Por: Amparo Vásquez Borja/ Lo que empezó como una conexión íntima para Laura, terminó convirtiéndose en su peor pesadilla digital.
En esta era digital, la confianza se construye a la velocidad de un clic, no llevas ni un mes conociendo a alguien, no te han invitado a la primera cena, y ya te piden “fotitos”, y ahí estamos nosotras, todo lo normalizamos en busca de aceptación.
Envidio el romanticismo de antes, cuando conocerse significaba más que un intercambio de memes y mensajes con emojis de corazones; los hombres se esforzaban por conquistar, por enamorar, había salidas, caminatas y muchos cafés.
Les cuento la historia de Laura, a quien la confianza le jugó una mala pasada. Esta chica fue víctima de un hombre con el que mantuvo una relación amorosa y sexual, y decidió compartir un par de videos y fotos intimas, pero la pesadilla comenzó el día que ella decidió ya no estar más con él.
El amorío pasó rápidamente de escenas eróticas a escenas caóticas, pues el hombre la amenazó con difundir todos sus videos y fotografías.
Laura fue a las autoridades judiciales, y la respuesta fue desalentadora, el hombre no estaba pidiendo dinero y por lo tanto no se configuraba el delito de la extorsión.
¿Acaso las amenazas no son un delito en Colombia? ¿Dónde queda tu tranquilidad, tu moral, tu dignidad, cuando una persona decide publicar tus fotos y difundirlas?
¿Entonces en Colombia se debe esperar a que la persona actúe y publique tu intimidad digital para que sea un delito?
En este caso, aunque no hubo una exigencia económica directa, los actos realizados por el hombre constituyen un delito de amenazas, tal como lo define el artículo 347 del Código Penal colombiano. La amenaza de difundir imágenes íntimas es un mal injusto y grave, que atenta contra la dignidad y la intimidad de la víctima. Además, según la Ley 1273 de 2009, que protege los datos personales y la intimidad en el entorno digital, la difusión no autorizada de contenido íntimo podría configurar un delito informático.
Es importante que las autoridades judiciales interpreten estas situaciones no solo desde el punto de vista económico, sino también desde la protección de los derechos fundamentales de las víctimas.»
En esta historia, no se logró condenar al personaje, pero si se llevó un buen susto, cuando el Gaula se hizo pasar por Laura, y mantuvo una conversación por WhatsApp con el hombre logrando el objetivo de que la citara a un motel. ¿Se imaginan la cara del individuo, cuando el Gaula le llegó al motel?
Reflexión final
Cuando compartimos nuestra intimidad de manera digital, estamos expuestas y vulnerables a que nuestra imagen transcienda de lo tecnológico a lo público, social, emocional y personal. Una vez le das clic y envías ese material tan íntimo, ya no tienes el control de eso, de lo único que tienes control es de elegir de manera consciente y deliberada tus acciones.
Epicteto decía, «No son las cosas en sí mismas las que nos perturban, sino las opiniones que tenemos sobre ellas». El compartir material digital íntimo, no nos desmerita como mujeres, ni nos hace ser malas personas. La clave está en actuar con prudencia, conscientes de las posibles consecuencias, pero sin permitir que el miedo a la traición nos paralice.
Muy bien por Laura que decidió llenarse de valor y denunciar.
Si decidimos participar en este tipo de intercambio, debemos estar preparadas para asumir las circunstancias que puedan seguir, y pensar si realmente vale la pena confiar este tipo de intimidad a personas que más adelante pueden ser usados en nuestra contra.
Así que la próxima vez que te pidan ‘fotitos’, recuerda las sabias palabras que me dijo una amiga: ‘Si buscan fotos, que paguen en OnlyFans’.
…
*Abogada en Insolvencia Empresarial y Bienes Raíces. Especialista en derecho administrativo.
Instagram: @soyamparovasquez
Facebook: abogadaamparovasquez
Wuaoo que historia. Y yo creo que es más común de lo que parece solo que nadie se atreve a hablarlo en público.
Espero que está reflexión sirva a muchas a ser más precavida para evitar pasar por esto.
Excelente reflexión ☺️