Por: Diego Ruiz Thorrens/ En septiembre de 2015 fui testigo de un caso que marcó definitivamente mi vida y obligó a centrar todas mis fuerzas en la labor que desde la Corporación Conpázes venimos haciendo desde el año 2013: el de proteger y velar por los derechos de los niños, niñas y adolescentes en contexto de vulnerabilidad.
El caso estaba relacionado con la agresión y violencia sexual que estaba siendo perpetrado sobre el cuerpo de un menor de 10 años, empujado por su padre y con beneplácito de su propia madre.
La razón de ésta aberrante situación se dio a partir del momento en que el menor se había identificado frente a sus padres como gay. Esto trajo como consecuencia que su progenitor lo obligara (como parte de su castigo) a tener relaciones sexuales con algunas mujeres que eran (son) familiares directos, buscando así “revertir y enderezar” la orientación sexual del menor y ser nuevamente “normal”. En otras palabras, el menor era obligado a cometer “incesto”, sin que nadie se preocupara por la salud mental y por la vida del niño.
Éste caso me llevó a profundizar en las razones por las cuales la sociedad calla y valida la violencia sexual contra niños, niñas y adolescente. Desde el 2016, los casos de violencia sexual dirigidos hacia menores de edad se dispararon. Sólo en el 2018, más de 73 casos diarios fueron registrados. Repito: registrados. Este dato no tiene presente los posibles y alarmantes subregistros o casos no denunciados.
En más del 90 por ciento de los casos el victimario era alguien cercano y/o conocido a la víctima: Por lo general fueron sus mismos padres, o padrastros, tíos, sobrinos, abuelos, vecinos… muchos de ellos con clara y definida orientación sexual entendida como heterosexual.
Éste último dato (la orientación sexual) podría parecer irrelevante, pero en sí es sumamente importante: el victimario no “caza” o busca a su víctima por razón de su orientación sexual. Agrede violentamente a su víctima en razón del nivel de indefensión, de vulnerabilidad del/la menor, y con ello, trata de generar el más grande y profundo daño posible.
De ello da testimonio un importante y súper confiable informe de Medicina Legal y Ciencias Forenses llamado “Forensis”, dónde año tras año se publica información crucial para comprender qué ocurre, no sólo en temas de violencia sexual, sino también en el ámbito de la salud mental y de otros matices de la violencia (suicidios, homicidios, agresiones en razón del género entre otras categorías) en nuestro país.
Recordemos que la violencia generada hacia los cuerpos de los menores de edad y el hecho que casi siempre son hombres heterosexuales los principales victimarios de los niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual.
Por ello resulta chocante la más reciente manifestación de algunos sectores religiosos y/o de extrema derecha que buscan difundir con apremiante necesidad, información incorrecta o falsa (lo que llamaríamos fake news), especialmente en un claro momento de acontecer electoral.
He aquí lo sucedido:
El día 09 de Enero del presente año, un sector que se identifica como “Legión” de una de las Vírgenes Católicas que no mencionaré, emprendió una nueva (¿o quizá refrita?) travesía por medio de una caravana y acompañados de jóvenes que no alcanzarían su mayoría de edad, todos en clara actitud amenazante, pregonando en contra de la ya desmentida “ideología de género” y los derechos de las Poblaciones LGBTI. Para ser más exactos, en contra del “comunismo y la ideología de género”.
Luego de dos años de haber escuchado por primera vez la frase “ideología de género” decidí acercarme y así cuestionar a los marchantes.
Después de varias discusiones y contra argumentaciones, no podría haber estado más que en lo correcto: los “legionarios” no tenían claridad sobre qué era género, orientación sexual e identidad de género, y con ello, la sevicia de sus ataques fácilmente caían al suelo por la falta de claridad sobre aquellos conceptos que ellos tanto atacaban. Una vez más reafirmé que la llamada “ideología de género” no es nada más que una aberrante y peligrosa mentira política para la recolección de votos de corte fundamentalista.
Sin embargo, y he aquí lo que considero que fue lo más preocupante, el ataque hacia las poblaciones LGBTI pasó a un segundo plano cuando la discusión giró hacia algo que ellos denominan como “enfermedades genéticas”. Uno de éstos legionarios, con toda propiedad y seguridad del intelectual en la materia, me explicaba que sólo existían hombre y mujer “naturales” y que fuera de ello, el resto, son única y exclusivamente “enfermedades” o desperfectos de la naturaleza.
Me explicaré: Siendo parte de una familia cristiana, no pude evitar preguntar si según la lógica aplicada por ellos, Dios se equivocaba. “Dios no se equivoca, pero la naturaleza sí. Preste atención a los niños con síndrome de Down, puesto que éstos son niños que nacen imperfectos, enfermos genéticamente. Lo mismo ‘esos menores’ que son víctimas de abusos sexuales, puesto dejan de ser “puros”. A éstos ‘seres’ hay que tenerles misericordia”.
Con cada palabra sentía que una lanza ponzoñosa atravesaba mi cuerpo. Aquí repetiré algo que manifesté ese día en medio del dolor y la rabia ante esas palabras: señores “legionarios”, los niños con síndrome de Down no son enfermos. Un “síndrome” no es una enfermedad; y para los casos de los miles de niños que son víctimas de todo tipo de violencias y vejámenes, éstos no necesitan “misericordia” sino real protección.
Mi planteamiento no es atacar la Fe y la religión pero sí tratar de brindar un planteamiento desde lo social sobre cuáles son las cosas qué estamos creyendo y hasta dónde la doctrina del Amor, la compasión y el perdón se transforman en una doctrina mentirosa, llena de sed de venganza y de odio.
Se avecina la contienda electoral y algunos sectores ya aprendieron que el odio, la mentira y manipulación de las emociones movilizan votos. Por ello, espero que ésta vez seamos capaces de estar preparados para ese momento dónde algunos políticos nos prometerán mayores penas y castigos contra todos aquellos que afecten a nuestros niños, niñas y adolescentes, sin cuestionar las verdaderas doctrinas fundamentalistas que exponen y hacen vulnerables a los menores.
Ante todo, espero no pasemos por alto estas manifestaciones de odio que sólo generan aborrecimiento hacia aquellos que no queremos comprender, los más vulnerables, exponiéndolos al más afilado dolor.
Sin embargo, creo que mis deseos no dejarán de ser solamente eso: deseos. Quizá esto no cambiará nunca. Pareciera que el odio es más fuerte que el amor.
También, quizá a veces olvido que quienes educan a nuestros niños muchas veces lo hacen a partir de transmitir sus propios prejuicios frente todo aquello que no es “normal”, y que por extensión, debe ser aniquilado. O que debe ser visto con “misericordia”, como arrogantemente expusieron los “legionarios” de aquella virgen católica.
Twitter: @Diego10T