Por: José Federico Pelayo Rueda/ En Colombia sobre todo en el sector rural, a lo largo de la historia las luchas sociales han sido el pan de cada día. Y es que, viviendo en uno de los países con una de las mayores inequidades del mundo, donde un grupo reducido de familias acaparan la mayor parte de tierra y se vulneran los derechos de campesinos pobres constantemente, hay la necesidad imperante de llevar a cabo ciertas luchas sociales por la reivindicación de esos derechos.
Y una de esas historias de lucha la vivimos en la hoy llamada Vereda Venceremos de Zapatoca. Una lucha acompañada por el Padre Benjamín Pelayo (Mi tío), que junto con unas 16 familias llevaron a cabo una verdadera proeza de lucha pacífica y de verdadero testimonio cristiano. Por eso a continuación contaré apartes de esa gran hazaña que marcaría un precedente dentro de uno de los municipios más godos del país.
En el año 1984 un grupo de 16 familias acompañadas por el Padre Benjamín Pelayo, se tomaron pacíficamente la finca o hacienda Piamonte la Palmita, como un acto de necesidad y de inconformismo por los malos tratos he injusticias cometidas por parte del patrón, dueño de esas aproximadamente 250 hectáreas que hoy hacen parte de la Vereda Venceremos.
Esas familias se dividieron en 3 grupos estratégicos en la hacienda, también como un método para presionar y llegar a una negociación directamente con el dueño. Se tuvo en cuenta que el gobierno de la época a través de Incora había aprobado una nueva ley que beneficiaba campesinos sin tierra.
Cuando se llevó a cabo el plan y ya instalados en la hacienda desde el 23 de abril se ejecutaron algunas labores, tales como: construir unas chozas de nacuma y madera, cuidar niños y preparar los alimentos entre otros oficios programados. Con el paso de los días se construyeron 3 ranchos más, hasta que la policía quemó los ranchos y hubo que salir del lugar el 30 de mayo de 1984.
Después de un mes de toma de la hacienda, estando trabajando, apareció el alcalde de Zapatoca, el Señor Eduardo Garavito (no le digo Doctor porque no sé si tiene doctorado) quien llegó con la policía, ejército, secretaría, abogados hijos del dueño de la hacienda. Como fue una toma pacífica y ante la intensión de sacarnos a la fuerza, decidimos marcharnos siempre y cuando se comprometieran a parcelar la tierra. Pero como no cumplieron ningún compromiso se decidió marchar sin obstaculizar el paso por la vía Zapatoca-San Vicente de Chucurí, donde se permaneció por 4 días, y como no se pronunciaban respecto a la tierra de la hacienda, se decidió tomar el templo parroquial el 4 de junio.
Fue una decisión difícil, como lo comentan los parceleros mayores, porque como católicos campesinos tenemos un gran amor y respeto por los lugares sagrados, pero no vimos otra salida ante tanta indiferencia por parte de las entidades del estado, en especial Incora. Pero es de entender que Jesús nos enseña a acoger al pobre, al necesitado, y llegaron al lugar correcto, creo que el inconformismo era más por parte de algunos feligreses muy conservadores y si hubiésemos estado en la época de Jesús hace 2000 mil años Él mismo habría entrado con todas las familias campesinas al templo.
Pero ahondando un poco más en esta situación de la toma del templo, el revuelo en el pueblo fue grande, y la gran mayoría de personas al enterarse de que los campesinos de la hacienda Piamonte la Palmita eran los de la toma, hubo una gran avalancha de visitas, comida y ropa. Quién se molestó mucho fue el párroco Monseñor Carlos Ardila el cual informó de inmediato al Obispo Monseñor Víctor Manuel López Forero quien llamó al Padre Benjamín Pelayo y le ordenó sacar la gente del templo, orden no aceptada, porque las decisiones se tomaron en junta y se le contestó que hasta que no se diera una respuesta positiva respecto a la parcelación, no saldrían del templo.
Después se pudo llegar a un acuerdo con la asesoría del Incora, la gobernación de Santander y el párroco, negociando con los herederos del dueño y con la aprobación de créditos para que cada familia pudiera comprar su parcela. De esta forma se dispuso la salida del templo y el regreso hacia la tierra prometida, no como extraños trabajadores, sino como legítimos dueños.
Gracias a ese trabajo pacífico hoy podemos ver una Vereda próspera, donde se pasó de 16 familias a un poco más de 40. Ya muchos de esos gestores de esa valiosa lucha ya no están en medio de nosotros al menos en cuerpo presente, pero queda su legado, su ejemplo de amor por el campo y claro está, los que aún nos acompañan, como el Padre Benjamín algunos de sus hermanos y otros pocos y pocas personas ya con edades avanzadas, pero con un vigor y una fuerza de seguir trabajando la tierra.
Además, en la actualidad contamos con acueducto veredal, carretera casi hasta todas las viviendas, una linda escuela con su parque infantil y una cancha de micro futbol, pero tenemos lo más valioso, calidad humana y mucha solidaridad entre todos, que, a pesar de las dificultades como las épocas de guerra en la zona por el conflicto armado colombiano, demostramos deseos de vivir siempre en paz y aguantamos los embates de los grupos armados. Hace ya mas de 14 años no se volvió a ver gente armada y podemos decir que vivimos en paz.
Y es que dentro de todas las cosas vividas hay algo sumamente importante también que nos une, y es el cuidado del medio ambiente, ya que cuando se parcelaron las fincas lo primero que se dejó fue una zona de reserva natural alrededor de 9 Hectáreas siendo la primera zona de reserva en el municipio.
Además, hemos podido consolidar un libro con nuestras historias de lucha apoyados por la Universidad de Antioquia y otras organizaciones que resaltan la cultura y las raíces de comunidades como Venceremos donde queda plasmado todo lo bueno que nos rodea.
Todo este trabajo siempre acompañado por el testimonio del Padre Benjamín que nunca ha dejado de visitarnos, además que es la tierra de su familia, donde sus Padres le enseñaron valores cristianos de servicio y amor por la tierra, pero sobre todo de solidaridad por los demás.
Y en estos momentos donde llega a sus casi 55 años de sacerdocio, el Padre Pelayo sigue aún con gran vigor de seguir su trabajo y demostrando que sí se puede vivir el evangelio con compromiso y entrega absoluta, ser testimonio cristiano no es fácil, ser pobre, casto y obediente es solo de personas con conciencia de lo que hacen y de lo que se comprometieron, y que las siguientes generaciones recordaran siempre sobre todo por el ejemplo dado. Por eso siempre le diremos al Padre, “gracias totales”.
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*Caficultor, estudiante de Licenciatura en Filosofía de la UNAD y concejal del Municipio de Zapatoca.
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor)