde donde estamos siendo. No somos réplicas de mi mamá y ella nunca quiso que lo fuéramos, nos crio para que fuéramos nosotros mismos y eso la hace una gran madre.
Ahora que veo hacia atrás, es increíble la independencia que nos dio una madre goda, jamás se metió más allá de las entregas de notas en los procesos académicos ni nos alcahueteó haciendo nuestras tareas. Es más, trabajando en la universidad donde yo estudiaba, jamás preguntó por mí a ningún docente, se trata de una goda que nos crio de forma muy liberal.
Para terminar, no queda más que decir que lo bueno que existe en mí se lo debo a ella. Y, por el contrario, lo malo que hay en mí se debe a mi terquedad y quizá a falta de asumir elementos que ella misma en algún momento intentó formar. Gracias a ella, gracias a Ana, gracias a Isabel, gracias Ana Isabel, gracias a Tata, gracias mamá.
Apuntaciones.
- Toda mi solidaridad con la familia de los nueve soldados asesinados en el Catatumbo. Ojalá el ELN se tome en serio la idea de la paz, es ahora o nunca, señores.
- Mucho cuidado con las empresas de transporte de pasajeros aéreo en Colombia, el negocio huele cada vez más a monopolio y urge la lupa del gobierno sobre las grandes aerolíneas y la apuesta por salvar el bolsillo de los usuarios.
- Se viene la Semana Santa, creyente o no le recomiendo haga una pausa para revisar un poco la vida misma y le invitó a preguntarse ¿Cómo puedo ayudar mejor y más a los que lo necesitan?
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
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