Por: Ruby Morales Sierra/ A las 7:40 de la mañana del jueves 3 de septiembre, un potente y estremecedor ruido nos paralizó por unos eternos segundos. Con el cielo limpio, las nubes altas, sin vientos ni tormenta y el sol resplandeciente, este estruendo parecía salido del fondo del Páramo de Santurbán. ¿O fue acaso algún rayo invisible lanzado del cielo?
Entonces recordé los extraños sonidos que se han escuchando en estos meses de pandemia de Covid-19 en los cielos de Manizales y Medellín y en otras partes del mundo. Podría ser un cielo moto, ese fenómeno que explican los meteorólogos producidos en una especie de movimientos extraordinarios en el cielo, supuestamente, por choques de gases y de masas de aire frío y caliente, sucedidos en la atmósfera.
El extraño estruendo retumbó en las montañas de la cordillera oriental, en el corregimiento de Santa Cruz de la Colina, Municipio de Matanza y provenía de Suratá y la región de Santurbán. Retumbó similar a un trueno prolongado o acaso alguna fuertísima explosión lejana.
Y es que todo lo que sucede en el Páramo de Santurbán tiene una repercusión fundamental y un llamado de atención para los habitantes de Bucaramanga, Santander y todo el país. Es tan vital lo que pasa allí que ya se logró despertar una gran consciencia en toda Colombia con el lema ‘Agua sí, oro no’, con el fin de salvar el derecho al agua potable para más de dos millones de habitantes de Santander y Norte de Santander y las futuras generaciones. Y el precedente para el cuidado de los páramos del país.
La preocupación mediana por la explotación minera tradicional y centenaria en municipios de la región, se transformó. Desde hace unos quince años la escalada de entrega de licencias de gran explotación minera y la venta que hizo el gobierno del Páramo de Santurbán a la empresa árabe Minesa y sus predecesoras, ha puesto en estado de alerta a toda la comunidad vecina, a expertos, académicos y a una inmensa masa de población cada vez más preocupada y sensible por la depredación del medio ambiente y el inminente riesgo de envenenamiento del agua que surte a Bucaramanga, municipios del área metropolitana y a varias poblaciones de Norte de Santander. Riesgo inminente de envenenamiento y carencia del agua.
Por todo el misterio, tramas y demás jugadas para darle el zarpazo al oro y metales preciosos de Santurbán, aquel gran ruido escuchado este jueves, me motivó a lanzar la voz de alerta por el extraño hecho. Llamado que tuvo respuesta de un colega que reside en otro de los municipios del corredor ambiental de Santurbán, entre estos: California, Vetas, Matanza, Suratá, Charta y Tona. De hecho, la noticia del gran estruendo en la región del Páramo no fue ampliada, desmentida ni confirmada por ninguna autoridad de la región.
«Averiguamos con personal del batallón de desminado y no reportaron ninguna actividad. Entonces conocimos que la gente sí ha escuchado tres muy, pero muy fuertes explosiones en el municipio de Suratá en la zona del Mohan, hacia Norte de Santander, rumbo al Catatumbo», narró el colega.
Al parecer desde ese día los organismos de inteligencia estarían averiguando el origen y posibles consecuencias de las explosiones, pero a la fecha no se conoce del asunto en ningún medio regional.
Se conoció que en el municipio de Vetas Corponor se realizó un operativo para sancionar a un campesino por la apertura de una vía en zona de páramo, según noticia del día viernes 4 de septiembre. Pero es poco probable que la apertura de una carretera en una finca de Vetas hubiera incluido explosiones de grandes proporciones.
Sigue el misterio
Este domingo 5 de septiembre el médico Jaime Forero Gómez, además de hacer una dramática alerta sobre las consecuencias y graves secuelas de salud en niños y población afectada por el inevitable envenenamiento por arsénico del agua, que ya estaríamos tomando, también denunció que en Santurbán siguen perforando y se ha incrementado la presencia de maquinaria pesada en la zona, a sus anchas y al parecer sin ningún control.
Lo cierto es que los estruendos terribles que se escucharon en la zona de Matanza y Suratá fueron reales y tendrían como origen la zona de Santurbán. Lo grave es que se teme que, de aprobarse la locura suicida de permitir el saqueo del oro por parte de la empresa árabe, conforme a los ruidos escuchados, ya solo se estaría legalizando lo que parece se viene desarrollando con todo ese desquiciado plan de saquear las entrañas de la montaña con explosivos equivalentes a dos bombas de Hiroshima.
Ello, pese a todo el proceso formal de venta del páramo y del agua, que está bien adelantado en resoluciones, documentación, delimitaciones y formulismos oficiales. Sin embargo, en la realidad, desde hace años las grandes mineras actúan como los dueños del páramo. Comprando conciencias y aliados, sin alma y sin escrúpulos, como todo este sistema neoliberal.
No hay que olvidar que para avanzar el saqueo del oro se tiene previsto continuar las rutas de la exploración y seguir la construcción de dos túneles de 5 kilómetros (el equivalente a 260 pisos) por dos kilómetros de ancho y toda una cadena de perforaciones que dejarán como una coladera fatal al páramo, rompiendo el frágil ecosistema y quebrando la fábrica de agua de las verdes montañas del corredor ambiental de Santurbán.
Y para remachar la semana, nos enteramos de la renuncia del ministro de Medio Ambiente, Juan Lozano, santandereano él, por quien muchos crédulos en milagros confiaron que el paisanazgo serviría de algo para defender los argumentos científicos y ecológicos. Que se respetaría su delimitación técnica, los argumentos jurídicos, que se escucharía la voz de los científicos, el clamor de cientos de miles de santandereanos y millones de colombianos clamando por la defensa del agua.
La renuncia del ministro -se dice- estuvo motivada por razones de salud. Ojalá tenga pronta recuperación. Pero es que cualquiera se enfermaría con el llamado de la consciencia por tener que enfrentar el lío demencial de entregar el Páramo de Santurbán y andar poniendo la cara y la firma sin lograr defender los recursos naturales por todo el país, nuestras montañas, selvas y riquezas, de las fauces depredadoras de los piratas extranjeros y sus pequeños socios nacionales. Contando, además, que ya está todo negociado por la política del gobierno extractivista.
No lo dudemos, las explosiones terrestres seguirán. Y los misteriosos estruendos del cielo quizás se escuchen por todas partes, mientras algún extraterrestre le pregunte a los sobrevivientes por qué le sacamos las entrañas y desangramos a nuestra madre tierra. ¿Qué hicimos para defender nuestra agua y el futuro de la región y del país? ¿Qué hemos hecho para defender la vida de la gente?
Vivimos de nuevo los tiempos del ruido. ¿Será que este pueblo soberano podrá evitar que los estruendos de Santurbán lleguen con las trompetas del apocalipsis y el juicio final? Toca seguir con alma comunera, de pie y en marcha.
*Periodista
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