Por: Holger Díaz Hernández/ “Cuando perdemos el derecho a ser diferentes, perdemos el derecho de ser libres”: Charles Evans Hughes, expresidente de la Corte Suprema.
“El Templo de la Justicia”, así se le denomina al edificio donde funciona la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, localizado en la ciudad de Washington D.C., e inaugurado en el año 1935, previamente la Corte Suprema había funcionado en New York y en Filadelfia de manera temporal.
“Igualdad de Justicia bajo la Ley”, es la frase que enmarca la entrada del edificio de la Corte Suprema, siendo esta el árbitro final de la ley y al mismo tiempo la guardiana e intérprete de la Constitución; siendo esta la Constitución escrita más antigua del mundo que mantiene su vigencia.
La Constitución de los Estados Unidos es un documento absolutamente equilibrado con el objetivo de dar al pueblo un gobierno fuerte y al mismo tiempo flexible que proteja los derechos de los ciudadanos, principios que han estado bajo la vigilancia de la Corte.
La Corte Suprema es la cabeza del Poder Judicial Federal de los Estados Unidos y está constituida por nueve miembros, un presidente (Chief Justice) y ocho jueces asociados (Asociate Justices) estos son nombrados por el Presidente de la Nación y requieren el “consejo y consentimiento” del Senado, son de carácter vitalicio y solo podrían ser destituidos por el Congreso mediante un impeachment, algo que nunca ha ocurrido. Pueden renunciar o retirarse, si así lo deciden.
La Corte Suprema es la única corte establecida por la Constitución, los demás tribunales fueron creados por el Congreso. La corte revisa las decisiones judiciales como organismo de cierre y tiene la facultad de declarar inconstitucionales leyes federales o estatales al igual que los actos del poder ejecutivo, cuando la Corte Suprema emite una decisión sobre un aspecto constitucional está es de carácter definitivo y solo puede ser modificado por una enmienda constitucional o por un nuevo fallo de la misma corte.
El primer proyecto de ley sometido al Senado en 1789 fue la Ley Judicial que dividió el país en 13 distritos judiciales que se organizaron en tres circuitos. La primera sesión de la Corte tuvo lugar el 1 de febrero de 1790 en New York que era la capital de la nación y estuvo integrada por un presidente y cinco jueces adjuntos, este número se modificó en seis ocasiones hasta 1869 cuando se fijó en nueve, número que se mantiene hasta la fecha.
Desde su creación la Corte ha tenido 16 presidentes y 97 jueces adjuntos que han permanecido en promedio 15 años en sus cargos, muchas de las tradiciones de hoy se mantienen desde 1790. Cada juez es asignado a uno o dos de los circuitos judiciales federales y el presidente de la Corte es asignado al Distrito de Columbia y al Circuito Federal.
Las decisiones de la Corte Suprema constituyen precedente judicial (binding precedent) lo cual obliga a las demás cortes a respetar la decisión. Dos casos han marcado la historia del país en el tema jurídico:
Brown contra el Consejo de Educación en 1954, que prohibió la segregación en las escuelas públicas por inconstitucional y Roe contra Wade en 1973 que determinó el Derecho al aborto por existir un derecho a la privacidad en la toma de decisiones de las personas.
En esta Corte y durante 27 años permaneció Joan Ruth Bader Ginsburg (Kiki para sus allegados), una de las jueces más icónicas de la historia majestuosa del poder Judicial federal americano, nombrada por el presidente Bill Clinton en 1993 fue la segunda mujer en ser miembro de la Corte. Nacida en una familia judía de Brooklyn desde niña demostró su inteligencia, independencia y la defensa de la igualdad entre semejantes que la caracterizaron a lo largo de su vida.
Sus posturas progresistas especialmente en materia de género, por lo cual ha sido considerada una heroína de los derechos de las mujeres, la defensa del matrimonio entre personas del mismo sexo y su trabajo denodado en la lucha por una justicia igualitaria marcaron la impronta de una figura difícil de olvidar.
A raíz de su muerte la semana pasada, a la edad de 87 años por un cáncer pancreático, se ha generado un debate de marca mayor ante la posibilidad de que el gobierno de Donald Trump nombre un juez en su reemplazo, antes de las elecciones del próximo 3 de noviembre.
En el momento de la muerte de Ruth Bader se consideraba que los miembros de la Corte eran: cinco de postura conservadora y cuatro progresistas, en este gobierno se han nombrado dos y el próximo consolidaría la tendencia conservadora de la misma dejando la balanza 6-3 y consolidando el cambio ideológico del máximo ente rector de la justicia norteamericana.
En la historia de la Corte el reemplazo de un juez dura en promedio dos años pero Trump se apresta en un tiempo récord de escasas seis semanas a nominar para el cargo a una mujer y ya tiene en la baraja a dos posibles candidatas: Bárbara Lagoa, de la Florida y de origen cubano con el fin de ganarse el voto de este importante estado y el de los latinos y a Ammy Coney Barret quien ha manifestado en el pasado su posición en contra del derecho al aborto, para ganar el voto de sectores católicos y cristianos que tienen unan gran influencia electoral en el país.
Los mismos senadores republicanos que en 2016 no permitieron que Barack Obama nombrara un nuevo juez tras la muerte de Antonin Scalia, con el argumento de que faltaban ocho meses para la elección presidencial, hoy son los impulsores de una nominación y escogencia exprés, del reemplazo de una de las mejores jueces de la Corte Suprema de los Estados Unidos.
Es mucho lo que está en juego en el ajedrez de la política de la otrora nación más importante del mundo y en estos pocos días que faltan para la elección podría haber muchas sorpresas.
“Justicia, el guardián de la libertad”, lema en la fachada trasera del palacio de justicia de la Corte Suprema.
*Médico cirujano y Magister en Administración.