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Lectura: Cuando la psicología cruza la frontera de la política
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CorrillosR > Blog > Opinión > Cuando la psicología cruza la frontera de la política
Opinión

Cuando la psicología cruza la frontera de la política

Hablar de política desde la psicología suele incomodar. No porque la ciencia de la mente no tenga cabida en los asuntos públicos, sino porque tradicionalmente se ha confinado al psicólogo a lo clínico, a lo terapéutico, o a lo pericial, pero rara vez se le ha concebido como agente político. Sin embargo, en un país como Colombia marcado por más de seis décadas de conflicto armado interno, desigualdad, desplazamiento forzado, impunidad y fracturas sociales esta separación se vuelve insostenible.

CORRILLOS
Última actualización: 2025/06/26 at 9:00 PM
CORRILLOS hace 3 días
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Por: Claudia Acevedo Carvajal/ Desde la psicología jurídico-forense, nos enfrentamos con la crudeza del daño psíquico provocado por la violencia sociopolítica. Escuchamos testimonios de víctimas de desaparición forzada, de masacres, de reclutamiento infantil, de violencia sexual como arma de guerra. Y también evaluamos las estructuras mentales de quienes ejercieron esa violencia. Por eso, el psicólogo en Colombia no puede ser ajeno a la política: está inserto en ella, la interpela y la desafía.

La psicología, como ciencia del comportamiento humano, no puede desligarse de los sistemas de poder que moldean a las personas. Las decisiones políticas afectan directamente la salud mental colectiva: el acceso a la educación, la justicia, la vivienda digna, la atención a víctimas y la reparación integral.

Colombia ha sido escenario de una violencia estructural normalizada, donde las heridas emocionales se heredan de generación en generación. Como afirma Ignacio Martín-Baró, psicólogo salvadoreño asesinado por su compromiso con los derechos humanos, la psicología debe desideologizarse y ponerse al servicio de los pueblos oprimidos. En nuestro contexto, esto implica nombrar el sufrimiento que ha sido silenciado por el miedo, reconocer las consecuencias psíquicas del conflicto armado y participar activamente en los procesos de memoria, verdad y no repetición.

Desde la firma del Acuerdo de Paz con las FARC en 2016, Colombia ha transitado un camino complejo de implementación, con avances y retrocesos. En este escenario, el papel del psicólogo es crucial, no solo desde la atención individual, sino desde una perspectiva comunitaria, psicosocial y política. Algunos aportes concretos incluyen:

Evaluación y reparación del daño psíquico: El psicólogo forense cumple una función esencial en los procesos judiciales, ayudando a documentar el daño psicológico en víctimas de violencia sexual, tortura, reclutamiento forzado, entre otros, y aportando elementos clave para la reparación integral y la verdad judicial.

Acompañamiento psicosocial a víctimas y comunidades: Muchas comunidades rurales han sido doblemente victimizadas: por los grupos armados y por la indiferencia estatal. El trabajo del psicólogo allí implica sanar desde lo colectivo, resignificar el dolor y promover el tejido social.

Aportes en justicia transicional y construcción de memoria: Las Comisiones de la Verdad y procesos de justicia restaurativa han contado con psicólogos que ayudan a reconstruir relatos, sostener emocionalmente a las víctimas durante sus declaraciones y garantizar que estos procesos no revictimicen, sino dignifiquen.

Diseño de políticas públicas con enfoque psicosocial: El conocimiento psicológico debe integrarse en el diseño de políticas sobre atención a víctimas, salud mental rural, prevención del reclutamiento infantil y desestigmatización del excombatiente.

Formación en paz, convivencia y reconciliación: El psicólogo puede ser educador en ciudadanía emocional, comunicación no violenta, resolución de conflictos y construcción de paz desde la base, trabajando con familias, jóvenes, instituciones educativas y líderes comunitarios.

Desafíos ético-políticos en escenarios de posconflicto

Participar activamente en la reconstrucción de un país herido por el conflicto no está exento de tensiones:

La neutralidad aparente y el silencio cómplice: En un país donde tomar posición puede costar la vida, el psicólogo a veces opta por la neutralidad. Pero como advirtió Paulo Freire, “la neutralidad favorece al opresor, nunca al oprimido”. El reto ético es ejercer una psicología comprometida sin caer en el activismo ciego ni en la indiferencia técnica.

Revictimización institucional: Muchas veces las instituciones no comprenden el daño emocional de las víctimas y exigen pruebas que reabren el trauma. El psicólogo debe educar, sensibilizar y ser garante de una atención centrada en la dignidad humana.

Cuidarse para poder cuidar: Acompañar el sufrimiento extremo —como lo hace el psicólogo forense— implica exponerse a narrativas brutales. El autocuidado, la supervisión y el trabajo en red son claves para no quemarse emocionalmente.

Tensión entre el saber técnico y la demanda política: Las víctimas esperan que el psicólogo las represente, las defienda, las crea. El sistema judicial, en cambio, exige imparcialidad. El profesional debe encontrar un equilibrio entre ser ético y ser humano.

El psicólogo como agente de cambio y actor político. Incidir en política no significa necesariamente militar o aspirar a un cargo. Significa usar el conocimiento psicológico para transformar estructuras, para generar políticas públicas más humanas, para influir en la toma de decisiones, para acompañar procesos de base.

Desde esta mirada, el psicólogo no solo puede, sino que debe estar en los escenarios donde se decide el futuro del país. En ministerios, alcaldías, consejos, comisiones, universidades, mesas de víctimas. No como técnico frío, sino como profesional sensible al dolor social.

El compromiso político del psicólogo colombiano hoy pasa por reconocer que el síntoma individual muchas veces es la expresión de un trauma colectivo no nombrado, de una exclusión histórica no reparada, de una violencia que sigue activa, aunque cambie de rostro.

Reflexión final

Como psicóloga clínica y forense, he caminado con víctimas que perdieron a sus hijos, que sobrevivieron a la tortura, que han sido desplazadas más de cinco veces por el conflicto armado. He escuchado relatos que quiebran el alma. Pero también he visto la capacidad inmensa de resiliencia, de dignidad, de lucha silenciosa. En ellas aprendí que la salud mental también es un acto político.

Porque cuando una mujer víctima de violencia sexual decide hablar; cuando una comunidad exige su derecho a la verdad; cuando un niño desplazado puede volver a jugar sin miedo; cuando un excombatiente se reintegra sin ser estigmatizado; ahí también está la psicología, construyendo país desde la memoria y la esperanza.

Hoy, más que nunca, Colombia necesita psicólogos comprometidos con la verdad, la justicia y la paz. Psicólogos que hablen cuando el Estado calla, que reparen cuando el sistema daña, que transformen cuando la violencia normaliza. No basta con diagnosticar el trauma: debemos incidir en las causas que lo provocan.

La psicología colombiana está llamada a ser memoria viva, resistencia ética y puente entre el dolor y la dignidad. Y eso —aunque no siempre lleve bata ni esté en consulta— también es hacer política.

«No hay salud mental sin justicia social. La psicología que ignora la política, ignora el sufrimiento real de los pueblos».
…

*Psicóloga, Magister en Psicología Jurídica y Forense Técnica en Investigación judicial y criminal.

LinkedIn: Claudia Acevedo

(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).

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ETIQUETADO: Claudia Acevedo Carvajal, Democracia, Equipo de Columnistas, Paz, Política, Postconflicto, Psicología
CORRILLOS junio 26, 2025 junio 24, 2025
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