Por: Javier García Gelvez/ Tal y como le sucedió a Ivar Lodbrok el indomable vikingo que a pesar de su carácter duro e implacable, mereció el mote del deshuesado por el infortunio de haber nacido con un grave problema que le impedía moverse con libertad, esto le forjo una personalidad recia y a toda prueba, que le ayudó a sobrellevar su minusvalía casi como si no la tuviera, batalló de igual a igual con quien se cruzara en su camino y salió airoso en varias de sus expediciones guerreras.
He ahí la razón, que una patria desosada por mañosos despilinchadores han forjado en los colombianos comunes y corrientes, habilidades de subsistencia dignas de un reality de supervivencia cuyo escenario es cada uno de sus hogares.
A punta de verborrea, de mentiras ensartadas, de miedos infundados y de populismo barato, hemos permitido que dictadores de izquierda y dictadores de derecha se hayan encargado de dirigir nuestras vidas, es una carrera entre dos por alcanzar la presidencia de la república en donde las pilas de estiércol son el andamio que los llevara al solio, no se sabe quién es el más mentiroso.
Es un país deshuesado, sin capacidad de sostenerse en pie, donde las instituciones que cimientan la estructura del Estado fueron pegadas con babas, justicia servida como buffet de unos pocos privilegiados de nuestra patria.
Escasamente nos sostenemos de pie frente a las ráfagas de mentiras y amenazas craneadas por izquierdosos disfrutando de un delicioso gingerbread en Starbucks o por derechistas en viandas y orgias solo aptas para iluminados, con la certeza absoluta que el pueblo seguirá alcahueteando a seudolideres de las más altas capacidades en el arte sobornar, de manipular y de mamarle gallo al pueblo.
Nuestra prehistoria política nos lleva a comportarnos de una manera muy conveniente para los dictadorzuelos de derecha y de izquierda, somos su caldo de cultivo, les construimos la finca perfecta para sus mezquinos intereses, nos conocen el lado flaco, los hemos dejado entrar a nuestras vidas, se nos han metido al rancho y no chistamos nada.
Tenemos la opción de elegir corporados capaces de legislar a su conveniencia sin sonrojarse; fracturando cada vez el debilucho esqueleto institucional, sin importarles ver al país de rastras como el vikingo, porque conocen las meloserias con las cuales van a conquistar nuevamente al subyugado pueblo.
¿Acaso no tenemos derecho a una vida digna, con educación competitiva, salud con calidad, vivienda justa y trabajo dignificante? Al paso que vamos es más fácil vivir con The Walking Dead que el horror post apocalíptico al que nos llevan la izquierda y la derecha en nuestro desquebrajado país.
Siempre hay un pelafustán que se encarga de repetir como loro en los medios el adoctrinamiento cualquiera que sea, y el medio entregado al mejor postor se convierte en el loro súbdito de su referente, su misión es convertir loreando una mentira en verdad sacramental con la sencilla fórmula de la repetición de la repetidera.
El truco consiste en asustar, generar zozobra, crear pánico y mientras tanto un pequeño grupo de deshuesadores desmantelan instituciones, amasan fortuna ilícita, reescriben la constitución a su medida, cambian leyes, códigos, restringen libertades y avasallan al pueblo.
A rastras el país ve como se habla de igualdad y de equidad; de donde claveles si tanto sindicalistas como grandes empresarios siempre buscan privilegiarse usando para ello el poder del estado, mero populismo de parte y parte.
Hay que reconocer que han cumplido su promesa de cambiar las vidas de los colombianos, ahora hay más pobreza, mas hambre y los ricos se van seleccionando en unos pocos amigos del gobierno de turno.
*Contador Público y Especialista en Revisoría Fiscal y Contraloría.
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