Por: Luis Eduardo Jaimes Bautista/ La vida está en una camándula llena de pepitas que se pasan a medida que corren los días y el tiempo en un reloj de pulso en la muñeca. Muchos dicen: “Qué hace que fue enero y ya estamos en diciembre, los años pasan y la gente no se da cuenta”. Creo que no necesitamos ser los Albert Einstein para entender la ley de la relatividad. Vivimos en un espacio y tiempo que jamás nos damos cuenta. Pasa la vida y las cosas siguen lo mismo con diferentes contenidos. El hecho es que nos volvemos viejos. Unos duran más, otros menos.
Algunas veces nos volvemos filósofos de la vida cotidiana y más en un país que mira hacia el espacio oscuro del miedo. A muchos les interesan las fiestas decembrinas. La tradición que ha pasado de generación a generaciones. En el mundo todos las celebran a su manera: Religiosa o pagana.
Quiero exponer de una manera diferente esta época: fechas que empiezan con el ocho, el veinticinco y hasta el 31 de diciembre. Para los judeo-cristianos (lo religioso) y para los paganos, que es interesante contar, empezó a fecharse hace unos cinco mil años, en las tinieblas del Neolítico. Días cortos (o más largos, si se celebraba la cuestión bajo la línea del ecuador) y festivales eternos y comilonas bestiales junto a pilares de piedra iluminados por hogueras e intercambio de objetos de bronce y, después, todos a aparearse con todos bajo ese pino sagrado y a esperar los nacimientos con la llegada de la primavera.
“Y las Saturnalias de los antiguos romanos en las que, por un rato, los esclavos eran servidos por sus amos y se intercambiada sigillaria (figuras de cera o arcilla).y las doce jornadas medievales yendo del 24 de diciembre a la twelfth night del 6 de enero con danzas, canciones y torneos. Y la versión victoriana –con los niños como grandes protagonistas- que es aquella de la que proviene la nuestra. Los niños soñaban en su pensamiento infantil con juguetes y no con teléfonos móviles”.
De esa época con la realidad nuestra, de colombiano, que como si estuvieran en ese pasado y seguimos haciendo lo mismo, ya no existen las hogueras, desde el más pobre hasta el más rico tienen su iluminación (gracias a los chinos que producen las instalaciones para iluminar el mundo.)
En cuanto a los regalos, esos los estamos recibiendo anticipados por parte de un gobierno, que si entiende a sus Congresistas, aprobando las cosas lesivas para el pueblo y que su protesta crece en contra de una economía mentirosa desde el Ministro de Hacienda del señor Carrasquilla. La Navidad este año tiene ese motivo incendiario, donde las fuerzas del orden están para reprimir, cosa que le gusta al expresidente Álvaro Uribe para dominar el poder y su feudo.
Si empezamos, la Navidad, nos olvidamos del reajuste del salario mínimo y nos metemos en -la edad de pavo-. Lo más espeluznante de la navidad & Co, es el desafuero de los vecinos con su misma comunidad. El licor, la pólvora. Lo demencial de muchos borrachos al volante.
Lo terrible de la Navidad es obligar a repasar una y otra vez de que traten de encontrar la felicidad (la que se pensó durante los 11 meses y dos semanas. Ella se pluraliza) y va a los brazos del consumismo, allí se revuelca buscando donde puede hacer la inversión.
Las campanitas de navidad, son tilín, tilín, se prenden las velitas del 7 de diciembre, cada familia le hace el alumbramiento a la vida y en acción de gracias por los otros doce meses. Una dimensión espacial, en la que se supone que todos flotamos en el limbo de la paz. Ese mundo donde se ríe el Presidente Iván Duque: ho-ho-hooo, la su maquiavélica dentadura se muestra como un Drácula. Creo que no lo interesa que diciembre esté a lado, porque seguirán las protestas.
Twitter: @LuisEduardoJB1