Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P./ El surgimiento de las redes sociales y de las plataformas digitales ha ido desplazando cada vez más a los medios de comunicación tradicionales. No estoy seguro de si algún día los reemplazará del todo, lo que sí se puede afirmar hoy es que los puertos de la comunicación están abiertos de par en par para la mayoría de las personas y que ahora podemos navegar en este océano a nuestro antojo.
No tenemos que esperar a que llegue el periódico en la mañana para saber la noticia del día, sabemos lo que pasa al otro lado del océano casi en tiempo real, a cualquier hora, con tan solo abrir Twitter o Instagram o cualquier otra plataforma digital.
Se trata pues de un cambio de paradigma del que ya se ha venido reflexionando en diferentes campos, un nuevo mundo que no se detiene en ningún instante, un océano cuya fiereza podría dejar exhausto al mejor de los marineros o sin rumbo al mejor de los barcos, como en aquellas leyendas del triángulo de las bermudas en que no se puede salir de allí jamás.
Con todo esto, existe otro factor que se suma a todo este cambio, se trata de la llamada: democratización de la información. No solo tenemos un puerto abierto al mundo, tenemos tantos puertos como adminículos electrónicos existen y tantas rutas como usuarios de redes sociales se registran; se trata de un océano donde todos podemos informar y también desinformar.
Mientras escribo esta columna en un archivo .docx, reviso también mi WhatsApp para estar al tanto de posibles mensajes nuevos, escucho algo de música instrumental en Spotify y tengo también abierta mi cuenta de Twitter porque allí reviso las noticias. Sí, todo a la vez, y eso sin contar las otras redes sociales que permanecen actualizándose así no las tenga abiertas en el celular. Esta es la forma de navegar que elegimos, la ruta que queremos seguir o quizás la que nos ha impuesto la sociedad de consumo, queriéndolo o no en ese océano estamos todos.
Ahora bien, cuando alguien se cae de una embarcación o esta presenta algún tipo de avería se habla de un “naufragio”, concretamente de un náufrago que queda en medio del océano. Cuando una persona levanta su rostro y solo ve agua en todas las direcciones, al punto de que pareciese que en el horizonte se unieran el océano y el cielo haciéndose uno solo, podría ser aterrador. Así también nos deberíamos sentir cuando entramos a cualquier red, se trata de un océano de conocimiento inabarcable para cualquier ser humano y así pasamos a ser náufragos atiborrados de información.
Les presento un ejemplo claro de cómo puede sentirse un náufrago en este océano del que hablo:
“Un gran hombre no busca liderar. Es llamado a ello. Y él responde”. #Dune; Catedral de Panamá en el Estado Soberano de Panamá (Estados Unidos de Colombia) año 1875 en 1874 Fotografía de Emil Herburger #ViajeEnElTiempo (foto del sitio descrito); “Damos las gracias a las personas que nos hacen felices, ellos son los encantadores jardineros que hacen florecer nuestra alma” Marcel Proust; Llegar y encontrar regalitos (foto de los regalitos); así se leerían una serie de trinos; de hecho, son los que hay en la pantalla de mi celular en este instante.
Somos náufragos, quizá muchos pensarán que depende de cada uno qué página seguir o no, qué red social frecuentar o no; sin embargo, incluso en los medios de comunicación más tradicionales como periódicos o noticieros de televisión se encuentran secciones que tienen que ver con “lo más trinado”, “el video viral de la semana” o cualquier otra cosa similar. La fuerza del océano es incontenible.
Entonces, ¿habrá alguna forma de no ser náufragos? o ¿quizá de llegar algún día a tierra firme?, y eso, pensando que queda tierra firme, o simplemente debemos resignarnos y ser llevados por la corriente hasta el fin de nuestra historia.
Es necesario hacer una pausa, porque a pesar del encanto de los discursos apocalípticos de algunos, por más religioso que yo sea a mí no termina de gustarme eso de andar proclamando el fin del mundo. Por el contrario, me gusta más la esperanza y por esto, si me lo permiten, empezaré a mostrar algunas de las posibilidades que trae tener ese acceso a ese océano.
Cuando los medios tradicionales eran la única fuente de información, el océano ya existía porque la información se generaba ya en todas partes del mundo, lo que pasa es que los viajes eran mucho más lentos y solo había unas pocas empresas que prestaban el servicio de navegación, este servicio de comunicar, la vía del emisor y del receptor sin mayor elemento de criticidad, está situación obligaba a los que se aventuraban a acomodarse en esos barcos que con el tiempo se hacían cada vez más obsoletos.
Una de las formas comunes de los barcos estaba conformado, como lo mencioné hace mucho en un escrito publicado en el blog Un café con Fray Gato denominado “masacres, goles y culos”. Se trata de la estructura tradicional de los noticieros de televisión en Colombia donde te presentan primero los muertos, luego algunos goles y para finalizar algún reinado; entre ese barco y el naufragio, prefiero naufragar.
Hoy, con la democratización, se nos presentan muchas embarcaciones; de hecho, Corrillos es una de ellas, cumple 10 años navegando por este mar. Se trata de navíos diferentes, que tienen sus pros y sus contras, que en algunos casos replican modelos y que, en otros, se llenan de innovación, pero que, al mismo tiempo, nos permiten otro tipo de viajes, que no nos obligan a ver masacres o dejan que solo veamos masacres según lo que uno mismo vaya indicándole al algoritmo. No son perfectas estás nuevas flotas, pero son más libres y libertarias.
Antes parecíamos seguros en las embarcaciones tradicionales, pero íbamos solamente para donde querían los grandes dueños de barcos; hoy cada uno puede subirse y bajarse de los cuando quiera, basta con un clic o con deslizar la pantalla; tenemos más riesgo de naufragio, pero también, tenemos más esperanzas de ser rescatados en medio del océano.
Volviendo al tema de los náufragos, es necesario decir también que esa democratización dada en Internet también ha permitido un incremento de noticias falsas, surgen así nuevas maneras de desinformar especialmente a los más desprevenidos; recuerdo el día que la hoy precandidata Cabal trinó desesperada por “el terrorismo trasnacional promovido por el Foro de São Paulo”, cayó al océano junto con otros náufragos que quizá hoy sean esos “jóvenes Cabal” por culpa del gran buque pirata comandado al parecer por Luisito Comunica y otros piratas malvados, por aquella graciosa fotografías donde acusaban a aquel youtuber de ser un delincuente internacional.
Es así como podemos llegar a naufragar y a perdernos o a conquistar nuevos puertos según nosotros mismos sepamos llevar siempre la brújula en la mano, es cierto que nuestro pasado reciente a bordo de la Radio Cadena Nacional o de la Cadena Radial Colombiana, embarcaciones conocidas como RCN y Caracol, no nos preparó para la aventura de pensar por nuestra cuenta, pero el océano está aquí y es tiempo de aprender a navegar o resignarnos al naufragio eterno.
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*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino
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