Por: César Mauricio Olaya Corzo/ Corre el año de 1852 y en términos generales buenos aires soplan sobre la pequeña villa, que ya comenzaba a destacarse por su dinámica comercial y por la apertura de almacenes, construcción de casas modernas, nuevos barrios y en general, un espíritu de progreso notable.

Para esta época aparece en escena un personaje que hoy sigue siendo un referente de nuestra historia, el ingeniero y comerciante alemán Geo von Lengerke, que en las Crónicas de Don José Joaquín García así lo refiere:
“vino a radicarse en esta plaza el extranjero señor Geo von Lengerke, quien estableció negocios de tabaco y sombreros en grande escala.
Era el señor Lengerke natural de Alemania, persona de agradable trato y de fisonomía distinguida y simpática; cortés y amable, al par qué, obsequioso y de genio alegre, supo con sus buenas prendas captarse la estimación general. Sobresalía en las reuniones por sus buenas ocurrencias, y daba marcadas muestras de cultura, particularmente por el respeto que siempre manifestó en actos públicos por la religión dominante, que no era la que él profesaba, lo que le atrajo muchas simpatías.
Fue también introductor; fundó una respetable casa comercial que aún subsiste hoy bajo la razón social de Loret & Volkmann; construyó varios edificios y contribuyó en mucho a dar impulso al progreso material de la localidad”.

Amante de la buena vida, del buen beber y el buen comer, además conquistador y galante mujeriego, el alemán se daba sus mañas para disponer de los espacios donde se aseguraran sus gustos, de tal manera que de su propia iniciativa levanta lo que podría llamarse el primer salón de baile, restaurante y sala de juegos, al que bautizaría El Tívoli, en rendido homenaje a la belleza de un entorno que le recordaba a esta región italiana.
Pero no se trataba solo de Lengerke, como hemos dicho, la ciudad vivía épocas de progresismo, con nuevos trazados de calles, instalación de mejoras sanitarias, más servicios de baños públicos, apertura de colegios y construcción de nuevos templos y claro, edificios comerciales, muchos de ellos propiedad de extranjeros que habían hecho de Bucaramanga una especie de punto de convergencia de una particular migración, donde alemanes e italianos, eran los países que mayor número de ciudadanos registraban en la por entonces Capital del Departamento de Soto, otro de los nombres a anotar en la historia nominal de nuestro territorio.

La mentada lucha de clases
Es evidente que el bienestar no es común a todos y siempre habrá quienes gocen de mejores condiciones y la vida les sonría favorablemente y obviamente que estos eran minoría, lo que determinaba la tantas veces citada lucha de clases sociales que, por cierto, en Bucaramanga tuvo ilustres cuadros que bien lo ilustraban.
Bajo este precepto, nace el llamado Club del Soto (Después se convertiría en el prestigioso Club del Comercio), del cual el cronista García expone el acta de fundación, que se abre con el siguiente marco referencial:
«La Junta organizadora del club de soto, en su Sesión preparatoria acordó la siguiente proposición: ‘Excítese a todos los caballeros residentes en esta población, por medio de una circular, con el objeto de que, si lo tienen á bien, tomen parte en la fundación de club de Soto, suscribiéndose como miembros activos en la lista que formará al efecto la comisión de la niesa.’ = Esta asociación tiene por exclusivo objeto la organización de un centro de reunión, para estrechar las relaciones sociales y ventilar los intereses comerciales y literarios del Departamento…»

Tiempos de progreso, donde la educación y la formación tanto en escuelas de instrucción pública, como colegios femeninos y centros de formación en actividades liberales (forja, panadería, ebanistería, carpintería, entre otras), multiplicaban los resultados en términos de bienestar.
En referencia a este capítulo, vale la pena destacar la presencia en la villa del maestro Manuel Carreño, quien tuvo bajo su batuta la formación de más de cien infantes, con los cuales puso en práctica sus apuntes, que luego se convertirían en la afamada cartilla nombra Urbanidad de Carreño.

Por estos mismos tiempos, se da la posesión como presidente de la Colombia federalista, de Aquileo Parra Parra, oriundo de Barichara y el que es homenajeado como el primer mandatario nacional que ha tenido nuestro departamento.
Un penoso acontecimiento derivado del descontento que determinaba el poder que ostentaban comerciantes y extranjeros, contra el gremio que agrupaba a los artesanos y obreros, que buscaban organizarse de cara a tener una representación política en las decisiones de ciudad, fue la llamada ´noche septembrina´, cuando tras las elecciones de diputado donde la totalidad de las curules la ganaron representantes del sector económico pudiente, el 7 de septiembre de 1879 se generan protestas y agresiones verbales y físicas, que terminaron en una gran trifulca en la que fueron asesinados entre otros ciudadanos, los alemanes Ernst Müller y Herman Hederich, lo que afectaría el buen nombre ganado de Bucaramanga.
Ahora bien, como tal lo que a los ojos de hoy se ve como una reacción violenta de parte de un sector social inconforme y altamente influenciado por los calores que se derivan de las dinámicas políticas que nunca han dejado de ser el combustible que aviva el fuego y obviamente el licor que corrió sin control durante todo el día electoral, tendría complejas repercusiones para el positivo panorama de bienestar que vivía la ciudad.

En relación a los hechos curiosos que se dieron tras el desafortunado evento, se destaca la solicitud hecha directamente por el consulado alemán en Bucaramanga, para solventar los hechos que habían generado en la muerte de dos ciudadanos de ese país y que José Joaquín García expone en sus crónicas.
“Habiendo muerto en los sucesos de septiembre de 1879, dos ciudadanos extranjeros, naturales de Alemania, y habiendo tenido parte en los sucesos, algunos funcionarios públicos que ejercían autoridad, el asunto fue causa de reclamación y en virtud a ello, el Gobierno ha de convenir en dar una satisfacción, consistente en rendir un homenaje a la bandera alemana y disparar salvas de cañón, en regla para estos casos, correspondiéndole al embajador alemán, el estar presente a modo de testigo y en acto público en la plaza principal de la ciudad”.

Como vemos la historia de nuestra capital ha pasado por incontables situaciones y hechos, la mayoría de ellos desconocidos para nosotros mismos como ciudadanos de nuestra ciudad capital.
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*Comunicador Social y fotógrafo.