Colombia se ha sumado oficialmente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, profundizando sus lazos económicos con China en una movida que desató una reacción inmediata de EEUU y amenaza con complicar la histórica alianza del país con la potencia norteamericana.
El acuerdo, firmado el miércoles durante la visita del presidente Gustavo Petro a Pekín, abre la puerta al financiamiento de infraestructura y a la cooperación en sectores estratégicos como la transición energética, la inteligencia artificial y la agroindustria. Aunque no es jurídicamente vinculante, el memorando es la señal más explícita hasta ahora de la inclinación de Colombia hacia la órbita de inversión global china.
El jueves por la mañana, el Departamento de Estado de EEUU calificó la decisión como “decepcionante y contraproducente”. A través de su Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental, Washington anunció que “se opondrá enérgicamente a proyectos recientes y próximos desembolsos por parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otras instituciones financieras internacionales para empresas estatales y controladas por el Gobierno chino en Colombia”.
La agencia advirtió que estos proyectos “ponen en peligro la seguridad de la región” y agregó que “los dólares de los contribuyentes estadounidenses no deben usarse de ninguna manera por parte de organizaciones internacionales para subsidiar empresas chinas en nuestro hemisferio”.
Aunque el comunicado no menciona proyectos específicos, proyecta una sombra directa sobre la principal inversión en infraestructura del país: el Metro de Bogotá. El BID aprobó a finales del año pasado una línea de crédito por US$415 millones para financiar la construcción de la Línea 2, adjudicada a un consorcio que incluye a la empresa estatal china CRRC. El BID, junto al Banco Mundial y el Banco Europeo de Inversiones, también ha financiado partes de la Línea 1, que se espera entre en operación en 2028.
Petro defendió el acuerdo con Pekín como una respuesta pragmática al déficit comercial anual de US$14.000 millones con China. “Busco una Colombia central en el mundo, como su geografía lo merece y su pueblo lo exige”, dijo en la red social X. La visita incluyó una reunión bilateral con el presidente Xi Jinping, quien prometió más de US$9.000 millones en nuevas líneas de crédito para la región y reafirmó el compromiso de China con América Latina en medio de lo que calificó como “los vientos en contra del unilateralismo y el proteccionismo”.
El movimiento suma a Colombia a la creciente lista de países latinoamericanos —entre ellos Chile, Argentina, Ecuador y Brasil— que se han alineado con la Franja y la Ruta, una estrategia global de infraestructura que Washington ve como un desafío al modelo de desarrollo liderado por Occidente.
Si bien la Cancillería colombiana insistió en que el acuerdo no es un tratado formal y que “no contiene obligaciones legales”, reconoció el peso simbólico del momento. “Este es un paso histórico que puede definir el rumbo de Colombia en el siglo XXI”, afirmó en un comunicado.
Detrás de la fricción diplomática subyace una pregunta más profunda sobre el futuro estratégico de Colombia. Como aliado de larga data de Estados Unidos —con cooperación en seguridad, comercio y lucha antidrogas— Bogotá se encuentra ahora en un delicado equilibrio entre los lazos tradicionales y las nuevas oportunidades que ofrecen las potencias emergentes.
El malestar de Washington ya había sido anticipado por comentarios recientes de Mauricio Claver-Carone, exasesor de la Casa Blanca para América Latina bajo la presidencia de Donald Trump, quien advirtió que el acercamiento de Petro a China tendría consecuencias. “Ese giro es una gran oportunidad para las rosas de Ecuador y el café de Centroamérica”, dijo, en alusión a posibles represalias comerciales para las principales exportaciones agrícolas de Colombia.
Petro, por su parte, ha adoptado un tono conciliador hacia EEUU, incluso mientras traza una política exterior más independiente. “Espero que Estados Unidos nos permita seguir siendo socios de tú a tú”, dijo desde Pekín. “No tengo ningún resentimiento hacia Estados Unidos. Me he leído la Historia popular de Howard Zinn y entiendo esos valores libertarios, democráticos y republicanos… son los únicos valores sobre los que podemos entendernos”, añadió.
A principios de este año, una disputa diplomática por las deportaciones de migrantes expuso las crecientes tensiones entre Bogotá y Washington. A medida que Trump intensifica su retórica nacionalista y sus políticas proteccionistas durante su segundo mandato, los funcionarios colombianos se muestran cada vez más cautelosos ante la idea de depender exclusivamente de EEUU para acceder a mercados y respaldo multilateral.