Por: Javier Quintero Rodríguez/ En la búsqueda inconsciente del tema para esta columna, fue inevitable relacionar mi lectura actual, un “Best Seller” del New York Times que sugiere aplicar el Pensamiento de Diseño para la vida, con otro posible uso: la gestión pública de las ciudades.
Cierto es que se puede salir adelante importando ideas y aplicarlas al contexto local tipo “seremos la Barcelona de Suramérica”, o “esta es la pizza de one dollar – two dollars de Manjáran, Niuyork”, o la copia que le hemos hecho en la ciudad de los parques a sistemas de transporte, urbanismos tácticos o ciclorrutas. Pero creo que cualquier esfuerzo heterogéneo y coordinado, que considere la cultura, la sociedad, la economía y las necesidades locales, puede producir mejores resultados.
El Pensamiento de Diseño (o Design Thinking), con origen en la disciplina que lleva su nombre, es una aproximación analítica y creativa que se enfoca en las preocupaciones, intereses y valores de los usuarios, en este caso de los ciudadanos. Muy en resumen, en vez de centrarse en el producto (llámese programa social, vía, intercambiador o estatua con teleférico), se centra en el ciudadano, en su esencia, en lo que necesita y valora.
En su versión más básica, el Pensamiento de Diseño es un esquema de procesos iterativos que se compone de seis fases: Empatizar, definir, idear, prototipar, testear e implementar. Entonces, por ejemplo, si lo que se quiere resolver es un asunto como la poca cultura del reciclaje, en vez de ir directamente a hacer una costosa campaña publicitaria para sensibilizar sobre el tema, comenzaríamos por interactuar de alguna manera con el ciudadano para entender sus conocimientos, creencias, usos y costumbres alrededor del hogar y del reciclaje. Una vez comprendido, llegaría el momento creativo, la etapa en donde, con un trabajo interinstitucional y multidisciplinario, se explorarían todas las ideas posibles y prototiparían las mejores de ellas para finalizar testeando y finalmente implementando la mejor solución. Estas iteraciones de prueba y error son mucho menos costosas que las “pruebas piloto” a la que nos han acostumbrado últimamente, ya que se hacen a menor escala y bajo un método de aprendizaje continuo. Adicionalmente, al incorporar distintos actores de la sociedad, llámese empresariado, academia o representantes de grupos de interés, no solo se adelantaría la socialización, sino que la probabilidad de éxito sería ampliamente superior al ser construida por todos, vinculando así un fuerte compromiso. Para el caso del reciclaje, ideas menos convencionales como señalización clara, educación en colegios y premios u otros incentivos, podrían mostrar mejores resultados con menos recursos.
En otro ejemplo más palpable, la decisión de construir ciclorrutas se dio siguiendo una tendencia mundial en medio de la dinámica de moda “va porque va”. Como el producto ”se vende” en otras ciudades, entonces lo único que había que pensar era por donde se construiría. Pero el Pensamiento de Diseño nos habría llevado a preguntarnos: ¿qué es lo que necesita realmente el ciudadano? ¿qué es lo que hay que resolver? Las respuestas habrían pasado probablemente (pero no lo sabemos porque poco preguntamos) por una movilidad eficiente, rápida y accesible en una ciudad cada vez mas respirable. No sabemos cual habría sido la conclusión, pero sí podemos asegurar que sería más ajustada a lo que el ciudadano quiere y valora, y lo que hoy se construye no tendría tanto detractor.
Un estudio realizado por la Universidad de Santa Catarina, en Brasil, confrontó el uso del Pensamiento de Diseño sobre las dimensiones típicas de una ciudad inteligente (esa que tanto nos han prometido): Personas, economía, gobernanza, medio ambiente, movilidad y estilo de vida. Entre las conclusiones, se encontró que la metodología puede usarse para cualquiera de estas seis dimensiones, tanto a nivel micro como macro. “Puede aplicarse a algún aspecto de la comunidad, al barrio o a la ciudad como un todo”, aclaran los investigadores.
Parte de este estudio fue la revisión de experiencias tanto en el mundo como en Brasil. Entre las primeras se destaca el caso del proyecto MyNeighbourhood realizado en varias ciudades de Europa y enfocado en crear una nueva visión de la ciudad a través del fortalecimiento de lazos sociales entre barrios, usando valores tradicionales de las comunidades quienes tienen a disposición una plataforma para “reconectarse unos a otros, compartir ideas, crear nuevas formas de interacción y así ayudar a hacer su cotidianidad más inteligente en cuanto a salud, medio ambiente, participación, transporte, entre otras”.
Terminaré mi libro, desde ahora convencido de que el Pensamiento de Diseño no solo sirve para la vida personal sino que es una forma muy interesante de repensar las ciudades, y tal vez, otros aspectos de la política pública. Líderes de Manjáran, les dejo la pelota picando…
Sobre Manjáran, ver video.
Sobre el libro, ver link.
*Economista, MBA.
Twitter: @javierquinteror