Por: Diego Ruiz Thorrens/ De entrada, quiero que usted, apreciado/a lector/a de este artículo (primer que escribo en 2020) sepa que el tema que será abordado aquí es violencia de género en Santander e instituciones que deberían garantizar “protección” a las víctimas.
Este artículo no tiene absolutamente nada que ver con las nefastas declaraciones de un taxista que no representa a un gremio, pero sí tristemente a muchos “machitos” en nuestro país.
La razón que motiva mi sentir a escribir estas líneas es sencilla: me cansé de luchar contra corriente.
Me explico: me cansé de leer, observar, argumentar y contra-argumentar en redes sociales con todos aquellos que justifican la violencia en razón del género, la orientación sexual y la identidad de género en niñas, adolescentes, mujeres adultas y población LGBTI como algo que “sólo pasa”, que es “pasional” y/o que es netamente “cultural”.
Es agotador y bastante frustrante reconocer el vacío panorama que vive nuestro departamento en temas como género, diversidad sexual (por mencionar algunos ítems) frente la llamada “institucionalidad” (educativa, judicial, administrativa) y su responsabilidad con las Mujeres y poblaciones más vulnerables (niños, niñas, adolescentes, mujeres mayores, LGBTI, entre otras tantas).
Por eso, prefiero de antemano que sepa usted el tema que será abordado. No es necesario detenerse y leer las 1000 palabras de este artículo. Pero si lo hace, si amablemente cuento con su atención, al finalizar esta lectura, quisiera se detenga por un momento y evalúe si usted es una de esas personas que se burla de los movimientos feministas, o que justifica la violencia que sufren las poblaciones LGBTI en base a imaginarios que no pasan de ser simplemente eso, imaginarios; o si usted es uno, una de esas personas que se burlaron en redes sociales del performance que decenas de miles de mujeres alrededor del mundo (incluyendo Bucaramanga), en distintos idiomas, realizaron de “un violador en tu camino”, cuando el performance denuncia una situación que pocas victimas quieren o pueden afrontar.
Nada, absolutamente nada, debe justificar la violencia en razón del género, orientación sexual e identidad de género, y si usted lo hace… grave. (¿Seguiría justificando la violencia si la víctima fuese su madre, su hermana, su compañera, su amiga…?)
¿Por qué lo digo? Porque siento que retrocedemos a pasos agigantados en la lucha contra la Violencia de Género en Santander. Rotundamente. Lo explicaré con la siguiente anécdota:
Finalizando diciembre de 2018 me encontré frente varios de casos de violencia sexual. La mayoría de éstos habían transcurrido entre el 15 de diciembre del mismo año y la primera semana del 2019 (finalizando fiestas Decembrinas e iniciando las de Reyes) y en varias denuncias, víctimas y victimarios tenían un vínculo tan estrecho que era más que imposible acceder a la justicia sin que los victimarios (casi todos compañeros sentimentales de las victimas) no estuviesen enterados del mismo.
El clímax de mi frustración llegó al momento de solicitar protección y asistencia por parte de Fiscalía y atención a las víctimas para que fueran remitidas a Medicina Legal. “Estamos en vacaciones colectivas, vengan después del 14 (de) enero”, fue la respuesta que muchas de Mujeres y organizaciones involucradas en las denuncias escucharon por parte de algunos miembros de la Gran Torre Blanca perteneciente a la Fiscalía General de la Nación en la capital de Santander.
Ignorar a una Mujer que ha sido ultrajada en su más profunda intimidad y en su Alma, vulnerable gracias a una situación tan grave, tan fuerte, es quizá uno de los actos más canallas y viles a los que día a día algunas instituciones judiciales someten a mujeres y poblaciones LGBTI en nuestro departamento. La ley del silencio impera en muchos casos de agresión y violencia sexual, dando vía libre a la impunidad.
No obstante, gracias a la gestión (dígase, presión) de las mismas organizaciones sociales, acompañadas de la Defensoría del Pueblo Seccional Santander, la mayoría de estos casos de violencia sexual ocurridos en temporada de fiestas de fin de año, fueron finalmente recibidas y atendidas (a regañadientes) por la misma Fiscalía.
Sin embargo, los obstáculos que encontraron decenas de mujeres para lograr la tan anhelada justicia se mantuvieron a lo largo del 2019. Ni siquiera los colegios públicos se vieron libres de denuncias por violencia en razón de género. Y la filtración de algunos de estos casos en redes sociales tampoco ayudó de a mucho en su objetivo (o sea, denunciar), dónde adjetivos como “puta”, “bruta”, “masoquista” entre otros, parecían minimizar la violencia cometida sobre los cuerpos de las mujeres
Algunas violencias son más visibles que otras. Desafortunadamente, los delitos de agresión y violencia sexual no son tan fáciles de rastrear como mucha gente pueda pensar. Pero muchos casos de violencia física sí son visibles, puesto que son marcas que recuerdan constantemente el dolor y la humillación que ha vivido la victima al no poder evitar o evadir la misma y que en muchos casos, quedan expuestas al mundo.
Pocos días antes de finalizar 2019, dos casos de violencia física se presentaron en población de Mujeres Trans de la zona centro de Bucaramanga. Estas mujeres fueron sometidas a brutales golpizas y posteriormente, lanzadas a su suerte. Al ser abordadas sobre la identidad de los victimarios, la respuesta, a pesar de ser bastante amplia, terminó implícitamente siendo obvia: “¿Quiénes más podrían golpearnos así? Esos mismos que dicen cuidarte. Esos (mismos) que cuando te ven te maltratan con palabras y (te) provocan para que actúes con violencia, dándoles excusa para que puedan golpearte más, violentamente.”
Comienza 2020 y las marcas de los golpes y contusiones siguen visibles en estas Mujeres. Sólo en 2019, 2 mujeres Trans de la zona centro de Bucaramanga fueron asesinadas. Sus crímenes pueden quedar en la impunidad porque esa institucionalidad que dice protegerlas no las reconoce como Mujeres. Esa misma institucionalidad que piensa que un hombre mata por amor, o por “pasión”.
Espero que el 2020 traiga justicia a las familias de las 26 mujeres (noviembre de 2019) que fueron asesinadas por sus parejas, y las más de 3000 que en nuestro departamento fueron víctimas de violencia intrafamiliar y violencia de pareja.
Anhelo que este 2020 se reconozca la violencia en razón de la orientación sexual y la identidad de género, y así, de una vez por todas en Santander, podamos conocer estas historias.
Gobernación, Alcaldías, Defensoría del Pueblo, Personerías, Comisarías de Familia, Unidades de Víctimas, Secretarías de Educación, Salud, Desarrollo Social, Centros Educativos, Comandos de policía Departamental, Metropolitano y Magdalena Medio y Sociedad en general… el turno para evitar que esto crezca está en nuestras manos.
Twitter: @Diego10T