Por: Edward Pinilla/ Hace muchos años en la frontera entre Pakistán y la India, sobre la ribera del río Indo, vivía un hombre llamado Alí Hafed. Cierto día llegó hasta su hacienda un sacerdote budista pidiendo posada, Alí accedió.
El sacerdote budista le relató desde su punto de vista como se creó el mundo. Le dijo que era una bola de fuego y que Dios metió su mano y revolvió varias veces hasta que explotó y de allí se formaron las montañas, ríos, la naturaleza y que de ciertas rocas que no alcanzaron a explotar y quedaron carbonizadas se extrajeron los minerales como oro, plata y otros. También que, otras rocas carbonizadas quedaron sobre la superficie de ríos con arenas blancas, que quien las encontrase sería un hombre muy rico pues estas piedras se conocen como: diamantes.
Esto causó impresión a Alí, que decidió ir a buscar esos ríos con arenas blancas. Vendió su propiedad y emprendió su viaje sin tener éxito, murió cerca a las playas de Barcelona. El hombre que había comprado su propiedad llevó cierto día a los animales a tomar agua a una quebrada que pasaba junto a la casa que era de Alí, se sorprendió al ver una luz que salía del agua, se sumergió y recogió una roca, la llevó a su casa y la puso en la chimenea, ignorando de que se trataba.
El sacerdote budista pasó para ver que había pasado con Alí, tocó y al abrir la puerta vio en la chimenea lo que era un diamante, preguntó que, si había regresado Alí, y al ver que no era así, pidió ser llevado donde había sido encontrada esa piedra. El nuevo propietario de la casa lo llevó, se introdujo en el agua y de allí sustrajeron diamantes.
La historia cuenta que este lugar se conoce con el nombre de las “minas de Golconda”, de donde se extrajeron los diamantes “Kohinoor y el Orloff”, pertenecientes a las coronas de Inglaterra y de Rusia, de altísimo valor económico. De acuerdo a esta historia, los seres humanos muchas veces buscamos fuera lo que tenemos adentro. Todos los seres humanos fuimos dotados por el creador con la capacidad de ser exitosos, prósperos, sanos y felices.
La fuente de este poder se conoce como el cerebro. El cerebro humano pesa alrededor de 3 libras, tiene 100 billones de neuronas, procesa en su mente consciente 2.000 Bits de información por segundo y en la inconsciente 400.000.000.000 de bits por segundo, y de acuerdo a estudios hechos por el Instituto de Investigación Stanford del Cerebro, no alcanzamos a utilizar ni el 10% de su capacidad.
El cerebro es como una computadora biológica, y como toda computadora necesita de software o programas mentales para su funcionamiento. Estos programas son conscientes e inconscientes. Varios determinan los latidos del corazón, y el funcionamiento de otros órganos, pero existen otros que se encargan de las conductas, hábitos, costumbres y paradigmas, que se alojan en la mente inconsciente y que determinan nuestro destino, pues estos softwares mentales son responsables del 95% de los resultados que obtengamos en la vida.
¿Comprendes por qué algunas personas no logran alcanzar éxito, mientras que otras sí? ¿Por qué algunos tienen salud, mientras que otros son enfermos?, y así sucesivamente, todo depende de la programación de esa computadora biológica.
El cómo ha sido programado ese computador, depende de toda la vida. La programación empieza en el hogar. Estudios han demostrado que de los 0 a los 6 años, se forma el 85% de la personalidad y que el restante 15% se forma en los restantes años. Es decir, que si es posible cambiar la programación.
Formamos desde niños, hábitos de pereza, enfermedad, escasez, de soledad, de violencia, de inconformismo, de maldad o de bondad, etc. En otro artículo, hablaré sobre cómo empezar a reprogramar la mente para producir cambios.
*Periodista
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