Por: María Isabel Ballesteros/ Se acerca el día que conmemora las luchas de la mujer, por su participación dentro de la sociedad, y si bien es cierto que nos encantan los detalles, el mejor presente que podríamos recibir en el mundo, sería compartir el mismo nivel de oportunidades, con nuestros pares masculinos, y que las estadísticas no evidencien más las diferencias abismales que existen entre nosotros.
El trabajo es un claro indicativo de participación y equidad y para nadie es un secreto que cuando eres mujer, el desafío es mayor, lo cual me resulta bastante contradictorio cuando, hoy por hoy, nos hemos empoderado para superar muchas barreras, educándonos incluso más que los hombres y reforzando nuestras capacidades para empezar a cobrar mayor protagonismo social. No solamente batallamos para conquistar un espacio en mercados con predominio masculino, sino que también necesitamos concertar la vida profesional y personal, pues el salir de casa no nos desliga, a la mayoría, de nuestro rol de madres o esposas.
Por ello, el que se diga que las latinas trabajamos más no es una afirmación injustificada o una simple posición sexista. De hecho y según el DANE, el 56% de las mujeres colombianas son cabeza de familia y en el 2010 se comenzó a reconocer la llamada “economía del cuidado” que corresponde al trabajo no remunerado que desempeñamos las mujeres, relacionado con la atención de la familia, los niños y los adultos mayores. Fue así como surgió la Ley 1413, que ese mismo año llevó al gobierno a medir esas actividades que perfectamente podrían estar en manos de terceros.
Para mí, ese fue un gran paso en el avance de las políticas gubernamentales que reconocen el valor agregado del trabajo femenino al país. Complementariamente, en el año 2017 se llevó a cabo en la ciudad de Bucaramanga el proyecto de la Fundación Mujer y Futuro, que nos dio una idea más amplia al cuantificar, a través de un modelo sistematizado, el trabajo no remunerado. La actividad contó con 100 participantes y de acuerdo con los resultados obtenidos se concluyó que las mujeres llegaron a destinar semanalmente, en promedio, 42 horas y 32 minutos en el cuidado del hogar, 11 horas y 13 minutos apoyando en sus labores a los integrantes de su familia, y 8 horas y 49 minutos realizando actividades para el beneficio comunitario.
Esta muestra nos permitió vislumbrar que estamos frente a verdaderas “súper mujeres”, que si permanecen en casa invierten allí hasta 110 horas semanales y cuando trabajan afuera, el cálculo promedio es de 25,7 horas adicionales a su jornada laboral de la semana. Tan importante es el aporte del trabajo de la mujer al hogar, que dentro de las variables de la macroeconomía se ha determinado su equivalente al 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Sorprendente para muchos, ¿verdad?… Pero bueno, mi argumento no termina allí, pues en términos organizacionales también se ha llegado a medir el rol de ama de casa, que en nuestro imaginario pareciera solo requerir de educación básica cuando, según un informe del Instituto de La Familia de la Universidad de La Sabana, implica como mínimo manejar estas 8 competencias:
- Orientación y servicio al cliente, al pensar y actuar en función de las necesidades de la familia.
- Liderazgo organizacional, por su trabajo en el hogar al ser un referente a seguir por parte de los miembros de la familia.
- Integridad y lealtad, al ganarse la confianza de los hijos y el esposo, gracias a la coherencia entre lo que piensa, dice y hace.
- Eficiencia laboral, al atender las necesidades de toda la familia, en especial la alta demanda que exigen los recién nacidos o niños pequeños en cuestión de tiempo, esfuerzo y dedicación.
- Trabajo en equipo, al organizar la colaboración de los hijos y el esposo, según las capacidades de cada uno.
- Comunicación asertiva, al aprender a escuchar y tener empatía.
- Visión de negocio, al potenciar las necesidades de su familia y ver oportunidades en los demás, que quizá nadie más ve.
- Mejora personal continua, al ser expertas en autoconocimiento, autocrítica y tener voluntad de aprender.
Definitivamente, las mujeres tenemos tal nivel de compromiso y capacidad que deberíamos convertirnos en el primer grupo de apoyo para las que brillan afuera, las que se mueven en ambos campos o las que se han quedado en casa, solo para iluminar su hogar. El trabajo doméstico no es nada sencillo, pero es una forma de educar con acciones y sin caer en la retórica actual, es evidente la multiplicidad de tareas simultáneas que nos han ocupado, sumadas a la carga física y emocional que trajo el confinamiento.
Si bien es cierto que en la organización de la vida social cada quien aporta de diferente manera a esa construcción, también debemos reconocer que los cambios culturales y las más recientes formas de pensar, a veces se quedan cortas al interpretar las nuevas responsabilidades que tomamos o que dejamos de asumir.
Nuestro mundo moderno se ha decantado por procurar los derechos de las personas, pero en la misma medida ha impuesto, en primeros lugares, conceptos que dan mayor valor al poder económico y a lo superficial, ocasionando de manera injusta una subvaloración de los roles tradicionales y relegando a un papel secundario, por no decir que invisible, a las personas que aparentemente “no monetizan”.
Y aquí es donde surgen vacíos, pues quienes criamos hijos estamos haciendo un trabajo de formación primaria aparentemente intangible, pero irremplazable y tan trascendente que hoy marca, en buena medida, lo que somos como sociedad.
¿Estamos conformes con la realidad?… Yo no, y tampoco creo que se trate de limitarnos por nuestro rol de mujeres, pues hemos demostrado lo adaptables y competentes que podemos ser, pero eso no significa que dejen de incentivarse políticas públicas que favorezcan un balance para el desarrollo de todo nuestro potencial, a la vez que consideren la crianza no solo como parte fundamental de la sostenibilidad de la especie humana, sino un factor clave para el progreso y la utopía social, pues cuando partimos todo se queda, pero los hijos son nuestra huella y los instrumentos que definen la permanencia del bien y del mal.
*Asesora en Sistemas Integrados de Calidad
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