Por Aidubby Mateus/ Hablar del SENA es hablar de esperanza. Para quienes venimos del campo, no se trata solo de una entidad de formación: es un puente entre la dignidad y el desarrollo, entre el arraigo y el acceso a derechos. En mi vida y en la historia organizativa de ASOMURCGAM la Asociación de Mujeres Campesinas de Gámbita, el SENA ha sido catalizador de cambios que marcaron nuestro rumbo colectivo.
Corría el año 2008 cuando me vinculé a esta organización de mujeres decididas a proteger la vida, el medio ambiente y la soberanía alimentaria. Éramos un grupo con sueños grandes y herramientas escasas, pero con la firme convicción de que el trabajo comunitario podía transformar la realidad. Fue en ese entonces cuando una capacitación del SENA sobre educación ambiental encendió una chispa que hasta hoy continúa ardiendo en nuestras convicciones.
Recuerdo con gratitud aquel encuentro realizado en la estación de Policía del municipio. Nos invitaron a cuestionarnos sobre el impacto de nuestras acciones cotidianas en el entorno. Hablamos de recolección en la fuente, del uso de semillas nativas, de los residuos que debían ser llevados hasta Cabrera, de la tala indiscriminada, de los agrotóxicos. Aquel instructor, verdadero embajador del SENA, no solo enseñaba; nos invitaba a soñar, a construir, a proponer.
Lo que para muchos parecía una utopía, comenzó a tener forma. Las ideas que allí nacieron inspiraron campañas municipales de conciencia ambiental que, con distintos enfoques, han sido continuadas por varias administraciones locales. La semilla sembrada germinó en proyectos concretos: hoy, Gámbita cuenta con un compactador de residuos y avanza en la construcción de una Estación de Clasificación y Aprovechamiento, fruto de la gestión articulada entre la Gobernación de Santander, la administración municipal y la ESANT.
Esta historia local se enlaza con un reconocimiento nacional: el SENA ocupa el primer lugar en el ranking del Brand Asset Valuator (BAV) como la marca más querida por los colombianos, con una calificación sobresaliente de 99,5 puntos. Este estudio, realizado por la firma VMLY&R, evaluó más de 1.500 marcas teniendo en cuenta atributos como la relevancia, la estima, la familiaridad y la diferenciación. No es un dato menor. Es una ratificación de lo que sentimos quienes hemos vivido su impacto en carne propia.
Más allá de cifras, el SENA es confianza, cercanía, respeto por los saberes del territorio. Y ahora, con el nacimiento de campeSENA, da un paso más profundo y valiente: poner el foco en el campesinado como sujeto de derecho, como actor central de desarrollo, como pilar de la identidad nacional.
Este nuevo proyecto busca articular las áreas y niveles del SENA para brindar atención integral y diferencial a campesinos y campesinas, eliminando barreras de acceso y adaptando sus servicios a los contextos rurales. Y lo está haciendo con algo que pocas instituciones practican: la escucha activa. Entre el 18 de mayo y el 26 de septiembre se realizarán 222 encuentros en todo el país. En Santander ya se celebraron dos de ellos, en Aratoca y en mi querido Gámbita, con participación masiva y diálogos transformadores.
Aún están pendientes encuentros en municipios como Páramo, Socorro, Vélez, Barbosa, Málaga, Matanza, Piedecuesta, Cimitarra y Barrancabermeja. Estoy convencida de que, con la fuerza que nos caracteriza a los santandereanos y santandereanas, cada jornada será un éxito y una oportunidad para reafirmar lo que tanto necesitamos: políticas públicas que se piensen y se construyan desde el territorio, con el territorio y para el territorio.
Desde mi rol como mujer campesina, profesional del derecho y lideresa regional, sé que los cambios no llegan por sí solos. Se necesitan instituciones comprometidas, pero también comunidades organizadas, voces firmes y apuestas de largo aliento. El SENA ha demostrado estar dispuesto a caminar con nosotros. Nuestra tarea es seguir sembrando conciencia, construyendo propuestas, levantando la voz.
Gracias, SENA, por creer en el campo. Gracias por dignificar nuestras historias, por hacer de la educación una herramienta de justicia social. Mientras existan entidades que escuchen, campesinos que sueñen y comunidades que se unan, el futuro seguirá germinando en esta tierra que tanto amamos.
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*Embajadora internacional de mujeres inquebrantables, exalcaldesa Gámbita (Santander), Abogada Especialista en Derecho Constitucional y Derecho de Tierras.
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