Por: Carolina Rojas Pabón/ La caridad se despierta con más fervor en los seres humanos en época decembrina, especialmente por los habitantes de calle, verlos es cotidiano para cualquier transeúnte en las ciudades de este país.
Pareciera que a nadie le interesara que estuvieran todos los días del año pernotando en los mismos lugares, o quizás, es una resignación social, creemos que no se puede hacer nada.
El crecimiento económico desequilibrado ha ocasionado que un número mayor de ciudadanos se vea en condiciones de extrema pobreza y acudan a alternativas dramáticas de supervivencia, desde el popular rebusque hasta la estadía en la calle.
Una población de niños, jóvenes, adultos, adultos mayores y familias, sin distinción, permanecen en la calle de manera temporal o definitiva estableciendo una identidad, una opción de vida.
Estos seres humanos hacen parte de nuestra población, tienen sus historias de vida, algunos tienen presente por qué permanecen allí, otros el consumo de sustancias psicoactivas les borro sus razones.
En el área metropolitana con el paso de los años hemos observado cómo han incrementado, ahora son familias, e incluso algunos los identificamos en determinados sectores de nuestra ciudad.
Según el censo del DANE en las vigencias 2017-2019 en Bucaramanga y su área metropolitana existen 1.960 habitantes de calle censados; es decir 0.16% respecto la población general reportada por el DANE en 2019 siendo esta 1.240.794.
Los informes del DANE tienen las cifras, pero la realidad de la ejecución del programa habitante de calle en los Municipios es otra.
En la mayoría de Municipios la caracterización de esta población no se realiza de manera idónea, los datos no se registran en tiempo real.
En varias secretarias de desarrollo social son los contratistas quienes a través de cortas jornadas toman datos y registros sin las especificaciones de ley, en otras registran aquellos habitantes de calle que por sus propios medios los visitan para buscar ayuda.
Pasan varias vigencias y los entes territoriales conservan los mismos datos, sin realizar estudios serios de esta problemática social.
La atención se focaliza en aquellos habitantes de calle que por su ubicación geográfica es más fácil atender en actividades programadas por los coordinadores de dicho programa en los diferentes Municipios.
La Ley 1641 de 2013 por la cual se establecen los lineamientos para la formulación de la política pública social de habitante de calle plasma como fase fundamental la caracterización de esta población.
Una caracterización seria permite una formulación de un plan de atención y por supuesto una política pública ajustada, que lamentablemente en algunos de los Municipios del área metropolitana no ha sido implementada.
Todos los Entes territoriales tienen como programa social “habitante de calle”, que se fortalece institucionalmente con jornadas que denominan” atención integral”, donde en un día, les dan: una ración de alimento, aseo personal, obsequian ropa, peluquería y kit de aseo. Obviamente una actividad a toda luz gratificante para quienes la ofrecen y quienes reciben, pero al cabo de las horas cada uno retorna a su realidad.
En salud, de manera aleatoria cuando el habitante de calle cuenta con suerte y con un servidor público de buen corazón, obtiene atención médica, pero no de la manera, ni con la cobertura que expone la ley.
La ley faculta, además, a los entes territoriales para celebrar convenios con hogares de paso, con el propósito de poder asistir y albergar en un lugar digno aquellos habitantes de calle que lo requieran.
Respecto los hogares de paso, tampoco todos los Municipios del área metropolitana suscriben dichos convenios, por ende, no tienen aliados para brindar una atención integral con miras a resultados sociales sostenibles.
De acuerdo a la normatividad existente los habitantes de calle sólo podrán abandonar dicha condición por decisión y voluntad propia, cuando esto ocurre acuden a los beneficios que ofrecen los entes territoriales.
Sin embargo, la realidad local muestra que no existen las condiciones suficientes para que exista reinserción social de esta población.
Los programas sociales de habitante de calle, no cuentan con recursos suficientes para trazar un plan de acción en el cuatrienio tendiente a la disminución de esta problemática.
Los recursos de los programas se invierten en personal contratista; y aquellas Alcaldías que, si tienen convenio con hogares de paso, la articulación no tiene la duración en el tiempo para hacer sostenible el proceso.
Gobernantes y profesionales vinculados a este tema lo han ejecutado como actividades de caridad, sociales y alivios temporales a su infinidad de necesidades. No tenemos una política pública implementada, con una línea base que permita desarrollo social a la región.
Desde la caracterización hasta atención integral que se brinda en la región para las personas que habitan en la calle carecen de la robustez que la problemática requiere.
Atendemos los habitantes de calle para que continúen en la calle, regalándoles sonrisas temporales, más no para sacarlos de su condición de drogadicción o retronarlos a una vida digna.
Tampoco se lidera un programa que los focalice por sus condiciones y determine la atención pertinente en un lugar diferente al espacio público que ya está bastante deteriorado y desordenado.
A sabiendas que sólo salen de su condición por voluntad, y que ello puede implicar mucho tiempo, no tenemos gobiernos que trabajen socialmente para lograrlo y aseguren una continuidad en esta política social.
Se requiere una transformación total del programa, sin abandonar las buenas obras, trabajar por la mitigación de este fenómeno que está creciendo y afecta el desarrollo social.
Además de puentes, vías y reactivación económica podría fortalecerse la asignación presupuestal y tanto el Gobierno Nacional como local deben convencerse que es necesaria la intervención en las políticas sociales.
*Abogada Unab, Especialista en Derecho Administrativo y en Derecho Constitucional U del Rosario. En curso Maestría en Políticas Públicas y desarrollo Unab.
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