Por: Juan David Almeyda Sarmiento/ A menos de un mes de las elecciones locales empiezan a aflorar todos los errores que los candidatos alguna vez han tenido a lo largo de su corta o larga carrera política. En este caso, es pertinente llamar la atención del candidato que, nuevamente, se presenta como representante a gobernación de aquellos que se autodenominan en Santander como «alternativos». Ya en las anteriores elecciones a gobernación este candidato brilló por ponerse al frente de una nueva forma de pensar la política en Santander, una que no se ubicaba dentro de los caudillos acostumbrados en este departamento; no obstante, en esta revancha no solo se ha quedado corto en comparación con la pasada contienda, sino que debe enfrentarse con un enemigo que fácilmente puede sentenciar su posible victoria, él mismo.
Es cierto que muchas veces la política se reduce a elegir en el menos malo de los candidatos, quizá apelando a un pragmatismo político que permite a los votantes dormir tranquilos por las noches tras votar por un candidato de dudosa procedencia, pero un aspirante a gobernador no puede sostener todos los errores que él mismo comete bajo esta idea. La manera en que se ha llevado la campaña de este personaje «alternativo» hace dudar si realmente tiene algún control de su equipo de trabajo, puesto que los errores que ha tomado antes y durante su carrera electoral del 2019 son demasiado desastrosos para no ser vistos por la persona que en 2015 quedó en segundo lugar frente al calamitoso Didier Tavera, y hacen pensar que algún novato fue el que lo consideró conveniente.
La cuestión aquí no es si votar o no por Leonidas, la pregunta es dónde está el candidato del 2015, ese que hizo pensar que Santander podía tener un futuro. Cierto es que la baraja de candidatos a gobernación no es la más generosa en cuanto a calidad, ética, seriedad o cualquier tipo de virtud, pero eso no debe ser motivo para que se dé por sentada una victoria, la historia reciente ha demostrado que nada hay más volátil que las elecciones. Es menester cuestionar su manera de hacer alianzas políticas, la forma en que abandonó su puesto en el senado, su narcisismo político, su ausencia de impacto real en la sociedad, etc. Todo esto, no porque no se deba actuar de esta manera (se han admitido errores peores en otros personajes de la política colombiana), sino porque este modo de proceder hace que nazca más desconfianza dentro del electorado y hacen cuestionar la manera de hacer política de un personaje que se mostró políticamente lúcido en el pasado.
Cuenta Heródoto que: «de entre todos los seres humanos, Leónidas, mientras se hallaba con vida, fue la persona con quien más se irritó el rey Jerjes». Una apreciación que trae a colación la forma en que el rey de Esparta fue un dolor de cabeza para el rey persa, más aún si se piensa en que Leónidas muere en la Batalla de las Termópilas frente a los ejércitos de Jerjes. Claro está, el candidato a gobernador no es un héroe espartano, ni tampoco se le podría pedir que lo sea, pero lo que sí se le puede pedir es que no tiente su suerte con formas dudosas de hacer política.
Santander no es una tierra de puntos neutros, es fácil apuntar dónde están los eternos dueños de estos terrenos. Por lo tanto, es sospechoso que un denominado «alternativo» de la política caudillista tradicional pacte con las familias que se consideran dueñas del departamento. Repito, dónde estará el Leonidas del 2015, ese que animaba a salir a votar por el cambio. Leónidas I murió siendo un héroe de Esparta y un personaje recordado por la historia universal; sin embargo, nuestro candidato de nombre similar no pasará de ser otro peón o peor, otro caudillo más.
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