Por: Javier García Gelvez/ Aún recuerdo a muchos contemporáneos incrédulos de las bondades y del inminente surgimiento de un modelo educativo capaz de enfrentar los estándares tradicionales de la educación con resultados que no tienen nada que envidiar a la presencialidad.
No estábamos ni tibios cuando nos disputábamos entre Albarracín, Barragán y Piedrahita los primeros lugares en subir las empinadas escaleras de nuestra alma mater, para entrar raudos y sentarnos frente a los Macintosh en nuestra clase de informática; Disk floppy en mano y como buenos afiebrados éramos los primeros en encender los tremendos equipos de la manzanita multicolor… ¡No los prendan todavía! Gritaba el profe… Ya era demasiado tarde… faltaban las instrucciones previas que ya nos sabían a leche.
Fueron mis primeras incursiones en el mundo de la informática; que en algunas oportunidades se vieron interrumpidas por mis impulsos de caballero que sucumbe ante la triste mirada de la última en ingresar al salón, entonces; le cedía mi puesto.
A partir de ese momento la informática se convirtió en un complemento para las actividades rutinarias y no rutinarias de mi vida, trabajar sin computador es como tomar guaro sin limón…y algo muy importante es que la informática es una fuente de ingresos muy importante en la vida contemporánea.
Y no solamente en mi formación pregradual y posgradual las herramientas tecnológicas se han convertido en el principal bastión de aprendizaje, sino que también en mi desarrollo profesional se constituye en un elemento importante para cumplir con satisfacción las metas trazadas.
Aun me acuerdo hace varias décadas cuando el Profe Liz me planteo la idea de crear una oficina virtual; obviamente en ese entonces era algo descabellado, hoy en día; las circunstancias de la vida le están dando la razón y la idea ya pululo en todas partes.
Tuve la oportunidad de ser parte de una pequeña cohorte de profesores que se atrevió a diseñar un curso totalmente virtual. Ha sido una experiencia muy nutritiva y sobre todo siempre con la visión puesta en que la informática es la solución a los problemas de espacio y tiempo en la formación académica.
Y no se trata solamente de poner a los estudiantes a ver videos como dicen muchos, es generar contenido, interacción, investigación, consulta, análisis, opinión y aprendizaje. Es reinventar el rol de estudiantes, administrativos y profesores; es enfocar el curso en el estudiante y dejar mensajes cognitivos perdurables en ellos.
La educación también sintió y en forma más acentuada el coletazo del Covid-19; tanto así que millones de estudiantes tanto de colegios como de universidades están estudiando desde casa debido a la determinación del Gobierno de suspender las clases presenciales para evitar la propagación del coronavirus.
No es fácil construir escenarios académicos imaginarios alrededor de lo que debe ser el discurso del docente; esto involucra dos aspectos básicos que tienen que ver con el rol del docente durante su proceso de formación, y las competencias propias de su quehacer profesional.
Esto quiere decir que el discurso del docente se sustenta en premisas curriculares unificadas, en la diversa información proveniente de un conocimiento cotidiano y en muchos casos en el poder del conocimiento
Lo anterior lo traigo a colación porque la educación virtual tiene que convertirse en una opción maravillosa para forjarse una carrera profesional sin necesidad de apartarse del trabajo o de la familia, por su flexibilidad que nos permiten ser padres, empresarios y docentes al tiempo que cursamos nuestros estudios; y para ello se necesita un docente virtual empoderado del importante rol que debe desempañar en el ejercicio de la virtualidad.
Si a eso le agregamos que, dentro de las diversas estrategias e iniciativas desarrolladas por los actores de la educación superior, a propósito de la contingencia causada por el Covid-19, ha llamado la atención el fortalecimiento del uso de herramientas innovadoras demostrado por las bibliotecas virtuales.
Los entornos virtuales de las bibliotecas se constituyen en fuentes infinitas de conocimiento que ayudan a la comunidad universitaria a desarrollar procesos investigativos apuntando a la formación de egresados críticos y con gran sentido social.
El Covid-19 nos tiene que llevar por el sendero de la virtualidad en la educación, es preciso la ruptura de paradigmas y en cambio de esto, propiciar espacios de transición que no genere traumatismos entre la educación presencial y la virtual.
La realidad es que, en Colombia, como en otros países de la región, las modalidades de formación con uso intensivo de tecnología no gozan de buena reputación. Eso es quizás debido a algunas prácticas de baja calidad existentes y posiblemente también a la falta de lineamientos para la garantía de calidad. No sucede así en países como Estados Unidos, Canadá o en regiones como Europa o Australia, donde las mejores universidades están ofreciendo desde hace años programas en línea con excelentes niveles de calidad.
*Contador Público y Especialista en Revisoría Fiscal y Contraloría.
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