Por: Ronald Picón Sarmiento/ Durante las últimas columnas de opinión que me ha permitido expresar este prestigioso medio de comunicación regional, he venido criticando la inoperancia, desidia y falta de ejecución del gasto público en Bucaramanga, me he dado a la tarea de señalar los múltiples desaciertos heredados, pero también la inoperancias propias de este gendarme incapaz; viéndolo en perspectiva, estamos como dice el dicho de “culo pal estanco”, da miedo salir, no solo de noche sino a cualquier hora del día, por doquier encontramos decenas de venezolanos con pintas bien sospechosas que están apostados en cualquier punto y nos sorprenden con ventas irregulares de dulces y otros elementos que en verdad no dan ganas de adquirir.
Lo que tanto se batalló desde algunas trincheras de derechos humanos, se volvió a reactivar solo que con mayor fuerza, pues estamos volviendo a ver a niños en los semáforos pidiendo algún recurso o limpiando parabrisas, no olvidemos que es tan niño un bebe de brazos como uno de 8 años quien con balde y trapo en mano se abalanza a limpiar los faroles y stops de los carros que recorren esta ciudad; la ciudad se hunde, se estalla con tanta violencia, ahora esta de moda que te rompen el parabrisas para que por el impacto el conductor se detenga y ahí proceden al seguro y consabido atraco de rigor.
Hace poco el país se escandalizó por la opinión emitida por la alcaldesa de Bogotá referente a la situación de violencia e inseguridad que ha generado el fenómeno migratorio venezolano, muchos se rasgaron las vestiduras tildando de xenófoba a la mandataria, sin embargo, solo de labios para fuera, porque muchos de ellos, si no es que todos, estaban pensando en que en realidad no son actos de discriminación sino datos estadísticos que están afectando la paz y tranquilidad que medianamente veníamos disfrutando, pero como todo en este país, les pudo más el tinte politiquero y el show mediático que aceptar la sinceridad de la declaraciones de la alcaldesa capitalina.
Ahora bien, esta crisis actual que vivimos y palpamos es fruto del desastre gubernamental venezolano sumado a la complacencia del gobierno colombiano, quien con manos abiertas ha recibido la gente vecina con todos y sus conflictos personales, adicionalmente la cosa se agrava por la conocida pandemia provocada por el coronavirus, que no solo golpeó a los venezolanos sino también a nuestros connacionales, prueba de ello se verifica con un simple paseo por las zonas comerciales en donde pululan los letreros de arrienda fijados con desespero por las innumerables inmobiliarias que laboran en el área metropolitana, también con el ambiente desolador de muchos sectores que en otrora estaban full y ahora parecen sacados de una escena de pueblo fantasma o de caserío del viejo oeste.
Esta crisis también se proyecta en el cierre descomunal de múltiples negocios y microempresas que no sobrevivieron estos tiempos de asfixia, y por cierto, quien se ha detenido a pensar en los empresarios del transporte escolar, que será de la vida de aquellos quienes con esfuerzo, amor, sueños y dedicación compraron sus busetas y se sostenían junto con sus familias a través de esta labor, que Dios se ampare de ellos, porque nuestro gobierno municipal ha hecho caso omiso de este gremios y de muchos otros más.
El virus letal que ralentizó todos los procesos y trunco muchos sueños en la ciudad se llama alcaldía de Bucaramanga, no ha servido para nada, no ha cumplido con su labor social, con su labor humanitaria, no ha puesto la cara al necesitado o desvalido, no ha reparado vías, no ha cumplido con las metas, no tiene ideología política, no tiene proyecto ni mucho menos solución de continuidad, no ha hecho nada en materia de seguridad, es como un virus, un virus letal, silente, mortal, nocivo, necesitamos la vacuna, necesitamos sanar de esta enfermedad, quien será el médico, ¿cuál será la solución para esta ciudad? En las próximas elecciones sabremos…
*Abogado, Especialista en Derecho Penal, Especialista en Derecho Procesal Penal y Magister en Derecho Penal y Procesal Penal.
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