Por: Luis Carlos Heredia Ordoñez/ Es el famoso «Día sin Carro», esa jornada en la que nos damos una tregua del caos vehicular. Pero, siendo sinceros, un solo día sin carros no va a arreglar el problema de la contaminación del aire en Bucaramanga.
Este evento es como echarle una cubeta de agua a un incendio forestal.
Se siente bien por un momento, claro, pero al día siguiente volvemos a la realidad: trancones, humo y esa capa gris que cada vez parece más pegada al cielo.
¿Será que la contaminación es solo culpa de los carros, o estamos enfocando mal el problema?
Bucaramanga, la ciudad bonita, está perdiendo brillo por culpa del aire que respiramos. Con cada vez más vehículos en las calles y una infraestructura que no da abasto, el aire se vuelve un enemigo silencioso.
Y no, los carros no son los únicos responsables. Fábricas, construcciones, y esas quemas de basura que todavía vemos en las zonas rurales contribuyen al problema.
El Día sin Carro es una medida interesante, pero insuficiente. No es que no sirva para nada; claro, ayuda a concienciar, pero de fondo no está resolviendo lo que realmente importa.
Al siguiente día, los carros vuelven, el tráfico se retoma y, con ello, el aire se vuelve tan denso como siempre.
Aquí es donde entramos en terreno firme. Bucaramanga ya cuenta con un Plan de Gestión de Calidad del Aire. Y ahí está la clave.
La solución no es hacer más días sin carro; es implementar este plan de forma eficaz, con medidas claras y aplicables que no nos den un respiro de un solo día, sino una mejora constante.
Primero: Transporte público eficiente y ecológico. Menos carros particulares y más transporte público de calidad, buses eléctricos y una red de ciclovías real, no esas que parecen más decorativas que útiles.
Un sistema de transporte masivo que sea atractivo para el ciudadano, con rutas accesibles y sostenibles, es lo que verdaderamente marcará la diferencia.
Segundo: Incentivos a la industria limpia. Necesitamos premiar a las empresas que invierten en tecnologías que reducen sus emisiones.
No todo es sancionar al que contamina; también debemos incentivar a quienes se comprometen con el aire que respiramos. Empresas más limpias significan una Bucaramanga más respirable.
Tercero: Educación ambiental desde las aulas. El cambio real comienza en las generaciones jóvenes.
Si desde pequeños entendemos cómo nuestras acciones afectan el aire, si nos educamos en cómo cuidar nuestro entorno, creceremos siendo más conscientes y responsables. Esa es una solución a largo plazo, pero es la más sostenible.
El Día sin Carro no soluciona nada de fondo. Es una medida simbólica, que a muchos solo les representa un día incómodo en el que deben encontrar cómo movilizarse.
Y ahí está el problema: lo vemos como una molestia o una curiosidad, pero no como una oportunidad real de cambiar hábitos.
Si no se acompaña de campañas serias, de educación constante y de medidas estructurales, el Día sin carro será solo eso, un día y nada más.
No es que esté mal, pero mientras sigamos celebrando una vez al año que respiramos un poco mejor, sin cambiar nada de fondo, seguiremos en lo mismo.
Necesitamos un cambio verdadero, y ese cambio lo tenemos en nuestras manos con el Plan de Gestión de Calidad del Aire.
La meta no es tener más Días sin carro, sino que cada día sea respirable sin necesidad de cerrar las calles.
Un transporte público eficiente, industrias comprometidas y una ciudadanía educada son las herramientas para que en Bucaramanga se respire aire limpio siempre, no solo un día al año.
El verdadero reto es hacer que este tipo de jornadas dejen de ser necesarias.
No se trata de hacer un sacrificio simbólico, se trata de cambiar la forma en que vivimos y nos movemos. Un futuro donde el aire de Bucaramanga no necesite de excusas para ser limpio está al alcance, solo si tomamos decisiones serias y dejamos de ponerle curitas al problema.
Así que, menos días sin carro y más acción. Porque al final del día, todos queremos una Bucaramanga donde el aire sea tan bonito como la ciudad misma.
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*Tecnólogo ambiental, ingeniero ambiental.
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