Por: Andrés Julián Herrera Porras/ En los momentos de calma, cuando la ciudad se vacía de su bullicio habitual, podemos encontrar un refugio para el alma. Un espacio donde la mente puede descansar de la constante estimulación y el corazón puede latir al ritmo de la serenidad, un espacio ideal para reflexionar y poder ser.
Me acuerdo de una vez en que rodaba por las calles de Bogotá durante un fin de semana largo. La ciudad, que normalmente es un hervidero de actividad y ruido, se había transformado en un espacio tranquilo y sereno. Las calles estaban casi vacías en aquel día festivo, y el único sonido que se escuchaba era el canto de los pájaros y el susurro del viento. Sonidos que parecieran dejar de existir en el transcurrir normal.
Justo en ese momento, me percibí de forma consciente la importancia de apreciar el tiempo de calma en nuestras vidas. En un mundo que nos impulsa a producir más y más, a veces olvidamos que el verdadero valor de la vida no se mide por la cantidad de cosas que hacemos, sino por la calidad de las experiencias que vivimos.
Como dijo el menciona Aristóteles, «la felicidad es la actividad del alma en conformidad con la virtud». En otras palabras, la felicidad no se encuentra en la acumulación de riquezas o en la realización de tareas, sino en la capacidad de disfrutar del momento presente y de vivir en armonía con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. La felicidad se da en el ser, en el acto mismo de ser feliz.
La ciudad vacía es un recordatorio de esta verdad. Un espacio donde podemos escapar del ruido y la confusión de la vida diaria y encontrar un momento de paz y tranquilidad. Un lugar donde podemos encontrarnos con nosotros mismos y con la naturaleza que nos rodea, con la ciudad misma que a veces no vemos por el afán de la producción que nos ciega.
Pero la ciudad vacía no es solo un refugio para los que se quedan en la ciudad. También es un recordatorio para aquellos que viajan a sus pueblos de origen o a otros destinos de la importancia de disfrutar del día a día. De apreciar los pequeños detalles de la vida, como el sol que brilla en el cielo, el canto de los pájaros o el sabor de una comida casera.
León de Greiff menciona en algún verso que «la vida es un río que fluye sin cesar, y nosotros somos las piedras que se encuentran en su camino». De eso se trata la vidade un fluir constante de experiencias y momentos, y nosotros somos los que debemos aprender a disfrutar de cada uno de ellos.
En este sentido, la ciudad vacía es un llamado a la reflexión. Un recordatorio de que la vida no es solo una serie de tareas y responsabilidades, sino también un viaje de descubrimiento y crecimiento. Un viaje en el que debemos aprender a apreciar los pequeños detalles, a disfrutar del momento presente y a vivir en armonía con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea.
La ciudad vacía es también un recordatorio de la importancia de la simplicidad. En un mundo que nos impulsa a consumir más y más, a veces olvidamos que la verdadera riqueza no se mide por la cantidad de cosas que poseemos, sino por la calidad de las experiencias que vivimos. En palabras de Sartre, debemos recordar que, “la existencia precede a la esencia.
En conclusión, la ciudad vacía es un recordatorio de la importancia de apreciar el tiempo de calma en nuestras vidas. De disfrutar del día a día y de vivir en armonía con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Es un llamado a la reflexión, un recordatorio de que la vida no es solo una serie de tareas y responsabilidades, sino también un viaje de descubrimiento y crecimiento.
Apuntaciones:
- Aún hay “mega colegios” “entregados” por la gobernación de Santander en tiempos de Mauricio Aguilar que no están en funcionamiento por alguna irregularidad. Ojalá las autoridades investiguen a fondo ¿qué paso con estas entregas que se anunciaron con bombos y platillos en los últimos días que gobernó el hijo del coronel.
- El gobierno del “cambio” no ha logrado concretar casi en ningún aspecto el cambio prometido. Ojalá el año nuevo llegue con más acción que discurso de parte de Petro.
- Seguimos en crisis de salud mental. Ojalá este tiempo de recogimiento nos ayude a tomar acciones para prevenir. Es tiempo de priorizar la humanidad frente a la producción y masificación.
…
*Abogado. Lic. Filosofía y Letras. Estudiante de Teología. Profesor de la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
Twitter: @UnGatoPensante
Instagram: @ungato_pensante
(Esta es una columna de opinión personal y solo encierra el pensamiento del autor).