Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Hemos oído hablar del “esqueismo”, y del “fue que” prácticas muy comunes en todos los estamentos sociales, ejemplos de esqueismo: “no pude enviar el trabajo en esa fecha…”es que”, “fue que” No pude llegar a tiempo” “es que” “fue que” el actuar de esta forma no es otra cosa que el facilismo de buscar justificaciones o excusas, las cuales nos limitan y nos impiden buscar soluciones o tener aprendizajes, y nos alejan de tener una buena imagen, porque en la vida o tenemos resultados; o tenemos esqueismos,
Estoy seguro de que muchos de nosotros hemos oído las excusas de los ejemplos anteriores, seguramente conoceremos otros que hemos escuchado, y de los cuales hemos sido víctimas, o incluso los hemos utilizado para “justificar” nuestro comportamiento.
Sé también que, en esta vorágine de la vida cotidiana, en ocasiones es difícil cumplir, algunos compromisos, pero la invitación es a que hagamos ese esfuerzo extraordinario y así avalar con hechos nuestras palabras, quizás para ello sea necesario una mejor organización de nuestras actividades, enfocarnos y dedicarnos a concluir lo que empezamos y nos comprometimos, al final, el deber cumplido, nos brindará una gran satisfacción.
Ahora bien, también es verdad que a veces prometemos algo, pero las circunstancias de la vida (que escapan de nuestro control), pueden impedir el cumplimiento de nuestra promesa, sabemos que las promesas son para realizarlas en un futuro, y las circunstancias pueden afectar ese cumplimiento, por tanto, si surge alguna eventualidad que impida o retrase el cumplimiento de nuestra palabra, lo ideal es que se lo comuniquemos al otro lo antes posible, y, a partir de allí, negociar u ofrecer alternativas, si procedemos así nuestra palabra seguirá manteniendo su valor y no esperar al final para salir con: “es que”, o “fue que”.
Es importante que aprendamos a priorizar, debemos establecer lo que es: urgente, importante, no tan importante, irrelevante, y definir en qué cuadrante está cada cosa que realizamos en nuestro día a día, esa es la mejor forma para poder cumplir con nuestros compromisos y no fallar, solo porque sencillamente no fuimos capaces de organizarnos.
Ha esto también le debemos agregar el aprender a decir: no, es más sincero y honesto decir: no puedo, a decir que sí y quedar mal, también es muy importante decir la verdad, no podemos comprometernos con promesas, es sorprendente ver la forma fácil y natural con que algunas personas asumen sus promesas, da la impresión de que para ellos es como si la vida fuera un juego en el que pueden prometer cualquiera cosa, sin saber siquiera si están en condiciones de afrontarlas en el futuro, Francisco Quevedo dijo: “Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir.”
Cuanta falta hace contar con gente comprometida, donde la palabra empeñada, las promesas y los compromisos adquiridos, sean de gran valía y los cumplamos, considero que la palabra empeñada es algo muy valioso que como seres humanos tenemos, no debemos faltar a ella, todos hemos escuchado a esos seres, a los cuales amare toda la vida y de quienes tengo los mejores recuerdos: (los Abuelos), ellos hablaban sobre aquellos lejanos tiempos en los que una promesa era poco menos que un compromiso de vida o muerte, y no hablo solo de las promesas de amor de las que, por cierto, ya tenemos asumido que son precisamente las que más dejan de cumplirse.
No importa que lo que prometamos sea algo trivial o algo muy importante, el compromiso de decir que haremos o daremos algo, debería ser suficiente para hacernos cargo de ello y cumplirlo sin buscar la excusa del: “es que” o “fue que”, y así como se lo exigimos a los demás, también debemos exigírnoslo, cuando hagamos una promesa; si sabemos que no la vamos a cumplir no la hagamos, (esto es muy difícil para nuestros políticos).
Hay un proverbio hebreo que dice: “Promete poco y haz mucho”. Este proverbio se refiere a nuestra tendencia humana de hacer exactamente lo contrario: a menudo prometemos más de lo que podemos hacer en realidad, la mayoría de nosotros tenemos buenas intenciones y prometer más de lo que podemos cumplir puede ser producto de nuestro optimismo y nuestras ganas de ayudar, o de lograr cosas, sin embargo, se ha vuelto muy común en nuestra cultura prometer de más o romper nuestras promesas.
Observamos cómo líderes comunitarios, políticos y celebridades (entre otros) dejan sin cumplir su palabra de forma tan regular que parece inusual cuando sí cumplen con sus promesas, si nos diéramos a la tarea de hacer un libro de todas las promesas de las últimas 10 campañas políticas, si solo hubiesen cumplido el 20% de ellas, seriamos una potencia mundial al mismo nivel de Japón, de ahí la pérdida de credibilidad en estos señores, (pero hasta ahí porque evito política en mis escritos), mantener, cumplir un compromiso no es algo que deba halagarse; es simplemente lo que deberíamos hacer como seres responsables, en este punto valdría la pena preguntarnos: ¿qué podemos hacer para ayudarnos a ser más conscientes y honestos? Y así poder convertirnos en las personas que aspiramos ser.
Mantener una promesa, cumplirla no es sólo cuestión de integridad moral, cumplir nuestra palabra es bueno para nosotros y para el bienestar colectivo, si todos procediéramos así, lograríamos que el mundo sea un mejor lugar, cumplir nuestras promesas es la base de una sociedad más justa.
Tomemos nuestras experiencias cuando muchas palabras vacías pasan entre nosotros, recordemos nuestro comportamiento cuando eso sucede, en algún punto comenzamos a responder con apatía, no sólo ante los compromisos que otros rompen, sino también a aquellos que nosotros hacemos, y actuamos como si no tuvieran mayor importancia, produciendo un efecto domino negativo.
Sin entrar en temas ya físicos, (no sé de ello), pero sé que cuando hacemos una promesa, ya sea para nosotros mismos o para otra persona, recibimos toda la energía positiva que necesitamos para alcanzar esa meta, si no llevamos a cabo lo que prometemos, la energía se estanca y esto puede ser nocivo para nosotros y para otras personas
Todos quisiéramos pensar que somos amigos leales, compañeros afectuosos y ciudadanos ejemplares, puede que parezca que no cumplir una promesa sea algo diminuto e irrelevante llegamos incluso a pensar: “no era necesario”, o “eso seguro no lo recuerden”, o “no era gran cosa” pero no es así porque la afectación es grande dado que un compromiso sin cumplir hace que el siguiente se sienta menos importante, y así sucesivamente hasta que nos convertimos en el tipo de persona en la cual no se puede confiar.
Bien sea que nos demos cuenta de ello o no, pero las personas a nuestro alrededor aprenden de nuestras acciones y es que nuestro comportamiento establece un precedente para lo que es aceptable y lo que es valioso, cuando las personas que nos rodean nos ven romper nuestras promesas, aprenden que no vale la pena confiar en nosotros y que pueden esperar que no cumplamos con lo que prometemos y esto nos aleja de otras personas.
Vayamos a nuestras experiencias estoy seguro de que cada uno de nosotros ha sentido la decepción de una promesa rota, me perdonan, pero me atrevo a decir que muy pocos de nosotros podemos decir que hemos cumplido siempre con nuestra palabra o nuestras promesas, por eso antes de realizar un compromiso, preguntémonos ¿por qué hacemos la promesa? ¿Es para obtener algo a cambio? ¿se debe sólo a las buenas intenciones? ¿la podemos cumplir?, en esta parte cito a Nietzsche quien escribió alguna vez que “el ser humano es el único animal con derecho a hacer promesas”, pues ya que tenemos ese derecho, cumplámoslas, recordemos que las excusas nos impiden crecer como personas.
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*Profesional en Mercadeo
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