Por: César Mauricio Olaya/ Por estos días me encuentro en Europa y tras un periplo que me ha llevado a visitar capitales extraordinarias, no solo por sus dinámicas en materia cultural o turística que, de hecho en mi caso, fueron los principales imanes que me llevaron a vencer los temores de enfrentar las condiciones climáticas extremas que por estas fechas afectan a esta parte del mundo, me he encontrado con suma de situaciones, hechos y novedades que en nuestro lenguaje coloquial, producen envidia de la buena.
Uno de estos aspectos que para mí ha tenido un particular interés, reafirmado en las odiosas comparaciones con lo que pasa y acontece en mi bonita Bucaramanga, de la cual no me he podido desprender y que a través de las noticias he seguido de manera permanente, tiene mucho y todo que ver con el tema del tratamiento de los residuos sólidos, que en nuestra cotidianidad llamamos basuras.
Un tema álgido por las evidentes y poco resueltas referencias con la corrupción, como el caso Vitalogic, una muy bien vendida propuesta para resolver el tema del relleno sanitario del Carrasco, a través de la implementación de un sistema de transformación de estos residuos en energía, aunque lamentablemente, este proyecto le apuntara a generar otro tipo de energía, una que mueve consciencias y que tiene muchos, pero muchos ceros a su derecha.
Viene todo esto al caso, porque tuve la ocasión de estando en la bella ciudad de Viena, de ser invitado a conocer la planta de incineración de basuras de Spittelau, que no solo no tiene la menor pinta de ser la procesadora de todas las basuras de la capital de Austria, pues su primera impresión es la de ser un tipo de edificio propio de un museo de arte contemporáneo, hecho que se subraya cuando se mira que en su entorno se ubica un barrio a primera vista muy elegante y a pocos pasos, el campus de la Viena University of Economic and Bussines Administration, con un poco más de 25 mil estudiantes y 1.500 empleados.
Se imaginan ustedes por ejemplo, que en el entorno del Carrasco en lugar del barrio El Porvenir, estuviera un barrio tipo Cabecera del llano y en lugar del manipulado y nunca terminado parque contemplativo funcionara una universidad estilo la UDES? Pues bien la comparación con lo que sucede en Viena es tal cual sin exageración alguna.
Pero vamos por partes y comencemos por el edificio donde se incineran un promedio de 694 toneladas diarias de basuras, que corresponden al 38% del total de los residuos que genera la ciudad, pues el 58% ya ha sido seleccionado en procesos de separación en una dinámica de cultura ciudadana responsable y solo un 4% no puede ser tratado. Esta planta diseñada y creada en su concepto estético por el arquitecto, ecólogo y artista plástico vienés, Friedensreich Hundertwasser en el año de 1992, responde a la línea creativa conocida como arte shock, cuyas características sustanciales son el rechazo a las líneas rectas, el uso de colores vibrantes, formas orgánicas que intentan copiar los volúmenes y las estructuras de la naturaleza y cuya esencia filosófica le apunta a reconciliar al hombre con el medio ambiente, respondiendo de alguna manera, a la inmensa influencia estética que en Austria propició su artista insigne Gustav Klimt.
Pues bien, al ingresar a la planta cuya sala de recibo estructura todo el ambiente de tecnología, diseño, iluminación y una propedéutica ambiental de principio a fin, los visitantes en su gran mayoría niños de colegios, formados desde su proceso escolar en cultura ambiental, comienza una visita que por nuestro interés particular y periodístico, obvió los pasos previos en materia de pedagogía y nos condujo de una vez al corazón del sistema, recibiéndonos con la primera fase del proceso, correspondiente a la dinámica sin descanso del ingreso de los camiones con su carga de material residual, único lugar donde se perciben olores molestos que genera el transporte de basuras.
Los camiones por cierto, limpios y forrados con estampaciones de mensajes sobre cultura ambiental, van ingresando en debida fila india hacia las bocas receptoras que llevan las basuras a través de gigantescas bandas transportadoras, donde un moderno sistema de rayos infrarrojos, se encarga de terminar de separar el material reciclable, de lo que va a parar a las cavas de recepción, unas inmensas piscinas del tamaño de una cancha de fútbol en su profundidad, en donde un grupo de cuatro operarios localizados en sendos cubículos aislados de toda presencia de olores, manejan sistematizadamente unas inmensas cucharas hidráulicas que van removiendo el material, para evitar que se compacten, se produzcan lixiviados y puedan generarse explosiones por acumulación de gases.
Cada 72 horas estas basuras son conducidas a la planta de incineración, donde se queman, dando como resultado una carga calórica que pone a funcionar la planta generadora de energía, que da como resultado final, la producción de la electricidad que tiene como fin, asegurar la calefacción en épocas de invierno o el aire acondicionado cuando llega el calor, para un total de 340.000 viviendas y 6.000 empresas.
Y lo mejor está por destacar, pues contrario a toda suposición sobre la inmensa cantidad de polución post combustión, esta no pasa de ser mayor a la que podrían generar diez vehículos transitando 24 horas por las calles de la ciudad, todo esto en virtud a una suma de filtros que eliminan por completo la emisión de dioxinas y furanos, ambas partículas responsables de la contaminación atmosférica que agobia a nuestras ciudades.
De manera que mientras observo a través de la ventana, la nieve cayendo copiosamente y cubriendo de blanco hasta el último rincón del paisaje visible, no puedo evitar la compasión por mis paisanos, que según leo en un trino emitido por alguno de los que el alcalde vitalógico llama lavaperros, en este momento están con pañuelo en mano, tratando de evitar los olores ofensivos que inundan a Bucaramanga, la ciudad que clama por una solución mínimamente aproximada a lo que vive Viena, donde el interés general del colectivo ciudadano, supera toda posibilidad de corretajes con destino a bolsillos ya llenos, de ciertos impolutos personajes.
Correo: maurobucaro2@gmail.com
Twitter: @maurobucaro