Por: Luis Eduardo Jaimes Bautista/ Cuando la semana pasada, leí en los diarios, veía y escuchaba la noticia que durante un año aproximadamente los niños en Bucaramanga y sus corregimientos, comieron carne de burro y caballo, dije “qué desgracia infinita la de este municipio, departamento y país” y me vino a la mente un refrán, «mal de muchos, consuelo de tontos», como si esa burla fuera de quienes están encargados de suministrar los alimentos.
La verdad es que seguimos siendo «tontos», porque tontos somos los que creemos en las continuas promesas que se nos vienen dando a lo largo del tiempo, y recordando ofrecimientos, no viene mal desempolvar casos que han sucedido por los pícaros que se aprovechan del dinero del estado y en este caso de los niños en las escuelas públicas.
Acá es donde aparecen las historias más insólitas como para un guión de película: La carne de burro en el Programa de Alimentación Escolar, es la ironía de tres niveles de control. Si en la China comen todo lo que se mueva, acá se aprovecharon de la inocencia de los niños, muchos de ellos que no ven un chicharrón de carne, los utilizan para darles carne de burro, en condiciones que si hubiera sido analizada por un laboratorio, tendría otros resultados, sin medir las consecuencias; porque muchos de estos animales, viejos y algunos supuestamente enfermos fueran portadores de la encefalitis equina. No quiero ser alarmista en estos tiempos de pandemia, pero estarían expuestos en el eslabón de las enfermedades.
Miremos al pasado desde el año 2002. En este país de la corrupción y las coimas el programa de alimentación escolar (PAE) creado por el MEN y La Ley 1176 de 2007, en su artículo 16, establece que el PAE se financia con recursos del Sistema General de Participaciones, para lo cual las entidades territoriales, entre otras, deben garantizar la infraestructura física de las instituciones educativas en condiciones adecuadas. El programa realiza la prestación del servicio durante el calendario escolar definido por cada entidad territorial calificada. ¿Cuántos torcidos existieron y existirán al amparo de ley y la justificación que a los niños se les está brindando una excelente alimentación?
El dinero para los pobres en esta política gubernamental tiene una importancia, si quienes la administran, saben para qué es, porque allí están las mejores tajadas para enriquecerse y patrocinar campañas políticas y candidatos. Acá es donde se inicia la cadena del Gobierno y los contratistas, al amparo de muchos que buscan beneficiarse.
Dónde quedó este informe que dice: el Ministerio de Educación del año 2013, que «la alimentación es un derecho universal y, en este caso, las familias, la sociedad y el Estado deben contribuir para garantizar el acceso universal a la alimentación escolar, sumando recursos de diversas fuentes». Y le agregaríamos de calidad, con que no se cuenta actualmente.
Ese objetivo principal de contribuir con la permanencia de los estudiantes en el sistema escolar y aportar, durante esa jornada macronutrientes (carbohidratos, proteínas y grasas) y micronutrientes (zinc, hierro, vitamina A y calcio), frutas y verduras, «fomentando estilos de vida saludables y mejorando su capacidad de aprendizaje». Queda prácticamente contaminado con estos procederes, sin escrúpulos por lo que se les brinde a los niños que no tienen una ración en sus hogares, los pobres cuando asisten a las escuelas.
Pasamos ahora a lo que sucedió hace tres años (2016) de un escándalo en igual de circunstancia a la delincuencia, en la Alimentación del PAE en Santander, que hizo una compra de tamales a un operador de grúas por 30 millones y en otros contratos se guardó más de 2000 millones de pesos, según la Fiscalía. Vuelve y engañan con la carne… De burro, supuestamente como dicen los abogados para indilgar al personaje Fernando Trujillo, que vendió a los comedores escolares para que consumieran los inocentes niños, tiene el mismo apellido Trujillo como el anterior investigado y condenado.
Esta noticia nos tiene indignados y buscando responsables políticos, porque los hay, los hay. En una administración donde se manejan miles de millones de pesos, el diablo tienta las conciencias y nos es para que un exalcalde Rodolfo, salga a colocar cortinas de humo cuando él ponderaba el contrato muy claro y justificaba en una declaración que si lo hacían barato era porque le quedaba plata… Y cómo no si los suministros eran de baja calidad y con carne de dudosa procedencia.
La historia es muy sabia, queridos lectores, después de dieciocho años de existir el PAE, estamos igual o peor, si bien las exhaustivas investigaciones de los órganos de control y justicia, tienen a los corruptos tras la rejas y no la casa por cárcel, muchos países que aplican la justicia tienen una envidia por este país que pueden hacer dinero fácil a costa de justificar que están erradicando la pobreza, la deserción escolar y la desnutrición en los niños. ¡Qué ironía de nuestras instituciones gubernamentales, con la cáfila de coimeros!
*Poeta y escritor.
Twitter: @bizonteamarill1