Por: Holger Díaz Hernández/ “La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante”: Anónimo
A pesar del impacto y la sorpresa causados en el mundo por esta pandemia, ya desde hace algunos años varios expertos venían advirtiendo sobre la posibilidad de una hecatombe producida por un tipo de virus, llamado coronavirus. En el año 2007 una revisión publicada por la Asociación Americana de Microbiología concluía: “La presencia de grandes reservorios de virus similares al SARS-Cov en murciélagos de herradura y el consumo de mamíferos exóticos en China del Sur, son una bomba de tiempo”.
Otros grupos científicos habían prevenido sobre los riesgos también, pero fue Bill Gates, más popular que estos, el que ha sido catalogado como el Nostradamus de la pandemia; muchos lo sabían, pero nadie los escuchó.
En el mundo hay más de 1.300 especies de murciélagos, el 70% de estos se alimentan de insectos por lo tanto cuando uno de ellos atrapa un mosquito recibe toda su carga viral, de ahí su extraordinaria interacción con los virus y al morder a un mamífero específico y este ser consumido por las personas, se establece una cadena de transmisión de la infección del animal al humano llamada zoonosis.
Lo grave es que estas enfermedades seguirán afectando al mundo mientras este tipo de costumbres no se modifiquen y los humanos sigamos invadiendo el hábitat natural de los animales.
Los virus mutan y evolucionan todo el tiempo, el virus del caso cero en Wuhan es diferente al que circula hoy, este se dividió en 2 linajes llamados clados, el A que guarda relación con el asiático y el B que mutó desde Europa, el que tenemos en este momento es aparentemente menos virulento que el primigenio, pero ahí están, hoy es el SARS-CoV-2, dentro de unos pocos años, ¿cuál?
Una buena parte de lo que sabemos o creemos saber del virus o no es cierto o son verdades a medias, estamos expuestos a avalanchas de información a través de las redes sociales y medios de comunicación, de médicos o de supuestos médicos o científicos en intervenciones que son frecuentemente engañosas; celebridades de talla mundial como el presidente Trump plantean tesis absurdas que son creídas y multiplicadas por miles o millones de sus seguidores.
¿Cuántas personas vieron el video y buscaron el pelo en la mitad de la biblia que curaba la enfermedad del CoVID-19?
En medio de las crisis, el confinamiento y la ansiedad necesitamos algo o alguien en que creer, desafortunadamente a veces en cualquiera.
Lo cierto es que después de más de cuatro meses de haber iniciado esta pandemia se han hecho grandes avances en la comprensión de la enfermedad, conocemos el genoma del virus, sabemos cómo infecta a las células y cuál sería la respuesta del sistema inmunológico del paciente, pero aún hay múltiples inquietudes incluso entre los mismos grupos de médicos que han manejado los casos en diferentes países del mundo, sobre la evolución y el manejo de la infección.
Inicia como un cuadro de gripe en ese 20% de los pacientes que son sintomáticos, una cuarta parte desarrollan una infección pulmonar que a veces requiere manejo con respiradores artificiales en unidades de cuidado intensivo y un porcentaje de estos se complican con episodios de trombosis venosa o arterial y pueden llegar a falla multisistemica que con frecuencia implica la muerte de los pacientes.
Tratamientos de todo tipo desde cloroquina, hidrocloroquina, azitromicina, interferon, remdesivir y otros múltiples antivirales, se han probado, la mayoría de los cuales no han demostrado una relación costo-beneficio contundente en la evolución y cura de los pacientes.
¿Aún no sabemos porque unos se complican y se mueren y otros no, teniendo la misma enfermedad y con frecuencia las mismas comorbilidades? ¿Es cierto que un paciente se puede reinfectar del mismo virus o no? qué complicaciones a mediano o largo plazo después de la curación de la enfermedad van a sufrir los pacientes? Son muchas las preguntas y pocas las respuestas.
La enfermedad ataca casi por igual a los hombres como a las mujeres, la diferencia no es estadísticamente significativa, pero algo probado definitivamente es que los hombres se complican más, llegan más a las UCI y se mueren mucho más; por encima del 60% en todas las estadísticas realizadas, que en el caso de China fue del 75% y en Italia casi del 80%.
Se han postulado varias hipótesis: como la presencia de obesidad abdominal más frecuente entre estos, hábitos de vida como el consumo de tabaco y alcohol que en algunas partes es marcadamente desigual, además de la hipertensión arterial y otras enfermedades cardiometabólicas que son más comunes en los hombres.
También se han estudiado factores como la mejor respuesta inmunológica que al parecer tendrían las mujeres gracias a las hormonas femeninas como los estrógenos y la relación del cromosoma X adicional que poseen y que sería relevante para el mantenimiento del sistema inmune, estudios de investigadores de la Universidad de Huazhong sugieren que las mujeres desarrollan más anticuerpos contra el virus tanto al inicio como en la fase crítica de la enfermedad; es claro que hay grandes diferencias en los sistemas inmunológicos entre los sexos y esta pandemia los está develando.
Aún no sabemos muchas cosas sobre la infección, pero en lo que casi todos están de acuerdo es que en esta enfermedad la muerte y las complicaciones afectan muchos más a los hombres.
El hecho de que mueran más hombres no significa que las mujeres se deban descuidar, la pandemia ya se acerca a 8.000 positivos en Colombia y 358 muertes y en el mundo más de 3.5 millones de afectados y más de 250.000 muertos y la vacuna aún en fase inicial de experimentación en humanos.
*Médico cirujano y Magister en Administración.