Por: Holger Díaz Hernández/ ¿Cuándo volveremos a darnos un abrazo, como lo merecemos? Quizás falte mucho tiempo.
En medio de la crisis sanitaria y humanitaria que afecta al planeta y ante la incertidumbre por lo que pueda ocurrir en los meses por venir con el Covid-19, han aparecido grandes nubarrones en las perspectivas sobre la economía mundial.
Los países están paralizados alrededor de la pandemia, la mayoría en cuarentena o en aislamiento social y hay interrupción en la producción de bienes y una contracción creciente de la demanda.
Los gobiernos han concentrado sus esfuerzos en garantizar disponibilidad de camas para los pacientes que requieran unidades de cuidados intensivos, en proteger a las familias ante la necesidad de alimentos, en evitar el despido masivo de trabajadores y el desalojo de las viviendas de los más pobres.
Han apoyado a los empresarios con recursos para subsidio a las nóminas, o con subsidios directos a las personas, créditos blandos a través de la banca y de las agencias del estado, ¿pero por cuánto tiempo más podrán hacerlo?
El panorama no puede ser más desalentador, estamos ante la más profunda y larga recesión que no tiene precedentes en el último siglo, la más grave desde las dos guerras mundiales y la ‘gran depresión’ de los años 30.
Se han dado las condiciones de la tormenta perfecta para el desplome de la economía, por lo cual entre más rápida y acertada sea la respuesta, menores serán sus efectos negativos.
A corto plazo tendremos más desempleo, con menores salarios e ingresos, así como mayor pobreza y desigualdad social.
A largo plazo menor crecimiento de las economías, quiebra de las empresas, disminución de la inversión privada y afectación en la capacidad productiva y en la salud mental de las personas.
China reporta una caída del 6.8 y Europa del 3.3% en el primer trimestre del año y se considera que en el segundo está será aún más fuerte, la Cepal prevé una contracción del -1.8% del PIB en Latinoamérica que podría llegar al -3 o 4%.
Según Fedesarrollo, en Colombia habrá una tasa de desempleo del 19.5%, depreciación del peso frente al dólar, caída en la producción de petróleo, disminución de las exportaciones y afectación de las importaciones.
El impacto en el crecimiento se acentuará con un choque inicial en la oferta, sumado a la pérdida de millones de empleos y a una caída en la demanda.
Al inicio de la crisis se preveía un efecto menos dramático para sectores claves como el del turismo, el transporte, el ocio, los restaurantes y otros que representan un porcentaje importante de la actividad económica y que no se reactivarán en forma total en mucho tiempo.
El fortalecimiento del dólar hace más costoso la adquisición de bienes y servicios prioritarios, habrá pérdida o depauperación de los puestos de trabajo en todos los estratos, disminución en el poder adquisitivo de las personas y aumento o imposibilidad de pago de las deudas al sector financiero, que afectarán negativamente el consumo y generarán como efecto cascada la desconfianza e incertidumbre de los inversionistas, por lo cual la reactivación de la economía tendrá mayores dificultades.
En Colombia más del 50% de los ocupados son informales y para este segmento de la población no hay ni se esperan incentivos económicos.
Por lo tanto, se avizora una profunda crisis humanitaria, el hambre y un aumento considerable en la inseguridad ciudadana serán una realidad para todos.
El gobierno tendrá que tomar decisiones inmediatas para inyectarle recursos cuantiosos al sector de las obras publicas e incrementar la construcción de vivienda de interés social como estrategia para reactivar y generar empleo, además tendrá que disminuir radicalmente el gasto público.
La banca mundial está obligada a poner parte de su capital en apoyar a las economías de las naciones, ya que hay un aumento acelerado en la proyección de los defaults soberanos.
Países como Argentina, Ecuador y el Líbano ya están en moratoria del pago de la deuda y 28 más tienen perspectiva negativa, de acuerdo a la calificadora de riesgos Fitch Ratings, todo esto como resultado de la pandemia y por el desplome de los precios del petróleo.
La crisis está mostrando al mundo una nueva realidad económica ya que al cambiar las prioridades de las personas se modificarán las preferencias de los consumidores y será obligatoria la redefinición de los bienes y servicios a producir, muchos sectores de la economía actual tendrán que desaparecer para siempre.
Actividades presenciales como los viajes las diversiones en forma masiva, tendrán una recesión probablemente de años.
Hay un nuevo orden social y económico que obligará a una reingeniería estructural sobre esta realidad y a enfrentar los desafíos del futuro que estarán en permanente cambio y dependerán de las condiciones internas de cada economía.
Nos reinventamos o sucumbimos ante la dimensión de la crisis.
*Médico cirujano y Magister en Administración.