Por: Diego Ruiz Thorrens/ Somos un país terriblemente machista. Y en nuestra región este machismo se absorbe, inhala y exhala con brutal facilidad. Y lo peor, lo más verraco, es encontrar cuánto orgullo destilan muchos ‘machos’ (y no pocas mujeres) con su machismo.
¿Por qué lo menciono? Porque la elección de Claudia Nayibe López como Alcaldesa de Bogotá demostró que un momento que debió ser celebración nacional, un logro para todas las mujeres, pudo verse torpedeado gracias a ese machismo. Ese día nuestro Departamento, el Gran Santander, tampoco escapó de las tristes y desafortunadas muestras de éste peligroso comportamiento. Me explicaré:
El día 27 de octubre, una vez finalizados los escrutinios en gran parte del territorio colombiano, la ciudad de Bogotá se encontraba inmersa en celebración por la victoria de la primera mujer elegida por voto popular, conquistando así el segundo cargo más importante del país. Con más de 1,1 millones de votos (sobrepasando las votaciones de Petro y Peñalosa respectivamente), Claudia Nayibe López Hernández se alzó como nueva Alcaldesa de la capital del país, superando al candidato Carlos Fernando Galán, inscrito por el movimiento Bogotá para la Gente y quién las encuestas daban como seguro ganador.
Con la elección de Claudia López la historia de nuestro país se divide en dos. En su discurso, contundente, potente y sonoro, la nueva Alcaldesa expresó: “Ganamos las mujeres, los jóvenes y las familias hechas a pulso (…) Bogotá votó no solo para que la ciudad cambie en los próximos cuatro años, sino para que esta generación cambie a toda nuestra sociedad”.
Hasta aquí todo bien, supremamente bien. Luego, vino un acto, una bella y espontanea reacción entre las doctoras Claudia López y su actual pareja, la senadora Angélica Lozano, que nació del momento de alegría y euforia: un beso en la boca, capturado fotográficamente para la inmortalidad, compartida cientos de miles de veces en las redes sociales, no sólo en nuestro territorio nacional sino también en los principales medios de comunicación internacional, reafirmaban dos hitos sumamente relevantes para el país: por primera vez una mujer, abiertamente lesbiana, conquistaba el Palacio de Liévano.
No obstante, este especial gesto de amor no fue bien visto por más de uno. Nefastos personajes de nuestra vida política, incluyendo una que otra miserable personalidad (entre ellas, una famosa periodista conocida por su despiadada y potente capacidad de tergiversar y crear odio hacia todo lo que represente “diversidad” o “derechos humanos”, personaje que reservaré su nombre) salieron a manifestarse en contra de lo que definieron como una “clara muestra que buscaba retar a los sectores cristianos y sus votantes”.
Otros fueron aún todavía más lejos, como el tristemente (chamuscado) “concejal de la familia”, quien mencionó que «A partir de ahora, Bogotá (estará) bajo el yugo de Sodoma».
¿Los ganadores heterosexuales sí tienen permitido besar en la boca a sus parejas, pero los homosexuales no?
Lo más triste fueron los comentarios que leí, escuché y no negaré, debatí (casi con rabia) con algunos importantes personajes públicos de nuestra región (académicos, concejales, diputados y hasta periodistas), muchos de ellos envestidos en la falacia de ser humanos “impolutos y diversos” pero que con la elección de la doctora López lograron emerger un despiadado nivel de misoginia y de violencia no solo hacia una Mujer, sino hacia todo lo que representa diversidad sexual.
Sin embargo, tanta misoginia sembró en mí una duda, una inquietud que no logro sacar con facilidad de mi cerebro: ¿Tan ofensivo puede ser el beso entre dos personas que se aman y que son del mismo sexo como para erosionar y debilitar al macho y su supuesta masculinidad?
Algunos de estos tristes personajes salieron nuevamente con la imbecilidad de la “ideología de género” y hasta reafirmaron las palabras del concejal de la familia.
La “marico-cracia” vino a destruir a la familia, le escuché a uno de ellos, lo cual (no negaré) ha sido uno de los pocos comentarios que en vez de bridarme molestia me ha causado infinita risa.
¿Así de asustados están porque alguien abiertamente LGBT ocupará un cargo público? ¿Qué hay de todos aquellos LGBT que en el pasado ocuparon Concejos, Asambleas, Alcaldías, Gobernaciones, Senados y (según dicen) puestos aún más altos? Quizá sería difícil darle algún tipo de réplica a la pregunta anterior: muchos de ellos, principalmente hombres, enclosetados, estuvieron (o siguen, aún) casados, brindando una imagen que los aleja de quienes son por amar a alguien de su mismo sexo. Nunca olvidemos que la homosexualidad es tan antigua como el Hombre mismo. Al menos, Claudia nunca ha ocultado quien es.
Cierro con la pregunta que planteó la increíble Margarita Rosa de Francisco: “¿Será que llegará el día en que no haya que especificar si alguien es homosexual, heterosexual, trans, eco, ínter o la madre que los re mil parió?”
Ojalá todos aquellos que se sintieron ofendidos por la expresión de amor de dos mujeres puedan realmente indignarse, sentir rabia y hasta rasgarse las vestiduras por cosas más serias que transcurren en este preciso instante en nuestro país, cosas más urgentes, cómo las masacres en el norte del Cauca, o las promesas que Duque le ha incumplido a nuestros jóvenes (y a todo el país!), o los niños que siguen muriendo en nuestro departamento porque alguna EPS cayó en bancarrota gracias a la incesante e interminable corrupción.
Twitter: @Diego10T