Por: Laura María Jaimes Muñoz/ Los recientes desórdenes ocurridos en el país han sido atribuidos a Nicolás Maduro, el dictador de Venezuela y a Gustavo Petro, el senador izquierdista colombiano. Pero, a pesar de que el segundo al mando en Venezuela ha dicho reiteradamente que promueve la desestabilización de América Latina y de que Petro ha exhibido, de manera reiterada, odio al establecimiento colombiano y, de manera especial, al actual jefe de Estado, nunca podremos estar seguros.
Lo cierto es que Colombia ha sido puesta en una terrible situación y que nos corresponde a todos los ciudadanos tratar de resolver las cosas. Porque, sencillamente la solución a una crisis que lleva décadas—por no decir siglos—conformándose, no radica en la renuncia del presidente Duque.
¿Por qué habría de querer Maduro que Duque saliera del escenario? Quizá porque no está feliz con el liderazgo que el presidente colombiano ha ejercido en contra de su dictadura, que presagia con agravarse hacia el inmediato futuro. Y, ¿por qué habría de querer Petro la desaparición de Duque? Porque su posición de comunista radical no le permite consolarse del fracaso de su candidatura presidencial y porque, a pesar de lo que sucede en el vecindario con los gobiernos de izquierda, sigue considerando que la solución de nuestros problemas, que, sin duda, son muchos y muy graves, depende de la instalación del Socialismo del Siglo XXI.
Es evidente que, a Petro, y a muchos otros como él, nada les dice el caos venezolano actual, porque están convencidos de que en Colombia sí funcionará un sistema aberrante que ha fracasado sucesivamente alrededor del mundo desde que fue puesto en práctica.
Es que, cuando la política se convierte en religión, es difícil sacar de las obsesiones a sus adeptos. Y es obvio que el embeleco socialista es una religión perversa que destruyó la Unión Soviética, que produjo inmenso dolor en un amplio sector de Europa y hoy es causa de padecimientos sin fin en Cuba y Nicaragua, las otras dos dictaduras regionales.
Nadie sacará a Gustavo Petro de su idea de que donde fracasaron otros él podrá obtener un triunfo resonante, porque el socialismo es predicado por personas arrogantes, perturbadas, mesiánicas y narcisistas, convencidas de su propia superioridad y, lamentablemente, con la labia necesaria para manipular a las “masas” y obligarlas a seguir sus designios.
Por tanto, no podemos esperar que Petro piense en el país, sino en sus delirios fatales. Luego podrían venir peores momentos para nuestro país, si no hacemos lo que nos corresponde.
Pero, alguien preguntará, ¿qué nos corresponde hacer?
Dar la espalda a estas ideas locas del socialismo fracasado. Hacer conciencia de que la salvación de Colombia depende de cada uno de nosotros, como ciudadanos, y que esa salvación depende de abrazar la democracia como modelo y rechazar toda invitación al desorden, para no llegar a situaciones tan graves como las de Venezuela.
¿Exigir la renuncia del presidente Duque? De ninguna manera, porque eso sería hacerle el juego a Petro y similares. Para defender el país tenemos que fortalecer la democracia. Y trabajar duro, desde luego.
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