Por: Javier Quintero Rodríguez/ Aprovecharse de una situación o persona, eludiendo alguna norma o ley, para obtener una ventaja, es considerada para muchos en Colombia una “viveza”, indispensable para triunfar en la vida y toda una sabiduría a heredar. “El niño es una abeja” dicen muchos padres con orgullo, sin darse cuenta de la perversa lección que le dan.
Podremos pensar que la “viveza” es innata, un comportamiento humano universal. No lo es. Tendría sentido que fuera producto de la “malicia indígena”, y así habría que extrapolar el asunto a la cultura latinoamericana. Tampoco es así.
Un estudio reciente de la Universidad de Michigan, realizado en 355 ciudades y 40 países, incluyendo México y Perú, demostró que, casi independientemente del lugar del mundo, las personas tienden a ser honestas. Nuestra viveza es muy colombiana y lo es por necesidad, por herencia y por varias razones más, y por eso es natural solo para nosotros.
Pero, ¿tan malo es ser vivo? No es solo un asunto social, moral o ético, sino económico. La teoría de juegos, por ejemplo, ha demostrado que la suma de estos comportamientos genera pérdidas para la sociedad, pues cuando todos son “vivos”, todos pierden. Todos perdemos.
¿Estaremos entonces condenados a este círculo vicioso en el que, generación tras generación, transmitimos el antivalor?
No podemos quedarnos esperando que la naturaleza o las tendencias del mundo un día nos sorprendan con jóvenes moralmente superiores mientras hacemos nada.
Hay una responsabilidad gigante en la política pública desde donde se requiere el desarrollo de estrategias articuladas con hogares, colegios y universidades, enfocadas en romper este círculo, incorporar el castigo social para estos comportamientos y crear conciencia sobre el poder de los verdaderos valores como el respeto por el otro, la disciplina y el esfuerzo. Hay que romper el círculo.
Entre tanto, le propongo que comencemos por sencillas pero ejemplarizantes acciones: No se cuele en la fila; no dañe los bienes públicos; pague impuestos; la basura a sus bolsillos y no al piso; ceda el paso; no use carriles exclusivos; devuelva cualquier cosa que no sea suya; trabaje lo que pueda y no espere que le regalen. En fin, no sea abeja.
Twitter: @javierquinteror