Por: Javier Quintero Rodríguez/ Después de una guerra, una epidemia del tamaño de la actual, es seguramente la situación que menos quisiera enfrentar cualquier líder político del mundo. Se desbarata cualquier plan, se desacomodan las finanzas, los indicadores se van al piso, el drama humano se exacerba. Un organismo microscópico que arrodilla al mundo y que, sin poderlo combatir, nos obliga a encerrarnos con sensación de impotencia.
Ahora bien, ¿somos impotentes ante el Covid-19? Realmente no. Eso significaría no poder hacer nada y lo cierto es que nuestras acciones u omisiones son tan relevantes que hacen la diferencia entre la vida y la muerte.
En el plano individual, la responsabilidad y el autocuidado son determinantes. Está claro que las probabilidades de contagio son mucho mayores para quienes no toman precauciones.
Las diferencias en los datos de la epidemia de una país a otro, son resultado directo de las distintas medidas que se han venido tomando por parte de los gobiernos. Aunque aún queda mucha tela por cortar en esta pandemia, ya se pueden sacar conclusiones sobre quienes lo han hecho bien y quienes no tanto.
En octubre de 2019, pocos meses antes del inicio de la pandemia, se publicó el Indice Global de Seguridad en Salud, que clasificaba a los países de acuerdo con su nivel de preparación para una epidemia. Se tuvieron en cuenta una serie de factores como la velocidad de respuesta y que tan bien el sistema de salud trataría a los enfermos mientras protegía al personal de la salud.
Los dos países más preparados eran los Estados Unidos y el Reino Unido, paradójicamente los dos países con mayor número de muertes asociadas a la epidemia. Esto muestra que el indicador falló al intentar predecir la reacción a un fenómeno sin tener en cuenta el contexto político y la calidad del liderazgo.
Los profesores Yamei de Duke University y Wenham del London School of Economics hacen este análisis, encontrando similitudes en la forma como Trump y Johnson afrontaron la situación. Según los autores, el presidente y el primer ministro “creyeron que sus naciones eran invulnerables, generalmente rechazaron la ciencia y miraron demasiado hacia adentro. Sus decisiones paralelas llevaron a muchos de sus ciudadanos a la tumba.”
Desde antes de la pandemia, tanto Trump como Johnson ya habían tomado decisiones como recortes en presupuestos para la salud pública, que se revelarían a posteriori contraproducentes. Los dos países estaban, a la hora de la verdad, en el peor estado posible de preparación, porque tenían a la cabeza de sus gobiernos a personas pésimamente preparadas para afrontar esta realidad.
La pandemia nos encontró mal parados, en medio de una crisis mundial de liderazgo de la que también hacen parte las otras naciones de las que habríamos esperado que nos mostraran el camino como México, Venezuela, Brasil, Argentina o España, y que hoy son mas bien contra ejemplos perfectos, muestras de una “mala mano”. En otro momento, lamentaríamos el destino de naciones por las que tenemos simpatías, pero hoy el asunto va mucho más allá porque por cuenta de sus líderes políticos, condiciones relativamente controlable se han convertido en verdaderas catástrofes humanitarias.
Nota al margen: Se ha vuelto usual hablar de la “cercanía al pico de contagios”, frase especialmente engañosa cuando proviene de funcionarios públicos. Es preciso aclarar que, por una parte, estar cerca del pico sería una noticia grandiosa, pues querría decir que a partir de ahí la situación empezará a mejorar. Así mismo, a menos que la velocidad de crecimiento de los contagios (no aún la cantidad de casos activos) se detecte en franco descenso, podríamos afirmar estar cerca del pico. No creo posible que a fecha de hoy podamos hacer esta afirmación.
*Economista, MBA.
Twitter: @javierquinteror