Por: Javier Antonio Rojas Quitian/ En julio de 2015 se aprobó por el Congreso de la República la Ley 1761 que además lleva el nombre de Rosa Elvira Cely, asesinada, violada y torturada por un compañero de clase, como una medida para tipificar el feminicidio al nivel de delito autónomo y para garantizar la investigación y sanción de las violencias contra las mujeres por motivos de género y discriminación.
Pese a ello, la violencia contra las mujeres continúa en Colombia, las cifras son alarmantes, América Latina es una de las regiones en el planeta más violenta para las mujeres y Colombia, entre 12 países de la región, cuenta con la segunda tasa más alta de feminicidios, por su parte Santander, presenta la triste estadística de cerca de 20 mujeres asesinadas por año por razones de género.
Los medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales, grupos activistas y en general toda la sociedad han enfocado su mirada al hecho de castigar dura y ejemplarmente a los asesinos, con lo cual estoy de acuerdo, pero creo que tenemos que ir un poco más allá, atacar las causas de la violencia contra la mujer, así se castigue a los feminicidas con cadena perpetua, nada va a hacer que los huérfanos recobren a sus Mamás asesinadas, nada va a hacer que las familias recobren a sus hijas injustamente ultimadas, el daño ya está hecho, por ello las acciones también deberían enfocarse en evitar a toda costa estos fatídicos desenlaces, los cuales en muchos ocasiones son previsibles.
Existen muchas formas de violencia hacia la mujer, algunas de ellas sin saberlo, son consentidas y permitidas por las mismas mujeres y adoptadas como normales para la sociedad machista en la que vivimos, el manejo del dinero de la familia, la dependencia económica, el hecho de que el hombre trabaja y la mujer sin remuneración cuida del hogar y los hijos, la incapacidad de la mujer de tomar decisiones y de corregir a los hijos (Espere a que su Papá llegue), entre otras tantas, son ya manifestaciones de discriminación y subvaloración de las capacidades femeninas que son permitidas en el hogar y que promueven la discriminación y subordinación de las mujeres.
Estos pequeños detalles “normales” son el caldo de cultivo, que favorece la proliferación de manifestaciones violentas más fuertes como los celos, las restricciones de visitas y de amistades, el distanciamiento con la familia, las prohibiciones de arreglarse, los golpes y como máxima expresión del ciclo de acciones violentas, el feminicidio.
Colombia ha avanzado en legislación y en acciones tendientes a la equidad de género, pero aún falta un largo camino por recorrer que lleve a las mujeres a estar en igualdad de condiciones laborales, culturales y sociales con los hombres. Según el DANE aunque las mujeres ocupan ya un gran espacio en la vida laboral y productiva del país, aún reciben el 12% menos de remuneración en comparación con los hombres y tienen más dificultades para acceder a los empleos y cargos de dirección.
Que se endurezcan las penas y se tipifiquen los delitos relacionados con todo tipo de violencia en contra de la mujer, es necesario, pero para bajar las tristes estadísticas de mujeres asesinadas o violentadas, se requiere de una transformación cultural, en la que se inculque a los niños y a las niñas que cuentan con igualdad de cualidades, con igualdad de derechos y deberes, una transformación cultural que lleve a los hombres a la cocina, que los vincule con las actividades del hogar, con el cuidado y formación de los hijos, una transformación cultural que lleve a los empresarios a remunerar a sus trabajadores por sus capacidades y competencias, no por su género, una transformación cultural que nos haga ver que las mujeres tienen la capacidad de gobernarnos, de guiarnos.
No hay ninguna justificación para un feminicidio y merece todo nuestro reproche, pero si empezamos a mirar las causas y enfocamos las Instituciones en esas pequeñas muestras de violencia familiar, en esos signos de alerta, si se actúa a tiempo, de seguro se evitará que muchas más mujeres en Colombia hagan parte de tan dolorosas cifras, pero sobre todo, se evitará que familias enteras se destruyan y se suman en el dolor a causa de la manifestación más cobarde y tirana del machismo en nuestra sociedad.
*Exalcalde de Sucre (Santander), Administrador de Empresas, Especialista en Gestión Pública y Magister en Políticas Públicas y Desarrollo.