Por: Diana Ximena Carreño Mayorga/ La escritura es un proceso funcional en el que empleamos procesos cognitivos compuestos por subprocesos que nos permiten darle forma -y vida- a nuestro sentir, a una idea o un pensamiento.
Inicio hablando de la planificación del mensaje donde es importante saber, ¿qué vamos a escribir? Y, ¿cuál es la finalidad? para esto, nosotros escritores o principiantes seleccionamos en la memoria y/o del ambiente externo la información a proyectar en función de los objetivos planteados en el escrito.
En segunda instancia, la construcción de la estructura sintáctica refiere a la planificación conceptual, es decir, de qué manera se va a transmitir el mensaje teniendo en cuenta que este puede variar por ejemplo mediante dibujos, poemas, autobiografías, artículos, entre otras construcciones lingüísticas que nos van a permitir transmitir de la mejor manera un mensaje.
Para aprender a escribir desde un sentido significativo, sanador y de buena proyección es importante hablar de la selección de las palabras que, aunque surjan de manera espontanea para algunas personas que ya hemos entrado en la práctica de la escritura, es también importante adquirir unos parámetros a partir de las variables sintácticas y semánticas especificadas en las estructuras que construimos. Aquí buscamos en nuestro ‘almacén del léxico’ las palabras precisas para encajar desde la congruencia del hilo conductor del texto.
Ahora bien, desde una perspectiva teórica parece un proceso complejo, sin embargo, en la fluidez que permite la experiencia, transmitir un mensaje de nuestros escritos personales o hacía un público en especifico resulta tener un efecto psicológico de bienestar que implica exteriorizar, sanar, aportar y/o transmitir.
Escribir y sanar es una herramienta para la vida que permite expresar y canalizar nuestros sentimientos y emociones cuando estas se encuentran bloqueadas o desbordadas. La escritura permite visibilizar y proyectar nuestras ideas, desbloquear las emociones no percibidas y dar cuenta -en ocasiones- de las reacciones fisiológicas que ha tenido nuestro cuerpo producto a las emociones no tratadas terapéuticamente.
Pensar, escribir, soltar, liberar y descansar. No es terapia, pero nos genera bienestar y aporta a nuestra salud mental. En sí mismo, para mí, escribir es un acto de resistencia porque a pesar de que escribimos por placer, por necesidad o por oficio, en ocasiones lo hacemos porque nuestro caos no esta explicito en frente de nosotros o en el escritorio, sino en nuestro mundo interno.
Registrar nuestro sentir en muchas ocasiones significa bloquear la fluidez de las palabras y esto se da por un estado inconsciente del ego que no nos permite exponer, reflejar nuestra vulnerabilidad y desde un mecanismo de defensa, preferimos protegernos y evitar. Sin embargo, se comprende que este valor artístico-literario implica la destrucción, la deconstrucción y reestructuración de nuestras creencias, esquemas mentales y dignifica a un mundo infinito de significantes que permiten crear neologismos, multiplicidad de palabras, entre otras tantas.
Dicho lo anterior, la recomendación para el día de hoy es relatar como desees: desde la ficción, la experiencia vivida, la reflexión y la introspección. La idea es exteriorizar un mensaje cargado de energía o desde nuestra tristeza absoluta, escribir desde el corazón, la razón y la congruencia de la escritura como una gran misión para nuestro bienestar.
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*Psicóloga del Programa de Diversidad Sexual y Población LGBTIQ+ de la Secretaria de Desarrollo Social, alcaldía de Bucaramanga.