Por: Jhon F Mieles Rueda/ Íbamos a ser futbolistas, artistas, inventores, empresarios exitosos o, al menos, personas que dejarían una huella imborrable en la historia. Pero luego… la vida pasó.
Nos graduamos con esfuerzo, encontramos un trabajo «estable», nos endeudamos, nos acostumbramos a la rutina y, sin darnos cuenta, comenzamos a vivir en una burbuja de obligaciones.
La inmediatez nos consumió: facturas, responsabilidades, reuniones, madrugadas, tráfico, estrés… y así, el tiempo pasó, hasta que un buen día nos dimos cuenta de que aquellos sueños quedaron archivados en algún rincón polvoriento de nuestra mente.
Nos vendieron la idea de que la adultez consistía en trabajar duro para pagar cuentas, y nos lo creímos. Que era mejor ser «realistas» que soñadores. Nos convencimos de que la seguridad de un salario era más importante que la emoción de perseguir nuestras pasiones. Y aquí estamos ahora, mirando el pasado y preguntándonos cómo llegamos hasta aquí.
Pero, ¡alto ahí! Preguntémonos ¿Realmente este es el final del camino? ¿De verdad es demasiado tarde para recuperar esos sueños que alguna vez nos hicieron vibrar?
La respuesta, aunque dura de aceptar es simple: ¡No, aún podemos lograrlo!
Sí, la vida adulta trae responsabilidades, pero también trae oportunidades. La clave está en dejar de ver nuestros sueños como un lujo inalcanzable y empezar a tratarlos como una meta posible. Si bien hay que replantear algunas metas y hacerlas accesibles, aún hay esperanza.
No se trata de renunciar a todo de golpe ni de tirar la toalla con nuestras obligaciones actuales, sino de empezar, poco a poco, a construir un puente entre nuestra realidad y nuestros sueños.
Si alguna vez quisiste escribir un libro, comienza con una página. Si soñaste con emprender, investiga, aprende y da el primer paso. Si siempre quisiste viajar, haz pequeños cambios en tu vida para ahorrar y planificar ese gran viaje. Como nos han enseñado los años, las cosas no ocurren de la noche a la mañana, pero cada pequeño avance es un recordatorio de que aún estás en el baile.
Muchos han logrado grandes cosas después de los 30, los 40 o incluso los 50. J.K. Rowling publicó Harry Potter a los 32 después de enfrentar el fracaso. Stan Lee creó su primer superhéroe de éxito a los 39. Vera Wang comenzó su imperio de moda a los 40. La edad nunca ha sido el problema; el problema es la resignación.
La clave está en romper con la rutina que nos atrapa. En lugar de vivir esperando el viernes, empecemos a buscar pasión en lo que hacemos cada día. No se trata solo de renunciar a un trabajo o mudarse a otro país, sino de hacer pequeños cambios que nos acerquen a la vida que soñamos.
Leer más, aprender nuevas habilidades, conectar con personas que nos inspiren y recordar por qué esos sueños eran tan importantes para nosotros.
Es fácil caer en la trampa del «ya es muy tarde» o «es demasiado difícil». Pero, es más difícil mirar atrás en unos años y darse cuenta de que no hicimos nada por cambiar nuestro rumbo. No podemos esperar a que la vida nos dé el momento perfecto, porque ese momento perfecto nunca llega. Hay que crearlo.
Por supuesto, el miedo estará ahí. El miedo al fracaso, a la crítica, a lo desconocido. Pero el miedo es un indicador de que algo vale la pena. Si nos asusta, significa que nos importa. Y si nos importa, entonces merece la pena intentarlo.
No hace falta un gran giro de 180 grados para empezar a recuperar nuestra esencia. Basta con un pequeño cambio de mentalidad: ver el mundo con la curiosidad de un niño, con la ambición de un joven y con la determinación de un adulto que no está dispuesto a conformarse.
Piensa en lo que realmente quieres. No en lo que la sociedad dice que debes querer, sino en lo que tú, en el fondo de tu corazón, deseas. Y una vez que lo tengas claro, ve por ello. No importa si el proceso es lento, un pequeño paso hoy es mejor que quedarse estancado toda la vida.
Puede que actualmente tengamos muchas deudas y responsabilidades, pero también tenemos una vida que podemos moldear. Dejemos de vivir en modo «sobrevivencia» y empecemos a vivir con propósito.
Tomemos riesgos calculados, saquemos tiempo para lo que realmente nos apasiona, recuperemos esa chispa de la juventud y dejemos de lado el miedo a fracasar.
Puede que lo hayas escuchado muchas veces, pero hoy te lo recuerdo “tal vez no podamos cambiar el pasado, pero podemos escribir un futuro distinto”. No olvides quién eres. Aún puedes lograrlo.
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*Profesional Agroforestal, escritor y político local.
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